La NASA identifica origen común de «mensajeros» del espacio estudiados por observatorio argentino
Después de 13 años de investigación, científicos de la NASA publicaron un artículo en el que se postuló que existe una correlación entre los rayos gamma (radiación electromagnética) que estudiaron y los rayos cósmicos de ultra energía elevada (partículas que llegan desde fuera de la vía láctea a velocidad cercana a la luz) que habían descripto en 2017 expertos del Observatorio Pierre Auger (Mendoza), por lo que ambos podrían tener un origen común extragaláctico.
«Medimos el dipolo del fondo difuso de rayos γ (DGB), identificando una señal independiente del tiempo altamente significativa que coincide con la del Pierre Auger UHECR», comienza el resumen del artículo publicado esta semana en la revista The Astrophysical Journal Letters que da cuenta de las conclusiones después de 13 años de observaciones realizadas por el Telescopio de Gran Área (LAT) del satélite Fermi.
La implicancia de esto es importante: «Este trabajo del observatorio Fermi encuentra que el origen de los rayos gamma que estaban estudiando para analizar la radiación de fondo cósmico no provienen de donde se pensaba sino de muy cerca del lugar de donde provienen los rayos cósmicos ultra energéticos que nosotros describimos en 2017», explicó a Télam la astrónoma Beatriz García, investigadora del Conicet y responsable de Educación y Divulgación en el Observatorio Pierre Auger.
De algún modo, la reciente investigación aporta que estos dos «mensajeros» del espacio (rayos gamma y rayos cósmicos de ultra elevada energía) podrían tener un origen común o al menos cercano.
Para comprender mejor la noticia, García indicó de qué se trata cada uno: «Los rayos cósmicos son, en realidad, partículas que llegan desde el espacio. Algunos lo hacen a velocidades cercanas a la de la luz, esos son los que llamamos de ultra elevada energía».
Su detección es tarea del Observatorio Pierre Auger, un complejo ubicado en la localidad mendocina de Malargüe, a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar, y en un área de 3.000 km2 (quince veces mayor a la superficie de la ciudad de Buenos Aires), que fue construido a fines de los ’90 por un consorcio de 18 países.
Para entender este fenómeno hay que comprender cómo se generan los rayos cósmicos. Los átomos tienen un núcleo (con carga positiva) con protones y neutrones, y una ‘nube’ de electrones (con carga negativa) que lo rodea. Cuando ocurren diferentes fenómenos, como las explosiones solares o la muerte de una estrella, la temperatura y la densidad del medio separan a los electrones del átomo y queda el núcleo desnudo que es lo que llega a la tierra.
«Estas partículas se detectan indirectamente al interactuar con la atmósfera u otra materia como el agua; es decir, no se detecta la partícula original sino la lluvia de partículas secundarias que se generan por interacción de la original con las moléculas de la atmósfera», detalló.
En 2017, después de 15 años de observación, las y los investigadores del Pierre Auger publicaron un trabajo en la revista Science en el que postularon que los rayos cósmicos de ultra elevada energía que llegan a la Tierra se originan por fuera de nuestra galaxia; en tanto que los rayos cósmicos de baja energía probablemente si provengan de la Vía Láctea.
Los otros mensajeros del espacio, los rayos gamma, son radiación electromagnética: «Es luz pero fuera de la región visible. El espectro electromagnético tiene distintas regiones de energía. Nosotros detectamos con nuestros ojos la visible (los colores del violeta al rojo); mas allá del violeta, tenés ultravioleta, rayos X y rayos gamma. Los gamma corresponden a la mayor energía», explicó García.
Y continuó: «La radiación electromagnética está formada de campos eléctricos y magnéticos interrelacionados propagándose en el espacio a la velocidad en que se propaga la radiación de la luz».
La astrónoma recordó que el Pierre Auger sólo estudia rayos cósmicos, en tanto que el trabajo recientemente publicado observó sólo los rayos gamma: «Son dos investigaciones independientes que encontraron un lugar común de procedencia».
Finalmente, García señaló que «estas investigaciones ayudan a responder preguntas que llevan más de 100 años y que forman parte de todas las preguntas que nos hacemos sobre el origen, evolución y escenarios de muerte del universo».
Fuente: Télam.