“El coche eléctrico está teñido de sangre de Congo” – La Vanguardia
La nueva pesadilla de Congo es de color azul. El cobalto, un metal azulón utilizado en las baterías de litio recargables, ha cambiado la vida de nuestros aparatos tecnológicos: gracias a él, nuestros móviles, ordenadores o coches eléctricos se cargan antes, funcionan durante más tiempo y se calientan menos. La contrapartida es un infierno para miles de personas en Congo. En Cobalto Rojo (Ed. Capitán Swing), el investigador Siddharth Kara (Knoxville, EE.UU., 1974), destapa el horror que conecta nuestro móvil con las profundidades de las minas congolesas.
Horror en las minas
Si no fuera por la demanda de cobalto para nuestros móviles, no habría esta violencia”
Ha investigado antes el trabajo infantil y la esclavitud, ¿qué le llevó al cobalto?
En 2016, unos colegas africanos me avisaron de que algo malo sucedía con la minería de cobalto en el Congo. En ese momento, pensaba que era solo un color usado en pinturas. Viajé a Congo en 2018 para realizar un estudio académico, pero lo que vi en ese primer viaje, el sufrimiento y la degradación, fue tan grave que sentí que el mundo necesitaba saberlo. Por eso escribí este libro.
¿Qué vio?
Vi el reloj moral de la humanidad retroceder dos siglos hasta el tiempo en el que la gente de África era tratada como salvajes subhumanos por el orden económico global. De repente había otro tesoro deseado por todos en Congo y el mundo no mostraba ninguna preocupación por la dignidad o el bienestar del pueblo congoleño. Y lo peor es que todos nosotros no podemos funcionar ni 24 horas sin cobalto y tres cuartas partes del suministro mundial provienen del Congo, que se extrae en condiciones espantosas, violentas y degradantes.
La historia de sufrimiento de Congo es extensa…
Pero jamás en la historia de la esclavitud hubo tanta degradación humana para los que están abajo, ni se generaron tantas ganancias para los que están en la cima. El Congo del rey Leopoldo fue un horror, pero aquel saqueo es un grano de arena en comparación con el dinero que ganan las empresas y la cantidad de vidas que se ven afectadas. ¿Alguien en el Norte Global funciona sin cobalto? Imagina la escala de ello.
Las empresas tecnológicas dicen tener tolerancia cero con el abuso en su cadena de suministro. ¿Es cierto?
No, es márquetin, relaciones públicas. La verdad está en el terreno. Y Cobalto Rojo es el primer libro en sacar esa verdad al mundo.
China domina la región de Katanga, cuna del cobalto.
Hace 15 años, mucho antes de que Occidente prestara atención, Pekín vio que el futuro eran las baterías recargables. Por eso bloquearon los recursos para hacer estas baterías: el litio, el níquel, el manganeso y en particular el cobalto. Controla más del 70% de la producción minera en el Congo, producen el 80% del suministro mundial de cobalto refinado y el 50% de las baterías recargables del mundo. China es la fuerza dominante del cobalto y hace la vista gorda en el coste humano y ambiental de su extracción.
El cobalto es clave para el coche eléctrico, estandarte de la revolución verde.
El cobalto de Congo está manchado por abusos de derechos humanos y ambientales. Una de las revoluciones verdes más importantes en Occidente, como el coche eléctrico, se sostiene sobre un sufrimiento espantoso. La revolución verde del coche eléctrico está teñida de rojo de sangre de Congo. La transición de combustibles fósiles a energías sostenibles se construye sobre una hipocresía. Estamos tratando de salvar nuestro medio ambiente y dejar un planeta más verde a nuestros hijos a cambio de destruir el de los niños en el corazón de África.
¿Cuál es el precio?
Se han talado millones de árboles para hacer espacio a las minas. El aire, la tierra o el agua congolesas han sido contaminadas con las emisiones tóxicas de las instalaciones de procesamiento. Y la gente sufre lesiones, exposición tóxica y muerte. Recuerdo a unos padres que habían perdido a un hijo en un derrumbe de un túnel. Los lectores deberían tomarse un momento e imaginar esto: cuando conecten tu teléfono, imaginen que al otro lado de ese cable, hay una madre que se golpea el pecho rota de dolor porque su hijo fue enterrado vivo excavando cobalto para ganar uno o dos dólares al día. Ese es el precio que pagan para apoyar nuestras vidas recargables.
¿Qué responsabilidad tenemos los consumidores?
Si no fuera por la enorme demanda de cobalto, generada porque el consumidor compra teléfonos inteligentes de 1 000 euros y vehículos eléctricos de 100.000 euros, no habría toda esa cascada brutal de violencia.
¿Qué pueden hacer quienes estén leyendo esta entrevista?
La primera, difundir conciencia. El cambio social solo ocurre cuando el mundo conoce un horror. Quizás pronto nazcan los líderes que corrijan esta injusticia.
¿Y la segunda?
Todos debemos pensar sobre nuestros hábitos de consumo. ¿Tenemos que actualizar nuestros teléfonos cada año solo porque la cámara tiene más megapíxeles? Cada vez que renuevas tu teléfono contribuyes a la demanda que aplasta a la gente en Congo.
Las empresas tecnológicas argumentan que es imposible controlar el caos de Congo.
Es una excusa obscena. Nadie les ha puesto una pistola en la cabeza para que usen cobalto del Congo. Son decisiones que toman para aumentar la vida útil de las baterías de sus dispositivos y vender más y más caro. Tienen que aceptar la responsabilidad de sus cadenas de suministro o no usar cobalto de Congo.