El desastre de la productividad o por qué España lo ha hecho incluso peor que Italia en lo que va de siglo
Cuando se habla décadas pérdidas o del estancamiento que han sufrido algunos países en su economía desde el nacimiento del euro, automáticamente se vienen a la mente los casos de Italia o Grecia (España suele estar levemente mejor situada). Sin embargo, hay un indicador directamente relacionado con la prosperidad de una economía en el que España lo ha hecho incluso peor que la propia Italia desde que comenzó el siglo XXI. La ‘maldita’ productividad. El informe publicado por el IVIE y la Fundación BBVA revela que España presenta la mayor caída de la productividad, con diferencia, de todos los países analizados.
Según han publicado este jueves en un documento conjunto, España acumula un retroceso de su nivel de productividad total de los factores (conocido como PTF) del -7,3% entre 2000 y 2022, un resultado que diverge y mucho con los avances de países desarrollados como EEUU, donde la PTF (que es la productividad más magra, representada por mejoras de eficiencia, organización o avances tecnológicos) ha crecido un 15,5% en este mismo periodo, o Alemania (con avances del 11,8%). Incluso Italia (-5,1%), que también ha sufrido un descenso intenso, lo ha hecho levemente mejor que España. No obstante, hay que tener en cuenta que el tejido productivo italiano (muy concentrado en el norte) es más intensivo en industrias (vehículos, química y farmacéutica) que generan valor añadido e invierten en activos que estimulan la productividad.
Qué pasa en España con la productividad
La explicación al desastre de la productividad tiene que ver con varios de los elementos que caracterizan y hacen única a la economía española: turismo, ladrillo y hostelería. No obstante, son muchas las causas: «Hay varias razones que explican los bajos niveles de productividad de España en lo que llevamos de siglo y que representan una importante debilidad de su patrón de crecimiento. Es débil, en primer lugar, porque la trayectoria de la PTF mantiene los niveles de eficiencia productiva por debajo de los del siglo pasado, a pesar del esfuerzo de acumulación de capital físico y humano de las últimas tres décadas», aseguran los expertos que han realizado el informe.
Aunque se intente poner el foco en el sector público cuando se habla de productividad, las administraciones ‘solo’ pueden facilitar y estimular la inversión que lleva hacia un mayor crecimiento de la productividad (que no es poco), pero el mayor esfuerzo debe venir del tejido productivo privado. Es cierto que las empresas españolas invierten en capital (maquinaría, tecnología…), pero la adición de estos inputs es superior a la productividad que generan. Sí, es cierto que el PIB crece y eso es positivo, pero lo hace porque se están sumando más factores de producción al proceso, no por una mejora de los mismos. De una forma sencilla: por cada unidad de factor de producción que se añade al proceso se produce menos cantidad de producto (bienes o servicios). Otras economías logran producir más con menos, lo que permite un incremento de la prosperidad económica superior.
El ladrillo es poco productivo
Por ejemplo, el boom inmobiliario de principios de siglo explica, en buena medida, el negativo comportamiento agregado de la PTF. «Sectores como la construcción (por el lado de la oferta) y la hostelería, la energía y muchas actividades de servicios —como demandantes intensivos de naves, locales comerciales o despachos, además de viviendas— atrajeron enormes inversiones que resultaron poco productivas», apostillan los analistas del IVIE y la Fundación BBVA.
Se puede decir que se produjo una asignación desastrosa de unos recursos escasos. La inversión fue en oleadas, hacia un sector que requería de muchos inputs y factores productivos para levantar de forma masiva un producto (vivienda) que encima no es ‘exportable’. El resultado fue el que ya todos conocemos. «Estas inversiones desembocaron en excesos de capacidad no utilizada, que afloraron sobre todo cuando la economía entró en recesión. Especialmente en la etapa que transcurre entre 1995 y 2007, la inversión residencial y en otras construcciones se guio más por las ganancias de capital esperadas a corto plazo, impulsadas por las alzas de precios de los inmuebles durante el ciclo expansivo, que por la productividad que podrían ofrecer a medio plazo dichos capitales si fueran plenamente utilizados», añade el informe.
Sin señales de las TIC y el I+D
El PIB crecía, pero la productividad y nuestra competitividad no lo hacían. «El empleo de más cantidades de trabajo y capital ha contribuido a que el PIB de España crezca, pero las mejoras en el aprovechamiento productivo de esos factores podrían también contribuir al crecimiento del PIB y eso no ha ocurrido durante los años del boom y la Gran Recesión. En segundo lugar, el patrón de crecimiento es débil porque la baja productividad del capital refleja una excesiva acumulación de activos inmobiliarios -residenciales y no residenciales- durante el boom, que siguen parcialmente utilizados por las empresas que los poseen y lastran la productividad. En tercer lugar, porque la inversión en activos que deben contribuir a impulsar la productividad —como las TIC y los intangibles— avanza a un ritmo menor que en otras economías», señalan los expertos de IVIE y del Instituto BBVA.
Parece evidente que la economía de España (todos los sectores) invierte menos en activos intangibles (I+D, software y bases de datos, diseño, imagen de marca, formación de la empresa a sus trabajadores, estructuras organizativas innovadoras, etc.) «cuyo potencial para mejorar la eficiencia de las empresas es elevado», sostienen los autores del informe.
Los expertos de IVIE y la Fundación BBVA explican que, en comparación con las economías avanzadas, España ocupa la última posición en inversión en intangibles, a la que solo destina el 40,5% de la inversión total. Aunque el porcentaje es significativo, en países como Reino Unido, Finlandia, Estados Unidos, Francia o Suecia esas inversiones son las mayoritarias, superando en 20 puntos porcentuales el peso que tienen en España. También el peso de la inversión en activos intangibles sobre el PIB de España se sitúa en las últimas posiciones, con un 9,5% en 2020, casi la mitad del de los líderes internacionales como Francia, Suecia o Estados Unidos. Pese al retraso que sigue sufriendo España en este aspecto, se aprecia un cambio de tendencia y la tasa de crecimiento anual de los activos intangibles se acelera tras la Gran Recesión, pasando del 2,6% anual en el periodo 2000 a 2013, a una tasa de crecimiento del 3,9% anual entre 2013 y 2019.
Mientras que en estos países la inversión de las empresas en capital está muy ligada al crecimiento económico, en España lo es la inversión en factor trabajo (contratación de más trabajadores), algo que tiene que ver mucho con el tipo de modelo productivo de cada país. Aunque sea una simpleza y una reducción de algo mucho más complejo, el peso del turismo, la hostelería y la construcción (sectores muy intensivos en factor trabajo y poco productivos) en la economía española impiden que la productividad avance al mismo ritmo que en otros países de alrededor durante las expansiones. En esas economías, el crecimiento está más ligado a la inversión en maquinaria o la tecnología, sectores que generan mayor valor añadido y se prestan a la innovación.
Las características del modelo productivo de cada país son elementales para el comportamiento de la productividad. Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, ha dedicado varios discursos (el propio organismo también ha elaborado informes) a intentar arrojar algo de luz sobre este problema estructural que parece haber comenzado a resolverse muy lentamente. El gobernador ha señalado en diferentes discursos que «en España la correlación entre crecimiento y productividad no es particularmente elevada. En otras palabras: no siempre ganan cuota de mercado las empresas más productivas», aseguraba el gobernador del BdE. Aun así, no todo parece perdido para España, un rayo de luz se cuela entre los nubarrones.
Un rayo de esperanza en España
La productividad parece estar cambiando levemente su comportamiento en España en los últimos años. Tras la Gran Recesión, la productividad total de los factores o PTF experimentó en España un cambio de tendencia, registrando una muy modesta mejora acumulada de este indicador del 1,2%, entre 2013 y 2019. El covid-19 (y los grandes planes de retención de empleo) supuso un duro golpe a esa tendencia, pues en 2020 la PTF cayó un 5,1%. Pero tras la pandemia, el indicador ha vuelto a crecer, un 2,8% acumulado entre 2021 y 2022 (1,4% cada año), recuperándose más rápidamente que tras la crisis anterior.
Atendiendo a la productividad por empleado, España parece haber crecido con relativa intensidad en los últimos años. Este aumento de la productividad explicaría por qué la economía de España está creciendo con tanta fuerza sin la necesidad de generar una creación tan masiva de empleo como ha ocurrido en otros ciclos de recuperación. A primera vista, este nuevo comportamiento de la economía española parece positivo.
Poco a poco, y ante la ausencia de burbujas, la economía española va dedicando una mayor cantidad de recursos a esos sectores más productivos. «Pese al retraso que sigue sufriendo España en este aspecto, se aprecia un cambio de tendencia y la tasa de crecimiento anual de los activos intangibles se acelera tras la Gran Recesión, pasando del 2,6% anual en el periodo 2000 a 2013, a una tasa de crecimiento del 3,9% anual entre 2013 y 2019».
Pese a todo, si España quiere cerrar la brecha se necesita un auténtico boom de la productividad, lo que requeriría un capital humano mejor formado y unas empresas de mayor tamaño (con capacidad para invertir). En definitiva, como señalaba Javier García Arenas, de CaixaBank Research, a finales de 2023: «La mejora sustancial de la productividad en la economía española exige poner el énfasis, entre otras palancas, en la educación, el tamaño empresarial y la innovación».