Camilo Villarino, inadecuado para embajador a ojos del Gobierno, pero apto para dirigir la Casa Real
En un país como España, donde los políticos nombran con frecuencia a amigos ineptos, pero de su cuerda, para desempeñar cargos, el diplomático Camilo Villarino, (Zaragoza, 1964), logró durante cuatro años (2017-2021) una proeza. Fue el director de gabinete de cuatro ministros sucesivos de Asuntos Exteriores de ideologías contrapuestas.
Alfonso Dastis, el jefe de la diplomacia en tiempos de Mariano Rajoy, fue el primero en nombrarlo, pero después le mantuvo el socialista Josep Borrell, continuó en el cargo durante el interim de Margarita Robles y siguió ejerciendo de jefe de gabinete con Arancha González Laya hasta el verano de 2021.
Villarino se convertirá el mes próximo en jefe de la Casa del Rey, en sustitución de Jaime Alfonsín (Lugo, 1956), según anunció el rey Felipe VI el viernes en un comunicado. El anuncio de ese nombramiento suscitó una salva de aplausos por parte de sus antiguos jefes y del actual, Josep Borrell. Resaltaron su lealtad, su profesionalidad, su capacidad de trabajo y su gran conocimiento del mundo, sobre todo de las áreas geográficas que más interesan a España.
Algunos de los que hemos conocido a Villarino en otros ámbitos —en un vuelo nocturno transatlántico en 1992— destacaríamos, más bien, su gran sentido de Estado. Él es, ante todo, por encima de su ideología conservadora, un discreto —rehúye a la prensa— y abnegado servidor del Estado y de sus instituciones. «Me recuerda a los altos funcionarios franceses, el país donde el sentido de Estado está más enraizado en Europa», comentaba un compañero suyo. «Aunque Francia es una república y él va a servir a una monarquía», añadía riéndose.
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Casado y padre de tres hijas, Villarino tiene aficiones atípicas para un diplomático cuasi sexagenario que desde muy pequeño quiso conocer mundo. Es oficial, con rango de capitán, en la reserva voluntaria del Ejército de Tierra. Dedicaba parte de sus vacaciones veraniegas, recordaba Borrell el viernes, «a cumplir con sus deberes militares» en un Cuartel General de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Tiene además otros hobbies más convencionales, como la lectura, y le apasiona la historia.
Villarino guarda también un muy buen recuerdo de todos a los que sirvió como jefe de gabinete, pero ha dado a veces a entender que con el que le resultó más fácil trabajar fue el que estaba más alejado de sus postulados ideológicos. Borrell se afilió al PSOE hace 49 años. Tenía fama de poseer un carácter endiablado, pero en cuanto empezó a tratarlo, se dio cuenta de que su reputación era inmerecida.
Josep Borrell lo rescató, incorporándolo primero a su equipo en Bruselas y convirtiéndolo incluso en su jefe de gabinete a finales de 2022
El aprecio era mutuo y por eso Borrell, hoy en día Alto Representante de la UE para la Política Exterior, puso fin a la travesía del desierto de Villarino, que empezó en cuanto llegó José Manuel Albares al ministerio de Asuntos Exteriores, en julio de 2021. Borrell lo rescató, incorporándolo primero a su equipo en Bruselas y convirtiéndolo incluso en su jefe de gabinete a finales de 2022.
Menos éxito tuvo Borrell cuando, a finales de 2021, trató de rescatar a otro de los diplomáticos con los que había trabajado, Juan González-Barba. Hasta Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía, dio su acuerdo a Pedro Sánchez para que González-Barba fuera nombrado representante especial de Naciones Unidas para Chipre, pero Albares desmontó su candidatura. Borrell trató de convencer a Sánchez de la idoneidad del diplomático español, pero el presidente respetó la decisión de su ministro de Exteriores. El cargo recayó sobre un canadiense.
El desierto, Villarino lo empezó a recorrer cuando, en agosto de 2021, Albares logró que el Consejo de Ministros retirase la petición de «plácet» que había cursado a Rusia para después poder nombrarlo embajador de España en Moscú. Villarino se quedó en Madrid, relegado en un puesto marginal.
Desde la Oficina de Información Diplomática, se dejó entonces caer a la prensa que no tenía el perfil adecuado para el puesto, y desde el entorno del ministro se explicó a algún diputado que carecía de experiencia en el mundo eslavo para estrenarse nada menos que como embajador en Moscú. Villarino había estado destinado en Croacia.
Las razones de la retirada de la petición de plácet son de otra índole. El jefe de gabinete de González Laya fue el que organizó, en abril de 2021, la discreta llegada a España de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, y su ingreso en el hospital San Pedro de Logroño. Tiene nacionalidad española y estaba enfermo de covid. Villarino actuó acatando las órdenes de su ministra, quien, a su vez, contaba con el visto bueno del presidente Pedro Sánchez, al que había consultado.
La acogida de Ghali sirvió de pretexto a las autoridades de Marruecos para ahondar la crisis con España que empezaron a desatar en diciembre de 2020. González Laya se convirtió entonces en la bestia negra del «majzén», la oligarquía que manda en Rabat, y su animadversión abarcó a Villarino. Él era conocido en la capital marroquí porque fue durante cuatro años (2013-2017) «número dos» de la Embajada española. Su jefe era entonces Ricardo Díez-Hochleitner, que antes fue nueve años (2002-2011) secretario general de la Casa del Rey.
«Atrapado por la Justicia»
Él y su ministra acabaron imputados por el juez Rafael Lasala, titular del Juzgado de Instrucción 3 de Zaragoza, por prevaricación, encubrimiento y falsedad de documento, al permitir la entrada de Ghali en España a través del aeropuerto de esa ciudad. El abogado valenciano Juan Carlos Navarro ejerció la acusación particular por cuenta de dos clientes, el empresario hispano marroquí Rachad Andaloussi, y el exdiputado del PP Juan Vicente Pérez. Todos ellos habían actuado anteriormente «por cuenta de la Dirección General de Estudios y Documentación», el servicio secreto exterior marroquí, según un informe del CNI del 24 de junio de 2021, parcialmente publicado por el diario El País.
La prensa marroquí mostró su regocijo por las penalidades judiciales del exdirector de gabinete. «Camilo Villarino, atrapado por la Justicia española«, tituló el 13 de agosto de 2021 Hespress, el principal diario marroquí. «Camino Villarino no será embajador en Moscú«, se podía leer, el 25 de agosto de 2025, en la mancheta de L’Opinion, órgano del Istiqlal, un partido gubernamental. «Su apadrinamiento [por González Laya] fracasó», gracias al nuevo jefe de la diplomacia española, insistía Hespress. «Su carrera parece hipotecada para siempre«, concluía. El diario oficialista Rue 20 seguía recordando, el viernes 19, tras el anuncio del próximo nombramiento en la Casa del Rey, su destacada labor en la acogida a Ghali. Algunos altos cargos marroquíes pasaron, sin embargo, página, y ese mismo día por la noche ya lo estaban felicitando en privado.
González Laya fue sacrificada por Pedro Sánchez en julio de 2021, como ministra de Exteriores, en aras a la reconciliación con Marruecos. Por el mismo motivo, Villarino perdió su anhelada embajada. La Abogacía del Estado lo defendió hasta su desimputación, en marzo de 2022. Ese fue el único apoyo que él y la exministra recibieron. Cuando dio los primeros pasos para recomponer la relación con Marruecos, el Gobierno español no puso como condición previa que se retirasen las demandas presentadas en Zaragoza.
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Europa Press
A Borrell, Villarino no debe solo haberle sacado del hoyo profesional en el que se encontraba en el Ministerio en el otoño de 2021. Sin saberlo, le hizo otro favor. En sus últimos meses como ministro de Asuntos Exteriores, en 2019, se lo llevó a algunos de los viajes al extranjero en los que tuvo que acompañar a Felipe VI. Fue ahí donde empezó a ganarse el aprecio del monarca. Ricardo Díez-Hochleitner también ensalzó sus virtudes ante el rey.
Su perfil al frente de la Casa Real es muy diferente del de su predecesor. Quizás sepa menos derecho, pero Villarino tiene el mundo en la cabeza en una etapa especialmente convulsa. Jaime Alfonsín ya impulsó algunas reformas fundamentales, sobre todo en materia de transparencia, pero aún queda mucho por hacer para acercar la institución monárquica a todos esos españoles que recelan de ella porque son de tradición republicana o porque el recorrido de don Juan Carlos ha dañado su reputación.