El alucinante mundo de los «fósiles vivos», especies que pasan miles de millones años sin mutaciones relevantes
La naturaleza está en constante evolución, pero la velocidad a la que las especies incorporan cambios en sus características puede ser de lo más diversa. Esto es lo que nos permite hablar de “fósiles vivientes”, especies que han permanecido millones de años sin cambios evolutivos reseñables.
Punto muerto. Un nuevo estudio ha revelado alguno de los secretos de los peces de la familia Lepisosteidae. Unos secretos que han llevado a estos peces a un “punto muerto” evolutivo, convirtiéndose en los vertebrados con mandíbula con una evolución molecular más lenta.
Hasta ahora el término “fósil viviente” se aplicaba a aquellas especies que se habían mantenido sin cambios durante decenas o cientos de millones de años. Gracias a este estudio por fin tenemos una noción de lo que ocurre con la genética de estos animales.
Tal y como explica en una nota de prensa Thomas Near, coautor del estudio: “fundamentalmente, esta es la primera instancia donde la ciencia muestra que un linaje, a través de un aspecto intrínseco de su biología, cumple con el criterio para ser un fósil viviente.”
1.100 exones. Los resoponsables del estudio compilaron información sobre secuencias de más de 1.100 exones de un total de 478 especies. Los exones son fragmentos codificantes del ADN. A partir de ahí crearon un árbol genealógico evolutivo, a partir del cual pudieron estudiar la velocidad a la que estos exones cambiaban.
Lo que observaron fue una gran variabilidad en la velocidad a la que sucedían estos cambios entre especies tradicionalmente consideradas como fósiles vivientes. Por ejemplo celacanto, elefantes, o tiburones presentaban 0,0005 mutaciones por cada millón de años (o una mutación cada 2.000 millones de años).
Aunque esta velocidad es mucho mayor que la media en sus respectivos clases, sigue siendo un ritmo considerablemente mayor que el de los peces de la familia Lepisosteidae. Estos peces mutan a un ritmo de 0,00009 mutaciones por millón de años, menos de una mutación cada 11.000 millones de años. Los detalles del trabajo fueron publicados en un artículo en la revista Evolution.
Reparando el ADN. En el caso de estos peces la clave estaría, creen los responsables del estudio, en la alta capacidad de su ADN para repararse. Según esta hipótesis, la habilidad de estos peces para corregir mutaciones somáticas y germinales sería “más eficiente” que la de otras especies
Los autores del estudio destacan la importancia de saber más sobre este mecanismo de reparación. Replicar esta capacidad de reparación puede ser de gran ayuda a la hora de luchar contra el cáncer, al tener algunos su origen en mutaciones somáticas de nuestro ADN.
Hibridando. La longevidad taxonómica de estos animales tiene algunas implicaciones curiosas, como una sorprendente capacidad para producir híbridos viables y fértiles entre especies separadas cientos de millones de años atrás. Los últimos ancestros comunes de estos peces vivieron en la era de los dinosaurios.
En escala temporal, explican los autores, esto sería como si un chimpancé fuera capaz de generar híbridos viables y fértiles con un canguro. La mayor velocidad a la que han evolucionado estas dos especies, sin embargo impide esto. En el caso de estos peces, las diferencias son insuficientes como para impedirlo.
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Imagen | Solomon David