Preocupación en la NASA: la nave Voyager 1 envía extraños códigos
“Houston, tenemos un problema”. Es la frase que, a estas horas, puede estar sonando en el Centro Espacial Johnson de la NASA. Unas palabras pronunciadas por el astronauta Jack Swigert un 13 de abril de 1970, cuando la nave Apolo 13 registraba una anomalía en un viaje hacia la Luna. Ahora, más de cinco décadas después, quien pide auxilio es una de las principales sondas de la agencia estadounidense, la Voyager 1.
Una sonda que, tras lanzarse al espacio en 1977, podría estar tocando a su fin tras registrar problemas con las comunicaciones. Suzanne Dodd, directora del proyecto de dicha misión, lo ha calificado como “el problema más grave” para la sonda desde que está al mando, en el año 2010. La nave registró un fallo en sus ordenadores, limitando su capacidad para enviar datos científicos y de investigación a la Tierra. Básicamente, comenzó a transmitir un patrón de unos y ceros de forma incoherente. Desde el pasado mes de noviembre no ha podido enviar datos ‘legibles’.
“Científicamente, es una gran pérdida. Pero emocionalmente, tal vez sea una pérdida aún mayor”, añade Dodd. Sea cual sea el final, la Voyager 1, junto a su ‘gemela’ Voyager 2, ha superado con creces la misión para la que fue diseñada. Una misión inicial de cuatro años y que, de acabar aquí, se quedaría en 46. En este tiempo ha tomado imágenes de cerca de Júpiter y Saturno, además de descubrir volcanes activo, lunas y demás objetos espaciales.
Objetivo cumplido con creces
No en vano, es el objeto creado por el hombre que más lejos ha ido en el espacio. Tras ‘visitar’ Júpiter y Saturno, y aprovechando una rara alineación de los planetas que ocurre cada 175 años, logró llegar hasta Urano y Neptuno. En 2012 logró el hito de ser el primer objeto creado por el hombre en salir de la heliosfera, el espacio alrededor del sistema solar influenciado por el sol.
Antes de que surgieran los problemas, la Voyager 1 estaba estudiando una perturbación anómala del campo magnético y las partículas de plasma en el espacio interestelar. “No se está lanzando nada más para salir al mercado”, detalla Dodd, que recalca la importancia de recuperar la nave con todos sus datos.
Pero, a 24.000 millones de kilómetros de distancia, tratar de arreglarla es ciertamente complicado. Con una tecnología de hace casi cinco décadas, lejos de las actuales, son necesarias 45 horas para intercambiar información con la sonda. “Es como tratar de averiguar dónde está el cursor en la pantalla de su ordenador portátil cuando la pantalla no funciona”, compara Dodd. Aunque el equipo confía en poder ‘rescatarla’, la NASA ya había dado una estimación de cuando morirían sus generadores de propulsión, que sería alrededor del año 2025.