Este año se cumple el centenario natal del destacado muralista José Reyes Meza
▲ De la obra muralística de Reyes Meza destacan sus frescos en el desaparecido Casino de la Selva, de Cuernavaca, Morelos.Foto tomadas de un grupo de Facebook dedicado al pintor
Merry Macmasters
Periódico La Jornada
Lunes 11 de marzo de 2024, p. 2
El 23 de noviembre se cumplirá el centenario natal del pintor, escenógrafo, diseñador y escritor José Reyes Meza, oriundo de Tampico, Tamaulipas, quien falleció el 29 de octubre de 2011.
Después de cursar estudios en su estado natal, a los 14 años Reyes Meza se trasladó a la Ciudad de México para ingresar a la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ahora Facultad de Artes y Diseño), donde tomó clases con profesores como Francisco Goitia y Luis Sahagún.
En 1942, incursionó en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), donde, en compañía de otros estudiantes, y bajo la dirección de Xavier Rojas, fundó el Teatro Estudiantil Autónomo.
En el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura trabajó de escenógrafo y fue integrante del Consejo Técnico y Artístico de la Danza. En 1957, obtuvo el Premio de la Agrupación de Críticos como el mejor escenógrafo del año por el montaje de Bodas de sangre en Ciudad Universitaria, donde además escenificó numerosas revistas musicales.
Fue miembro fundador del Salón de la Plástica Mexicana, y desde edad muy temprana exhibió su obra en museos y galerías de México y del extranjero.
En 1958, Reyes Meza retomó la pintura. De su obra muralística destacan sus frescos en el desaparecido Casino de la Selva, de Cuernavaca, Morelos; el mural tallado en la montaña que decora la presa Nezahualcóyotl en Raudales de Malpaso, Chiapas, hecho junto al escultor Federico Canessi en 1964; los que creó en mosaico para adornar la fachada del Pan American National Bank, de Los Ángeles, California. Otra iniciativa en el extranjero fue en colaboración con Zita Basich en el diseño y la realización de los vitrales que decoran la iglesia de la Virgen de Guadalupe, en Madrid.
También realizó obra de integración plástica en iglesias de la Ciudad de México, además de ejecutar un mural en el edificio del Registro Público de Propiedad y el Comercio de la capital del país, así como otros dos para la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en la Facultad de la Veterinaria, en Ciudad Victoria, y en el Edificio Administrativo de Tampico.
En el INAH enfocó su interés en la mitología, la religión y la magia. Estudioso de las infinitas propuestas del número de oro llenaron la mayor parte de su vida y plasmó su ideario en los libros Signos sagrados y El círculo mágico y el alma del mundo: Platón-Leonardo da Vinci. En este último, Reyes Meza escribió que ante la necesidad de enriquecer al máximo su conocimiento de las proporciones armónicas para la composición de sus murales, cayó en la obsesión de profundizar en la infinidad de la divina proporción o número de oro.
Los estudios, investigaciones y experiencias de Reyes Meza con el número lo llevaron “al terreno de lo esotérico y aún más allá hasta el límite de la razón, donde el número es el umbral de lo inefable. Ahí donde el pensamiento de Platón y la suprema inteligencia de Leonardo da Vinci se integran y se funden en el Hombre de Vitruvio, que contiene las medidas del todo, y que conforman el enunciado de Protágoras”.
Para el pintor, otro descubrimiento suyo, que consideró valiosísimo y trascendente, fue “una segunda serie de Fibonacci potencializada, que abre la puerta a otro espacio-tiempo, que confirma la infinitud del número de oro, su regencia en los tiempos que son y en los tiempos que no son, como se muestra en la página 181 de El círculo mágico…, o en los tiempos que fueron como la relación de los conejos de Fibonacci con el calendario azteca”.
A modo de presentación del volumen, Reyes Meza aclaró que no era matemático, sino que me he aventurado por los caminos del número, como alguien que penetra en un lago de aguas profundas, siempre en movimiento
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En junio de 2008, en la conmemoración de los 160 años de la fundación de Nuevo Laredo, se le rindió un homenaje al poner su nombre al primer museo de arte de la ciudad, ubicado en el Centro Cultural Nuevo Laredo.