¿Cuándo se es ‘oficialmente’ una persona de la tercera edad? Más tarde de lo que te imaginas
¿Intentas mantenerte joven para siempre? Es un objetivo popular: se calcula que el mercado del antienvejecimiento, valorado en 40 000 millones de dólares, alcanzará los 60 000 millones en 2032. Para evitar la vejez, la gente se unta crema antiarrugas, toma suplementos y levanta pesas, entre otras intervenciones.
Aunque el envejecimiento se presenta a menudo como un problema que hay que solucionar, es más modificable de lo que se cree. Según los últimos estudios científicos, no existe un punto de inflexión biológico claro que marque la transición de la mediana a la tercera edad, afirma Eric Verdin, presidente y director general del Buck Institute for Research on Aging de California (Estados Unidos).
«Existe una increíble variabilidad entre las distintas personas», afirma Verdin, que es partidario de utilizar la edad biológica de una persona (es decir, la edad de sus células y tejidos) en lugar de su edad cronológica, que es el número de años que ha vivido.
Según el estudio dirigido por Markus Wettstein, investigador de la Universidad Humboldt de Berlín (Alemania), los adultos de mediana y tercera edad se sienten hoy más jóvenes que hace 10 ó 20 años.
La gente vive más años, lo que explica en parte esta tendencia. Pero los resultados también pueden reflejar una visión sombría del envejecimiento, sobre todo en el hemisferio occidental.
«La gente pospone la vejez porque no quiere entrar en esta fase de la vida tan indeseable», explican Wettstein y sus colegas en un correo electrónico enviado a National Geographic.
Durante gran parte de la historia de la humanidad, la capacidad de una persona para realizar tareas o contribuir a su familia y a su comunidad determinó la percepción de la vejez.
En todo el hemisferio occidental, a finales del siglo XIX y principios del XX, la jubilación marcaba el momento en que la atención se centraba en la edad cronológica del individuo, no en sus capacidades.
Mientras que en España la edad de jubilación ya comienza a sobrepasar los 65 años, el estadounidense medio, en cambio, se jubila a los 62 años, que es aproximadamente el momento en que la mayoría de los funcionarios y gobiernos consideran que una persona es vieja. La horquilla de 60 a 65 años se ha mantenido relativamente constante a lo largo del tiempo, incluso a medida que la esperanza de vida se alargaba y los seres humanos experimentaban importantes cambios sociales y económicos.
En general, el envejecimiento es el principal factor de riesgo de la mayoría de las enfermedades no transmisibles, como el cáncer, la diabetes y el Alzheimer. La mayoría de las personas pasarán una fracción significativa de sus vidas afectadas por afecciones como éstas. Según algunas estimaciones, casi el 95 por ciento de los adultos estadounidenses mayores de 60 años padecen al menos una enfermedad crónica, mientras que casi el 80 por ciento tienen dos o más.
Sin embargo, la edad cronológica puede no ser un buen indicador para definir la vejez, según el nuevo estudio. Más bien, los individuos pueden entrar en la tercera edad en momentos distintos, según sus propias percepciones.
Y es cierto que nadie quiere ser viejo, sobre todo porque los estereotipos de la vejez se han vuelto más negativos en los últimos 200 años, alimentando lo que algunos llaman una crisis mundial de edadismo. Según la Organización Mundial de la Salud, la discriminación por motivos de edad, que puede ser tan sutil como contratar a un candidato más joven o tan flagrante como una falta de respeto, conduce al aislamiento social, a una salud precaria e incluso a una muerte más temprana.
Becca Levy, profesora de epidemiología y psicología en la Universidad de Yale (Estados Unidos) que no participó en el nuevo estudio, ha dedicado gran parte de su carrera a desentrañar los efectos secundarios de las creencias sobre la edad, que detalla en su libro Breaking the Age Code [Rompiendo el código de la edad].
«Unas creencias sobre la edad más negativas pueden conducir a una peor salud física, mental y cognitiva», afirma Levy, mientras que las positivas precipitan una mejor salud. Uno de los análisis de Levy calcula que el coste de un año de edadismo en Estados Unidos asciende a 63 000 millones de dólares.
«El envejecimiento está teñido por la cultura», afirma Verdin; «en el mundo occidental se valora la juventud, pero en culturas orientales como China y Corea, el envejecimiento se asocia a la sabiduría y se considera una virtud».
En el último siglo ha aumentado el interés científico por el envejecimiento. Inversores y gobiernos han invertido miles de millones en la investigación de la longevidad, lo que ha dado lugar a nuevos conocimientos sobre el proceso de envejecimiento.
Ahora es posible reprogramar las células para que recuperen su función juvenil. Los nuevos fármacos pueden eliminar las células senescentes que provocan la inflamación. Las intervenciones dietéticas, como el ayuno intermitente y la restricción calórica, han demostrado su potencial para prolongar la vida.
A pesar de estos avances, la comunidad científica sigue discutiendo qué es el envejecimiento y cuándo comienza.
Para empezar, no existe una forma definitiva de medirlo. Nuestros cuerpos pueden envejecer más deprisa o más despacio en función de lo que haya ocurrido a lo largo de nuestra vida. Algunos acontecimientos importantes, como los factores de estrés o las enfermedades crónicas, pueden hacernos envejecer «más deprisa», acelerando así nuestra edad biológica.
Mientras que ciertos fenómenos fisiológicos, como la pubertad y la menopausia, marcan hitos en el camino de la vida, la vejez no se define por marcadores universales. El envejecimiento es un proceso multifactorial caracterizado por la acumulación de daños y degeneración en las vías fisiológicas. Este deterioro en cascada acaba por alterar el funcionamiento normal de las células y los tejidos.
En los últimos 30 años, los científicos han buscado parámetros distintos que representen con precisión la edad biológica de una persona. Algunos factores, como la capacidad física, los perfiles lipídicos y los daños en el ADN, se han señalado como posibles biomarcadores. Pero en la actualidad aún no existe una herramienta de referencia para evaluar el envejecimiento saludable.
«El envejecimiento no es algo que ocurra de repente», afirma Verdin. «Es un continuo, lo que dificulta su definición».
No obstante, cada persona envejece de una forma diferente, y algunas viven mucho tiempo y prosperan. Estos llamados «superagers o superancianos«, que se mantienen relativamente jóvenes y sanos mucho después de los 70 años, han fascinado a los científicos.
Estudiándolos, Verdin y otros investigadores del envejecimiento esperan aumentar la esperanza de vida de los no superancianos, es decir, el tiempo que viven sin enfermedades crónicas.
«Espero que nuestro trabajo nos permita dar a la gente años extra de vida sana», dice Verdin; «y por tanto cambiar la percepción pública y hacer que la gente se sienta menos negativa sobre su propio envejecimiento».