Así pasan la Navidad los niños migrantes en CDMX, sin cena ni regalos
Las piñatas, las luces y las verbenas de la Ciudad de México, maravillan a Jamsely, un niño que migró desde Haití junto a su familia para buscar mejores oportunidades de vida y que, a sus 12 años, celebra por primera vez Navidad, muy lejos de casa, por la situación de pobreza extrema en la que vivía.
Jam, como le dicen sus amigos, es fanático del futbol. Admira a Cristiano Ronaldo, pero usa un jersey de Leonel Messi porque fue el único que encontró en un paquete de ropa donado por vecinos a su campamento, en la Plaza Giordano Bruno, de la alcaldía Cuauhtémoc. Antes, nunca recibió otros regalos navideños más que un vaso de leche caliente y pan que la iglesia donaba a población vulnerable de su país de origen.
«Me dieron una pelota. Voy a ser como Cristiano. Quiero tener mucho dinero para traer a Santa Claus con mis amigos», dice Jamsely.
Junto con él viven otros nueve niños y niñas menores de edad y algunos recién nacidos. Entre ellos, Raff y Damil, amigos de Jam, de 10 y 6 años, con quienes juega fútbol, atrapadas y, ayer, también por primera vez, rompieron una piñata.
Les alegra recibir juguetes, pero la experiencia acumulada durante su tránsito migratorio, les hizo aprender que suéteres, chamarras, cobijas, mochilas y comida en lata, es un mejor regalo que las pelotas pues esos artículos los protegen y se pueden compartir con sus familias.
«Cristiano Ronaldo ayuda a los niños y a las personas. Quiero comprarle una casa a mis papás y comida, y una cobija, y unas luces de Navidad a mi hermano. Mi mamá parió hoy en la mañana, los policías se la llevaron al hospital», narra Jamsely, ilusionado por su futuro.
Al lugar se acercan vecinos, autoridades religiosas, ONG y personas solidarias que les llevan tortas, pan, leche e insumos básicos de aseo personal y de primeros auxilios con el objetivo de hacer una estancia más amena para los migrantes.
Estas personas también le llevan a los niños dulces, regalos y piñatas. Hasta obras de teatro ambulantes para mejorar su ánimo.
Sin embargo, los extranjeros, que formaron una comunidad en la Plaza, en la espera por un turno de gestión de trámites migratorios en la oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), señalan que no tendrán una feliz Navidad, pues en el área se sobrevive al día con la llegada de muchas más personas y las donaciones nunca son suficientes.
Simone, amigo del papá de Jamsely, explica a EL UNIVERSAL que la mayoría de las familias tratan de que las fechas decembrinas pasen desapercibidas para sus hijos pues no hay dinero, no tienen un techo, ni un lugar para dormir.
En México, país donde las tradiciones de fin de año son muy importantes, es difícil invisibilizar las fiestas de fin de año, ya que, desde día de muertos, el ambiente en todas las calles de la CDMX, ciudad de paso obligado para los extranjeros, se torna festivo y las verbenas se instalan en los zócalos de varias alcaldías.
«Diario llegan personas, se van personas o regresan personas. Tenemos que racionar la comida y pedimos, a los que vienen a hacernos fotos o a platicar, algo de comida por la situación en la que estamos.
«Tenemos un mes y medio aquí. La mujer del papá de Jamsely está embarazada. Yo trabajo de lavaloza en un comedor de por aquí mientras esperamos la cita para seguir hasta Tijuana porque queremos llegar a Estados Unidos. Para nosotros no hay Navidad porque se vive con los alimentos al día, no hay para juguetes», explica Simone, cuidador de Jamsely y otros niños, quien cocina para todos en el campamento.
Jam, Raff y Damil, guardaron el cono de una piñata, tres pelotas, dos paletas de bombón con cobertura de chocolate y algunos dulces para repartir al que meta más goles en su reta de fútbol. Así pasarán la Navidad.
De acuerdo con los adultos de su campamento, probablemente cenarán leche caliente, un poco de ponche típico de su natal Haití y sopa de yuca. Una porción por persona.
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El 25 de diciembre nada diferente habrá pasado, será otro día normal, sin un techo, con frío y en la búsqueda de una estancia migrante con espacio para vivir con dignidad en sus días de tránsito por México.
Tampoco habrá planes para celebrar Año Nuevo. Semanas posteriores al último día de 2023, cuando haga menos frío, varias personas en contexto de movilidad que habitan la plaza Giordano Bruno, continuarán su avance hasta la frontera norte del país, entre ellos la familia de Jamsely y serán las autoridades de migración quienes decidirán en dónde van a pasar la Navidad de 2024.
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SV
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