El programa espacial chino en América Latina y la Antártida es una preocupación creciente para el Pentágono
El crecimiento exponencial de China en el ámbito espacial viene extendiéndose más allá de las fronteras nacionales, y en regiones alejadas, lo que viene generando inquietud en el Pentágono por los estrechos vínculos de los programas civiles con el aparato estatal militar. El desarrollo de estaciones terrestres en América Latina y la Antártida ha encendido alertas por su presunta naturaleza de doble uso, llamando la atención de los funcionarios de defensa de Estados Unidos.
La huella de China en América Latina incluye estaciones terrestres en Bolivia, Venezuela, Perú y Argentina, con instalaciones adicionales en construcción en la Antártida. Estas instalaciones están estratégicamente situadas, lo que permite a China realizar un seguimiento eficaz de su flota de satélites y comunicarse con ella, al tiempo que pueden permitir la vigilancia de los activos de otras naciones que pasan por el hemisferio sur. Ofrecen potenciales ventajas estratégicas en operaciones militares y de seguridad nacional.
Según un detallado informe del Washington Post, el Pentágono dio la voz de alarma por la expansión de la red china de instalaciones en América Latina y la Antártida, alegando su preocupación por las posibles implicaciones para el sector de defensa. Las estaciones terrestres son fundamentales para mantener una comunicación continua con los satélites, esenciales para diversos servicios, desde la conectividad a Internet hasta la obtención de imágenes de la Tierra y las operaciones militares.
China cuenta actualmente con más de 700 satélites en órbita, con ambiciosos planes para aumentar significativamente este número. Estos satélites tienen múltiples funciones, como la teledetección y la recopilación de información. En los últimos tiempos, la importancia de las redes de satélites en la guerra ha pasado a primer plano, especialmente en conflictos como la invasión rusa de Ucrania, en la que la comunicación por satélite se convirtió en una baza fundamental para las fuerzas ucranianas.
Los Andes bolivianos son testigos de esta transformación, donde pastores de llamas y agricultores indígenas coexisten con un vecino notable: un grupo de antenas parabólicas construidas en China en la estación terrestre de Amachuma. Aunque esta estación facilita el intercambio ininterrumpido de datos con el satélite boliviano, también desempeña una función menos evidente, ya que proporciona a China capacidades de vigilancia en cielos situados lejos de sus propias fronteras, según han confirmado funcionarios de la agencia espacial boliviana y fuentes chinas al Washington Post.
La ambición de China de convertirse en una potencia espacial líder en 2045 abarca objetivos tanto civiles como militares. Las principales empresas de tecnología espacial del país, como China Aerospace Science and Technology Corp. (CASC) y China Aerospace Science and Industry Corp. (CASIC), tienen sus raíces en el Ejército Popular de Liberación y siguen suministrando tecnologías relacionadas con el ámbito militar. Los estrechos vínculos entre estas empresas y el ejército chino ponen de relieve la naturaleza entrelazada de las iniciativas espaciales civiles con los intereses militares.
Un técnico chino que trabajó anteriormente como contratista en proyectos en el extranjero para la firma China Great Wall Industry Corp. (CGWIC), declaró al Washington Post que las líneas entre lo civil y lo militar son fluidas. “Son los mismos, el mismo personal… militares y civiles, ya sabes que en China no hay diferencias, esta es la condición de la industria espacial de nuestro país”, dijo la persona. “Estados Unidos, los países occidentales, también hacen este tipo de trabajo en condiciones secretas. ¿Por qué no China?”
Bajo la misma línea, Rogelio Mayta, que habló con el Post mientras ocupaba el cargo de ministro de Asuntos Exteriores en octubre (cargo que dejó la semana pasada), dijo que Bolivia está alerta ante la posibilidad de que se militarice la tecnología satelital, un escenario que considera inevitable, pero que los beneficios son mayores para el país. “Tenemos que convivir con esa realidad potencial y con las capacidades aeroespaciales de las grandes potencias”, dijo. “Sabemos que puede implicar un riesgo para la seguridad”.
El nexo entre las empresas y el ejército suscita preocupación por el posible uso de estas instalaciones con fines militares. Algunos ejemplos son la estación terrestre Espacio Lejano en Neuqúen, Argentina, operada por la Fuerza de Apoyo Estratégico del Ejército Popular de Liberación. Según el contrato entre los dos países, el gobierno argentino acordó “no interferir ni interrumpir” las actividades chinas en el lugar.
En el caso de Venezuela, una empresa estatal china lanzó un satélite y construyó dos estaciones terrestres, la mayor de las cuales se encuentra dentro de la Base Aérea Capitán Manuel Ríos, un aeropuerto militar en el centro norte del país.
Cerca del polo sur, una antena de estación terrestre en construcción en la base china de Zhongshan en la Antártida está siendo construida por CASIC, según ha reportado la prensa estatal en Beijing. En paralelo y cerca, en la Isla Inexpresible, otra estación terrestre china que se está construyendo suscita la preocupación del Pentágono por la posibilidad de que “proporcione al EPL una mejor capacidad de vigilancia… bien posicionada para recoger señales de inteligencia sobre Australia y Nueva Zelanda”, según el informe del Departamento de Defensa publicado el mes pasado sobre las amenazas militares que plantea China.
El Pentágono destaca el papel crucial de las estaciones terrestres en la seguridad nacional, haciendo hincapié en su capacidad para facilitar las comunicaciones militares, rastrear lanzamientos de misiles y, potencialmente, interferir o destruir satélites adversarios.
Aunque la infraestructura espacial internacional de China sigue siendo menor que la de Estados Unidos, su crecimiento supone un paso importante hacia el dominio mundial del espacio. Empresas estatales chinas han encabezado proyectos similares en Laos, Pakistán, Nigeria y Bielorrusia, además de naves espaciales móviles de apoyo utilizadas para el seguimiento de lanzamientos de satélites y misiles.
La expansión de China en América Latina coincide con una estrategia diplomática alineada con países que afrontan tensas relaciones con EEUU. Por ejemplo, en Bolivia, donde las tensiones diplomáticas se intensificaron, con denuncias de Evo Morales contra la CIA, China intervino con una importante ayuda financiera y colaboración en infraestructuras. Esto supuso la concesión de préstamos para proyectos de satélites y una amplia formación tecnológica para científicos bolivianos en China.
La aceptación por parte de Bolivia de la propuesta integral de China para el proyecto del satélite Túpac Katari I marcó un punto de inflexión, fomentando lazos más profundos que se ampliaron a la colaboración en infraestructuras y financiación. El compromiso chino en las iniciativas espaciales bolivianas mostró un enfoque alternativo percibido como menos condescendiente en comparación con las interacciones con homólogos estadounidenses y europeos.
“En general, en los últimos diez años se ha reconocido la necesidad de que Estados Unidos refuerce su poder blando para contrarrestarlo”, afirmó al Post Brian Weeden, director de planificación de programas de la Fundación Mundo Seguro y experto en seguridad espacial. “Lo que China estaba haciendo era llenar los vacíos en los que Estados Unidos no estaba centrado”.
A pesar de la importante implicación de China en los esfuerzos espaciales de Bolivia, los funcionarios bolivianos afirman estar abiertos a otros colaboradores internacionales y se resisten a verse obligados a elegir entre Occidente y China. Aunque el entusiasmo inicial en torno a los proyectos respaldados por China en Bolivia se ha atenuado debido a los problemas económicos, otros países latinoamericanos como Venezuela siguen adoptando ambiciosos planes de colaboración espacial con China, lo que pone de relieve una visión de un futuro liderado por China en el ámbito espacial.
Según explica el Washington Post, la creciente presencia de China en el ámbito de las tecnologías espaciales en regiones en las que Estados Unidos ha estado menos implicado refleja su objetivo de establecer un dominio global. La preocupación del Pentágono por la capacidad de los satélites chinos en el hemisferio sur y su potencial para interferir con los intereses de EEUU en el espacio es una de las razones por las que el Pentágono se ha mostrado preocupado.
A medida que se expande el programa espacial chino, la imbricación de elementos civiles y militares en las colaboraciones espaciales internacionales plantea un reto para las potencias mundiales preocupadas por las implicaciones estratégicas y de seguridad. Las implicaciones de la presencia espacial china en América Latina y la Antártida siguen siendo objeto de un mayor escrutinio y preocupación estratégica para Estados Unidos y sus aliados.