Los retornos forzados desde Pakistán agravan la crisis humanitaria de Afganistán
“Hace poco sentimos mucho acoso. Registraban nuestras casas, nos detenían por la calle, nos quitaban el dinero y no aceptaban nuestras credenciales de refugiados. Pensábamos que las cosas mejorarían, pero empeoraron cada día”.
Las restricciones impuestas por el Gobierno de Pakistán hacen que los retornados no puedan traer consigo más de 50.000 rupias (173 dólares USD) en efectivo. Al igual que Abdul, a Assadullah le preocupa volver a empezar en Afganistán. “No tenemos casa, ni trabajo, ni nada. Pero al menos hay paz y nadie nos acosa”.
Necesidades humanitarias en competencia
En los últimos años, el número de refugiados afganos que optan por regresar a casa a través del programa de repatriación voluntaria de ACNUR ha sido relativamente bajo: 6.424 en 2022. Este año, más personas se han puesto en contacto con ACNUR para solicitar el retorno, y el número aumentó drásticamente en octubre, tras el anuncio de Pakistán de la fecha límite para el retorno, hasta alcanzar 24.000 a mediados de noviembre. El programa de ACNUR ofrece apoyo a los refugiados que regresan, incluida asistencia para su protección y ayuda en efectivo.
Muchas personas recién llegadas, como Obaidullah, padre de 12 hijos, se alojan actualmente con familiares en Jalalabad y otros lugares hasta que encuentren vivienda y trabajo.
“Tengo una familia numerosa y me preocupa cómo voy a mantenerlos, cómo vamos a encontrar un lugar adecuado para vivir. Me cuesta encontrar trabajo diario”.
Su hijo mayor, Imran, está intentando conseguir un pasaporte para encontrar trabajo y ayudar a mantener a la familia. Mientras tanto, su hija Kainat, de 18 años, quien habla inglés, está desolada por el traslado. “Estudié en Pakistán y mi sueño era ser médica. Esta oportunidad se me cierra en Afganistán”, asegura.
Se prevé que el abrupto regreso de cientos de miles de afganos justo antes de la llegada del invierno empeore la ya grave crisis humanitaria del país, con una mayor competencia por los escasos recursos, como vivienda, servicios de salud y puestos de trabajo. Al mismo tiempo, las agencias humanitarias están luchando con importantes déficits de financiación, así como tratando de responder a los devastadores terremotos en la provincia occidental de Herat en octubre.
“Las llegadas masivas no podían producirse en peor momento”, comenta Leonard Zulu, Representante de ACNUR en Afganistán. «Nos enfrentamos a muchas necesidades humanitarias en competencia y ahora a un gran número de llegadas, muchas de ellas sin apoyo familiar ni mecanismos para hacer frente a la situación. Esto hace que sea un invierno muy sombrío y un tiempo difícil por delante”.
Las autoridades de facto y los afganos de a pie también se están movilizando para apoyar a las personas recién llegadas, proporcionándoles tiendas de campaña, ayuda en efectivo para las familias, ayuda con el transporte, alimentos y otros artículos, pero los retos que tienen por delante son enormes.