El primer mes de Javier Milei bajo la lupa de cuatro analistas
Considerando los hitos políticos hasta la fecha, ¿cómo evalúa el primer mes del gobierno de Javier Milei?
Creo que, al no estar aún decidida la suerte definitiva de sus dos mayores objetivos iniciales -el DNU y el paquete legislativo- es aventurado hacer una evaluación. Si logra acuerdos para impulsar la mayor parte de los objetivos que allí propone, será exitoso el primer mes. Si, por el contrario, en el contexto de una inflación galopante, no logra, en su momento de mayor respaldo en la opinión pública, imponer sus objetivos, o apenas algunos de ellos, evidentemente no podemos hablar de un primer mes exitoso.
Durante el primer mes de previos gobiernos argentinos, ¿hubo este nivel de frenesí político, legislativo y social?
Diría que el arranque, no en términos ideológicos, obviamente, se parece al inicio de la gestión de Néstor Kirchner, quien, desde el primer día imprimió –aunque con una mucho mejor base en el Congreso y a nivel nacional, ni más ni menos que el Partido Justicialista y su sólida estructura de poder– un accionar muy ejecutivo en diferentes áreas de gobierno, incluyendo la Corte Suprema.
El DNU y la ley ómnibus barrieron la posibilidad de gradualidad. ¿Cómo evaluaría su “muñeca política” a la hora de presentar sus reformas?
Creo que no tenía muchas opciones. Primero, porque la experiencia Macri mostró que, para ese sector ideológico, el gradualismo no funciona y, segundo, porque tiene que aprovechar el elevado apoyo que aún conserva su gestión antes que el desgaste le reste base en la opinión pública, que es, por cierto, su mejor carta teniendo en cuenta su marcada debilidad en ambas cámaras del Congreso. Desde ya anunció que, de frenarse tanto el DNU como el paquete legislativo, recurrirá a plebiscitos para convalidar sus proyectos. Creo que hay que esperar el resultado final de ambas cuestiones.
¿Se puede prever un gobierno duro en términos de manifestaciones si ya se han registrado cacerolazos y protestas?
Era lo esperable por el tenor de los cambios que propuso. Son reacciones que no pueden sorprender demasiado. Sin embargo, las encuestas aún muestran un apoyo semejante al que obtuvo electoralmente en la segunda vuelta. Hay un aspecto importante, descontando que los conflictos con los sindicatos lo van a acompañar toda su gestión, y es cómo los va a gestionar en este, su momento de mayor fortaleza política. Dicho de otra manera, si no lo hace bien ahora, a futuro le podría resultar mucho más complejo. La comunicación ha tenido aciertos y algunas debilidades. Es interesante cómo la idea fuerza “no hay plata” ha calado en la opinión pública favorablemente. En cambio otras cuestiones, como por ejemplo que los clubes de fútbol puedan ser sociedades anónimas o los comentarios sobre los legisladores opositores, no parecen acertadas.
En términos generales, ¿cómo se puede evaluar este primer mes de gobierno de Javier Milei?
Intenso, una montaña rusa… Milei se está mostrando más pragmático de lo que se suponía en campaña, pero no muestra ese pragmatismo en donde más débil está, que es el Congreso. Allí exhibe una inflexibilidad que puede conspirar en su contra. El primer mes de su gestión ha sido un baño de realidad en cuanto a la adecuación de valores de las cosas. Amén de sus estrecheces legislativas, su mayor debilidad es estructural. No tiene equipos, tuvo que formarlos sobre la marcha y con gente proveniente de otros sectores. Y se percibe mucha guerra de egos entre los propios. Eso puede jugarle muy en contra.
¿Cómo se compara este primer mes con los de anteriores presidentes argentinos?
Es una experiencia absolutamente inédita, por lo que no se lo puede comparar con ningún antecesor. Salvo lo de la dolarización, que quedó archivada, las otras propuestas que anunció en campaña las está llevando adelante. Al menos este primer mes sus votantes parecen dispuestos a hacer los sacrificios necesarios. Son cada vez más los que, impresionados por la fortaleza que viene demostrando, ya dejan de lado la posibilidad a la que antes daban crédito respecto de que pudiera no concluir su mandato.
¿Se han cumplido las expectativas de dificultades en el Congreso, o la realidad ha sido distinta a la que se esperaba?
En el Congreso, Milei no ha dejado de sorprender. Porque si bien es muy minúscula su representación política en ambas cámaras, ha dado señales contundentes de fortaleza que ha sorprendido a propios y extraños. Lo que particularmente me llama la atención es el nivel de exigencia que está poniendo en materia legislativa, con centenares de medidas que ningún otro presidente se animó a pedirle al Congreso, y él lo hace de manera inversamente proporcional a su musculatura legislativa. Como el resto de la oposición no está dispuesta a asociarse con el peronismo, termina garantizándose la gobernabilidad por default.
¿Cuáles serán los retos que deberá enfrentar Milei en el Congreso si quiere sacar adelante el DNU y la ley ómnibus?
La estrategia por ahora le está dando resultados a Milei, que sabe que este es su momento de mayor fortaleza: nunca más tendrá tanto poder, al menos en mucho tiempo. Pero eso no es eterno, sobre todo cuando el ajuste que se debe hacer es tan grande. Lo que debería hacer el gobierno es, en algún momento, ceder y cambiar ese decreto por tres leyes que seguramente serían aprobadas con amplitud. Pero no está en la naturaleza de Milei aceptar ese tipo de negociación que erróneamente cree lo mostraría débil, o “casta”. La pregunta es: ¿Milei estará dispuesto a ceder en el camino a la aprobación de parte de esa enorme cantidad de reformas? Permítanme dudar.
¿Cuál es el balance general de este primer mes de administración libertaria?
Es un gobierno que todavía está en fase de hacerse cargo del poder, con bastante desconocimiento de la administración pública y de la manera de hacer política. La figura presidencial estaba desdibujada, acá aparece un presidente que se muestra con determinación a ir por donde dijo que iba a ir. El problema con eso es que abrió varios frentes, con un poder muy limitado. Hay que ver cómo juega la institucionalidad argentina, tanto el Congreso como el Poder Judicial.
¿Cómo se compara la gestión Milei con anteriores presidentes argentinos?
Es difícil compararlo con otros gobiernos, porque acá hubo una sorpresa muy fuerte para el sistema en su totalidad. La situación era muy crítica, por lo que todos están viendo dónde posicionarse. El gobierno anterior no lanzó nunca al plan económico, siempre había que, primero, arreglar la deuda, luego, el Fondo Monetario, después cayó la pandemia y nunca se conoció un plan claro. En el gobierno de Macri también fueron días de mucha incertidumbre y de abordaje del Estado por parte de un sector que no había conducido, pero contaban con el radicalismo que conocía y que ayudó en esa línea. Acá es todo un poquito más caótico.
¿Cómo evalúa la gestión de cargos y puestos políticos realizada por Milei?
El gobierno todavía no se constituyó, hay muchos cargos sin cubrir y se revela mucho desconocimiento de algunas áreas del Estado. Hay más una sensación de caos que una de orden. Lo que sí está claro es que la idea libertaria, así como la planteaba, es bastante imposible de realizar. Si bien la promesa de la dolarización, el fin del Banco Central y la baja de impuestos no la puede cumplir, sí se largó con un decreto y una ley que simbólicamente está presentando una determinación hacia la transformación, pero el único poder que tiene es el de los votos.
¿Podría la falta de gobernadores propios convertirse en un problema a futuro?
Hay muchos gobernadores nuevos, y ninguno es del signo político del Presidente, pero todos necesitan una buena articulación con el poder central. Los nuevos tienen que demostrar que son capaces de gobernar para sus poblaciones para consolidarse en el poder y, por otra parte, tienen que ver de qué manera se vinculan con un gobierno cuyo objetivo principal es el equilibrio fiscal a costa de cualquier cosa, incluso de las provincias mismas. Los gobernadores son las figuras políticas emergentes; es decir, en un momento donde se cayeron todas las figuras políticas que estaban dominando el escenario político argentino, las figuras que quedan paradas y que podrían tener alguna posibilidad como actores políticos son los gobernadores.
Para el politólogo Pablo Touzon, la velocidad con la que el Presidente de Argentina, Javier Milei, intente llevar adelante su proyecto para la desregularización de la economía será clave. Esto, no solo con relación a la forma y el fondo del proyecto libertario, sino también con su capacidad de entender los límites que el propio sistema político tiene como resguardo para evitar los cruces entre poderes del Estado.
Dicha idea queda en evidencia en la relación del Ejecutivo con el Congreso, pero también en el cruce que ya tuvo con la Justicia, que durante la semana le vetó una sección del DNU correspondiente a su reforma laboral.
Si tuviera que resumir el primer mes de gobierno de Javier Milei en unos cuantos conceptos, ¿cuáles elegiría?
Audacia, temeridad, precariedad. Audacia, porque hace mucho no se veía –quizás desde los tiempos de Néstor Kirchner– una agenda reformista de tanto alcance y explicitada con tanta velocidad. El proyecto Milei, de ejecutarse, implicaría un cambio de 180 grados en todos los ejes fundamentales sobre los cuales reposa el “sistema argentino” desde la gran crisis de 2001. Temeridad, porque el reverso de esa audacia es que muchas veces tiene un elemento kamikaze: Javier Milei parece por momentos un corredor de motocross en la cordillera de los Andes, y sin casco. Precariedad, porque todo en su gobierno, es decir, sus equipos, sus cuadros técnicos, sus apoyos, va de inexistente a débil. Milei está, en el fondo, muy solo en la tarea que quiere ejecutar.
Al mirar hacia los gobiernos de expresidentes argentinos, ¿hay precedentes de un primer mes tan intenso, política y socialmente hablando, como el que ha tenido este gobierno?
Habría que remitirse a los gobiernos poscrisis económicas severas: Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, para encontrar antecedentes. Y aun así, su agenda estaba más jerarquizada y limitada. Milei se propone su propia Comuna de París, un Mayo Francés de derechas que sostiene “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
¿Podrían la aprobación o rechazo del DNU o la ley ómnibus marcar la totalidad del gobierno de Milei?
Para bien o para mal, creo que marcarán bastante, porque en el fondo se trata de ver si Milei puede construir una gobernabilidad aceleracionista en sus propios términos, o si deberá aceptar las limitaciones institucionales y políticas que impone el sistema.
¿Cuánto plazo tendrá Milei para gobernar antes de que la ciudadanía o los movimientos sociales y gremiales lo critiquen de manera más dura?
Creo que, aproximadamente, lo que dure el verano, pero tal vez sea menos tiempo.