Stephen Hawking, una gran mente entre el Dios atómico y Marilyn Monroe
Cuenta Thomas Hertog (Lovaina, Blgica, 1975), que la ltima teora de Stephen Hawking fue «Sobre el origen del tiempo«, quiz por la idea de que podra volver al principio. El cosmlogo y discpulo de Hawking resume en 400 pginas una masa de veinte aos de conversaciones con el fsico terico, divulgador cientfico y humorista britnico ms representativo del ltimo medio siglo. Como ejemplo de esto ltimo, a los pocos minutos de conocerse, Hawking seleccion desde su silla de ruedas un par de agnicas palabras de su pantalla: «Me muero». A las que siguieron, sin inmutarse su enfermera, algunas ms: «Por una taza de t».
Sobre el origen del tiempo
Thomas Hertog
Traduccin de Francesc Pedrosa y Juan Luis Riera. Debate. 400 pginas. 23,90 Ebook: 10,99
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En 2009 alguien en EEUU present una demanda, preocupado porque en el recin construido Gran Colisionador del CERN se produjeran agujeros negros o alguna otra forma de materia extica que pudiera destruir la Tierra. Entonces cometieron el error de mandar a Hawking a comprobarlo. «Espero que fabriquis agujeros negros», solt entrando emocionado por la puerta en su silla de ruedas.
Los rockeros de la fsica
En este ensayo, Hertog regresa al principio del universo mientras avanza hacia el final de Hawking, al que empieza escuchando el dedo de su mano hasta acabar resolviendo ecuaciones interpretando el brillo de sus ojos. De unas palabras por minuto, a minutos por palabra. Casi a la misma velocidad a la que avanza un lector ajeno al universo de la escuela de la relatividad de Cambridge, las frmulas matemticas o la poesa de Franois Jacqmin: «La pregunta del origen oculta el origen de la pregunta».
Su grupo era «como una banda de rock: informal, fuera de contacto con la realidad cotidiana y radical en su ambicin de cambiar el mundo». Y con un vocalista estrella mudo. «En lo que se refiere a la ciencia, las clases de Stephen tenan que contener chistes», cuenta en el libro su aventajado discpulo. Una vez, cuenta tambin, le pregunt a Stephen qu era la fama. «Es que te conozca ms gente de la que t conoces», les respondi.
Sus grupis, pueden saber ahora qu pona su salvapantallas: «Para llegar a donde Star Trek no se atreve a ir». O descubrir que en la pared de su despacho tena una foto de Marilyn Monroe, y dos pizarras. Una con dibujos y frmulas que, con arqueologa matemtica, Hertog dat en la dcada de los 80. «Es posible que se tratase de sus ltimos garabatos escritos a mano?», se pregunta.
Tambin, qu haca Hawking cada da a las cuatro de la tarde: «Sala de la puerta verde oliva de su oficina con el clicador en la mano derecha y la izquierda sobre el mando de la silla de ruedas, que desplazaba entre la multitud -pisando de vez en cuando a alguien-, para unirse a una conversacin. Debatamos en torno a mesas bajas con superficies blancas lavables, ideales para garabatear ecuaciones y discutir sobre nuestras nuevas ideas. El t en s era bastante malo, pero la ocasin propiciaba una ciencia excelente al reunirnos a todos«. Robert Oppenheimer, notorio por la bomba atmica y antiguo director del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, dijo una vez: «El t es donde nos contamos unos a otros lo que no entendemos».
Un legado inspirador
La escuela de Stephen en Cambridge, cuenta Hertog, se dedicaba a los agujeros negros y al universo: «Pero de l aprendimos ms acerca del espritu. Nos ense tanto sobre el valor, la humildad y la forma de vivir como sobre cosmologa cuntica«. Hawking vea el universo recin nacido como una nuez en sus manos, pero no porque se creyera Dios, sino porque ste no dejaba de aparecrsele invitndole a meter el dedo en sus llagas interestelares.
Las teoras del astrnomo y sacerdote Georges Lematre no dejan de sucederse en el libro como punto de partida, pero tambin de final, cuando Dios podra ser simplemente un tomo primigenio: «Esa teora se sita por entero fuera de cualquier cuestin metafsica o religiosa. Deja al materialista libre para negar cualquier Ser trascendental».
«Stephen crea firmemente que el coraje de nuestras preguntas y la trascendencia de nuestras respuestas nos permitira gobernar con seguridad y prudencia el planeta Tierra en el futuro», concluye Hertog. «La historia de su vida, en la que, despus de su terrible diagnstico de ELA, hall la voluntad de amar, de tener hijos, de experimentar el mundo en todas sus dimensiones y de aprehender el universo, inspir a millones de personas y seguir siendo una potente metfora de lo que la humanidad puede conseguir».
Su mensaje de despedida, enviado al espacio durante una ceremonia conmemorativa el 15 de junio de 2018 en la abada de Westminster, lo resume todo: «Cuando vemos la Tierra desde el espacio, nos vemos en conjunto; vemos la unidad y no las divisiones. Es una imagen muy simple, pero con un mensaje persuasivo: un planeta, una raza humana. Nuestras nicas fronteras son la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Debemos convertirnos en ciudadanos globales. Trabajemos juntos para hacer que ese futuro sea un lugar que queramos visitar».