El gran auge de la minería ilegal de oro se mudó a Nicaragua – Semanario Universidad
Mayores facilidades y mejor pago por el producto en ese país podrían explicar la drástica caída en exportaciones legales de Costa Rica.
La persecución policial detrás de la legitimación de capitales, sumado a que del lado norte de la frontera no solo la vigilancia es más escasa en la Reserva de Indio Maíz, sino que el oro es mejor pagado y más fácil de procesar artesanalmente, han hecho que el auge de la actividad de explotación ilegal de ese metal se haya mudado de Crucitas a Nicaragua y podría explicar, al menos en parte, una vertiginosa caída en las exportaciones legales de Costa Rica.
Ello, evidentemente, no quiere decir que la actividad esté en camino a desaparecer en el sector de Cutris de San Carlos, pero, en palabras de Alejandro Fernández, investigador de la Sección Especializada Contra los Delitos Medioambientales del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), “ahí es donde nosotros policialmente sabemos que se está extrayendo el oro”, pues “los coligalleros, tanto nicaragüenses como costarricenses, migraron al lado de Nicaragua a realizar esa extracción de oro”.
La realidad descrita por Fernández parece coincidir con la denuncia de un reportaje publicado en octubre del año pasado por las organizaciones Connectas y Artículo 66, el cual indica que desde hace más de una década es más el oro que se reporta exportado desde Nicaragua que el producido, según los raquíticos registros oficiales del gobierno de Daniel Ortega.
Así, esa información destaca, entre otras cosas, la disparidad al respecto registrada entre 2020 y 2022. En 2020 se reportó la producción de 8,5 toneladas de oro en bruto, pero se exportó 11,8. Para 2021 la diferencia fue de 10,8 contra 16 y, en 2022, de 11,5 toneladas producidas y 16,4 exportadas.
El mencionado reportaje cita a especialistas que aseguran que se trata de lavado de oro proveniente de Venezuela y Colombia; sin embargo, también es cierto que, según datos de la Promotora de Comercio Exterior (Procomer), las exportaciones ticas de oro en bruto alcanzaron un tope máximo, en 2018, de más de 1.100 toneladas exportadas, pero para 2020 solo se exportó 3,5 toneladas y desde entonces no se ha llegado ni a una tonelada exportada (ver gráfico), lo cual coincide con la tendencia creciente en las exportaciones nicas.
Todo ello encaja con la explicación ofrecida por Fernández de que “la mayoría de coligalleros o extractores de oro de la zona se pasan al país vecino, ahí es donde se nos da el auge de 2020, 2021 y 2022, es donde está concentrada la mayoría de personas actualmente: en el lado de nicaragüense”.
Especificó que se trata de la zona de la Reserva de Indio Maíz, “donde, primero que todo, hay menos control policial. Recuerde que aquí teníamos a la Policía Fronteras literalmente en la finca donde se está extrayendo el oro, mientras que allá, por ser una selva densa, además hay menos control por parte del ejército”.
La nueva realidad
La magnitud de la presencia policial a uno u otro lado de la frontera es tan solo uno de varios factores señalados por el investigador.
Fernández recordó que entre 2017 y 2018 se dio “el gran auge de la explotación minera en Crucitas”, cuando se detectó la presencia de más de 4.500 coligalleros y, cuando la policía “logró incautar grandes cantidades de cianuro”, cuyo destino final “aparentemente sería Crucitas”.
Sin embargo, posteriormente, “nosotros como Policía Judicial, en su momento (2020), con el caso de legitimación de capitales, se detuvo gran cantidad de personas, en este caso, los principales compradores de oro de la zona de Crucitas”. Entonces, para los coligalleros “ya no era tan atractivo vender oro en Costa Rica” y es cuando se da el éxodo de coligalleros a Indio Maíz en Nicaragua, según explicó.
A la falta de vigilancia y ante un mejor mercado para vender el producto, se suma que el gramo de oro es mejor pagado al norte de la frontera. Fernández informó que, aproximadamente, en Nicaragua se paga entre ₡22.000 y ₡25.000, mientras en Costa Rica ronda ₡18.000 a ₡22.000. Es decir, la diferencia puede rondar de ₡5.000 a ₡10.000 por gramo, en algunos casos.
Por otra parte, no solo la extracción de material es más fácil en Nicaragua: también su procesamiento. La práctica común es extraer todo el material que pueda contener oro, dígase de Crucitas, y transportarlo a otro sitio para ser procesado mediante las llamadas tómbolas que muelen la roca y que se pueden fabricar de manera artesanal.
El investigador explicó que se trata de artefactos detectables por las autoridades por ser muy ruidosos, pero en el contexto del denso bosque de Indio Maíz eso no es un problema; además de que resulta más barato y menos arriesgado transportar ese material de Crucitas a Nicaragua que a Abangares. “Es por esa razón que la exportación baja sustancialmente en el país y se traslada o se incrementa del lado nicaragüense”, apuntó.
Problema migratorio
Juan Diego González, regidor y alcalde electo de San Carlos, informó que, en efecto, a partir de que la la Fuerza Pública retomó el control de la célebre Finca Vivoyet, “la extracción de oro, por lo menos, se siente menor; no es nula, pero sí se nota menor presencia de oreros”.
Cabe recordar que, el año pasado, la administración Chaves tomó la decisión de sacar al destacamento de policías que se mantenía de forma permanente en esa finca, epicentro de las actividades de Industrias Infinito y de los coligalleros. La decisión solo se aplicó durante unas semanas, pues constituyó un error más que evidente.
González sí observó que “en su mayoría, lo que uno percibe cuando visita la zona es que son oreros nicaragüenses y, efectivamente, lo están llevando para el otro lado, pues es lo que le comentan a uno los vecinos”.
De hecho, llamó la atención sobre que en la Reserva de Indio Maíz no existen servicios básicos ni telefonía o Internet, de manera que “uno sí nota, cuando visita la zona, que muchos de esos oreros se establecen en el lado costarricense, viven ahí, construyen su rancho o viven en casas de la zona y cruzan todos los días en bote a extraer (oro) al otro lado y se regresan”.
González puntualizó que todo esto es evidente en la comunidad de Chorreras, ahí mismo en Cutris. Allí ha comprobado, personalmente, que se han establecido muchas familias provenientes del lado nicaragüense, que incluso matriculan a sus niños y niñas en la escuela local.
Añadió que “prefieren establecerse de lado tico porque ahí tienen todo, pueden suministrarse de mejor manera que del lado allá, que es una reserva”.
“La principal víctima va a ser el río San Juan”
El geólogo Allan Astorga, quien desde hace años ha dado seguimiento al problema de Crucitas, ponderó que el aumento de las exportaciones de Nicaragua no le sorprende, pues en ese país “está muy institucionalizado el tema de la exportación del oro”; además de que “allá no hay tanto control ambiental, es menos riguroso y, sobre todo, en esta actividad artesanal me parece que hay, hasta cierto punto, una actitud muy permisiva del Gobierno”.
Mostró honda preocupación ante el hecho de que la extracción del oro siempre se basa en uso de mercurio, “un contaminante muy importante, muy tóxico, con el grave problema de que se bioacumula”, es decir, “termina en los tejidos de los peces pequeños y grandes y en la vegetación, entonces es un problema ambiental serio que ya tenemos en el lado de Crucitas”.
Aseveró que “la principal víctima” va a ser “toda la la flora y fauna del río San Juan, que dicho sea de paso, en el área del Delta en Colorado, ahí se separa y, otra vez, el 90% del caudal del río San Juan pasa al río Colorado, que es la principal arteria que drena a todos los humedales del Norte de Costa Rica”.
Dijo que ello representa más de 3.000 hectáreas, “todos esos ecosistemas de humedal que tenemos al norte, porque el mercurio se va a ir moviendo, es una contaminación que se va a ir expandiendo”.
Astorga ponderó que la solución para la zona es “establecer pequeñas concesiones, como se hace en Abangares, a microempresas mineras que extraigan el oro con regulaciones ambientales”.