WeWork se declara en bancarrota al no poder hacer frente a sus deudas de 18.600 millones de dólares
WeWork, la empresa creada por el visionario Adam Neumann que parecía lista para revolucionar el mercado de las oficinas, se ha declarado en bancarrota. Su modelo dirigido a emprendedores y empresas emergentes hizo popular el coworking, pero nunca terminó de cuajar como negocio. Lo que revolucionó la forma de trabajar fue la pandemia. La generalización del teletrabajo ha golpeado al mercado de oficinas, pero más aún a los espacios compartidos. Muchos de los de WeWork están prácticamente vacíos e incluso cerrados. Tras perder más del 99% del valor en Bolsa y ser incapaz de hacer frente a sus obligaciones financieras, la compañía que llegó a valer 47.000 millones de dólares se ha declarado este lunes en bancarrota. Los documentos concursales cifran las deudas totales de la empresa en 18.656 millones de dólares (unos 17.400 millones de euros) a 30 de junio pasado.
La empresa ha anunciado la medida en un comunicado en el que señala que ha firmado un acuerdo de apoyo a la reestructuración de la compañía con titulares de aproximadamente el 92% de sus pagarés garantizados para reducir drásticamente la deuda. Habrá un canje de deuda por acciones. Al tiempo, WeWork racionalizará su cartera de arrendamientos de oficinas: “WeWork solicita la posibilidad de rescindir los contratos de arrendamiento de determinados locales, que en su mayoría no están operativos y todos los afectados han sido avisados con antelación”, dice el comunicado. La declaración de bancarrota facilita romper esos contratos. Mientras, trata de mantener la continuidad del negocio. “Se espera que las operaciones globales continúen como de costumbre”, asegura la empresa.
La decisión de iniciar un proceso concursal afecta a las operaciones en Estados Unidos y Canadá, pero no al resto de los países, al menos por el momento. El grupo tiene espacios de alquiler en 660 inmuebles en 37 países. Según la documentación presentada ante un juzgado de Nueva Jersey, el número de acreedores supera los 100.000. El principal de todos ellos es US Bank Trust, con algo más de 180 millones de dólares.
El auge de WeWork fue espectacular y su caída, estrepitosa. Fue fundada en 2010 por el israelí Adam Neumann y el estadounidense Miguel McKelvey, que abrieron su primer espacio de oficinas en el SoHo neoyorquino en abril de 2011. Desde ahí se lanzó a crecer, abriendo espacios de oficinas compartidas primero en Estados Unidos y luego en todo el mundo, sin preocuparse por las pérdidas multimillonarias que sufría. Captaba fondos en diferentes rondas de financiación que iban elevando el valor de la compañía haciendo pasar por compañía tecnológica lo que en realidad era una versión resultona, pero nada rentable, del negocio inmobiliario. Sumó como accionista de referencia al grupo japonés Softbank, que inyectó más de 10.000 millones de dólares en WeWork en una de las inversiones más ruinosas de su historia.
La compañía alcanzó su máximo de valoración en enero de 2019, con 47.000 millones de dólares, y se dispuso entonces a salir a Bolsa. Cuando el verano de ese año registró el folleto con la información detallada de la empresa, no pasó el escrutinio del mercado. Ni sus cuentas, ni su modelo de negocio ni sus perspectivas de futuro avalaban la valoración que había ido logrando. A eso se unía el heterodoxo estilo de dirección de Neumann, amante de los excesos, que instaló en su oficina una piscina y una sauna y cuyas fiestas eran legendarias. Además, tenía operaciones vinculadas con la compañía en las que él salía beneficiado al alquilar a la empresa inmuebles que compraba. La salida a Bolsa se canceló.
Softbank decidió rescatar a la empresa y despedir a Neumann, que recibió una compensación multimillonaria por su salida, pero ni con eso fue capaz de enderezar el rumbo de la empresa. Para colmo, la pandemia y el confinamiento cambiaron por completo los esquemas de trabajo. Con la generalización del teletrabajo, muchas oficinas ya no volvieron a ocuparse al pasar la crisis sanitaria.
WeWork tuvo pérdidas de 3.129 millones de dólares en 2020; de 4.439 millones en 2021 y de 2.034 millones en 2022, según sus informes anuales. Esos 9.600 millones de dólares en tres años (unos 9.100 millones al tipo de cambio actual) superan lo que la compañía ha ingresado en esos mismos ejercicios. En el primer semestre de este año, había logrado reducir los números rojos hasta 613 millones de dólares, un 39% menos que en el mismo periodo de 2022, pero las deudas superan al valor de los activos y la compañía ha consumido la caja disponible a un ritmo insostenible. A 30 de junio, tiene un patrimonio negativo de 3.718 millones de dólares, según su último informe trimestral. Está en quiebra técnica y el negocio sigue sin funcionar. La empresa, que fue suspendida de cotización este lunes, tenía ya solo un valor de 45 millones de dólares, la milésima parte que en su momento de gloria.
Pese a sus desastrosos resultados, la compañía logró salir al mercado por la puerta de atrás, mediante la fusión con una Spac, una sociedad creada específicamente para acometer una operación corporativa. En agosto ya reconoció que había una “duda sustancial” sobre su viabilidad. Luego, fue incapaz de cumplir el pasado 2 de octubre con el pago de los intereses de una serie de emisiones de deuda. Empezó conversaciones para vender activos, renegociar contratos de arrendamiento y tratar de sanear su balance. La semana pasada, la compañía comunicó a la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos, la SEC, que vencido el periodo de gracia de 30 días, las negociaciones seguían su curso y que había pactado una nueva moratoria adicional de siete días, un tiempo que le ha servido para preparar su declaración de bancarrota.
El despedido Neumann no se ha resistido a lanzar un comunicado culpando a sus sucesores del fracaso: “Como cofundador de WeWork que pasó una década construyendo el negocio con un increíble equipo de personas impulsadas por la misión, la declaración de bancarrota de la compañía es decepcionante. Ha sido un reto para mí observar desde la barrera desde 2019 cómo WeWork no ha sabido aprovechar un producto que hoy es más relevante que nunca. Creo que, con la estrategia y el equipo adecuados, una reorganización permitirá a WeWork emerger con éxito”.
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