Con cuatro años de retraso, el ensamble Voz en Punto celebró su 30 aniversario
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Lunes 13 de mayo de 2024, p. 4
Afirma el dicho que más vale tarde que nunca; fue así como el ensamble Voz en Punto festejó la noche del sábado, a cuatro años de distancia, su trigésimo aniversario con un concierto en el Palacio de Bellas Artes.
El retraso respondió a que la efeméride, cumplida en 2020, coincidió con la pandemia de covid-19, por lo que la celebración debió ser aplazada por la contigencia sanitaria, según el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), organizador de la presentación.
Al margen de esa circunstancia, se trató de una fiesta memorable en la sala principal del máximo recinto cultural del país, llena casi en su totalidad, en la que se rindió homenaje no sólo a la trayectoria de ese ensamble vocal mexicano, que se caracteriza por interpretar música popular a capella y sus lúdicas actuaciones, sino también al canto, la amistad, la alegría y la vida.
Desde su aparición en el escenario y hasta que se despidió dos horas después, la agrupación fue arropada por el cariño del público, que en todo momento celebró con atronadoras ovaciones su virtuoso y disfrutable desempeño.
Intitulada Voz en punto: 30 años inspirando, fue una velada entrañable en la que el sexteto canoro regodeó y se regodeó con 18 temas, a los que al final se sumaron dos más de encore, que en conjunto conformaron un gozoso viaje por épocas, geografías, géneros, lenguajes, estilos y estados emocionales.
Dividido en dos segmentos, el periplo musical comenzó con dos piezas religiosas: la Plegaria guadalupana, escrita por José Cuate Castilla (1912-1994) en el siglo XX, y Convidando está la noche, del compositor novohispano Juan García de Zéspedes (1619-1678).
En el mismo tono religioso, se dio un salto a Michoacán, con las pirekuas Male Betulia y Jucheti Consuelito, interpretadas en purépecha.
Acorde con el calor de estos días –dijo el cantante José Galván, director y arreglista del ensamble–, el recorrido sonoro se trasladó a Veracruz, con los emblemáticos sones jarochos El tilingo-tilingo y La bruja.
Entre el zapateo, el baile y la bulla, el fandango hirvió en Bellas Artes, para luego trasladarse a Chiapas, con el son El rascapetate, en cuya interpretación los de Voz en Punto tuvieron de invitado a Javier Nandayapa, miembro del famoso linaje de marimbistas iniciado por don Zeferino.
Ya con el ánimo en cénit, la primera parte de la gala cerró con cinco temas de Francisco Gabilondo Soler Cri-Cri y la participación del actor Mario Iván Martínez, embajador de la música del Grillito Cantor desde hace 17 años.
Fue un regreso a esa época en la que el ensueño y la fantasía aún eran permisibles y que tuvo como protagonistas a las canciones Lunada, Bombon I, La fiesta de los zapatos, El ropavejero y Llueve.
En la segunda parte del programa habría otro guiño a esos años de infancia, con la interpretación de la Chespirito Suite, en homenaje al comediante Roberto Gómez Bolaños con la participación, también como invitado, del actor Edgar Vivar, quien en su papel de El señor Barriga, personaje de El Chavo del ocho, se apersonó en el escenario para anunciar que el concierto debía suspenderse
, porque no se había pagado la renta del teatro.
Este segmento de la gala estuvo dedicado en su mayoría al repertorio mexicano y al romanticismo, con temas llegadores que invitan a celebrar con un buen trago en la mano, suspirar por el amor posible o imposible, o hacer de tripas corazón para que las lágrimas no traicionen.
Se escucharon La chancla, de Alfonso Esparza Oteo; No volveré, de Manuel Esperón; Sombras, del ecuatoriano Carlos Brito; Como yo te amé, de Armando Manzanero, con la joven cantante Eyder como invitada, y Son de la vida, de José Galván. ¡Cómo mantenerse indiferente ante tal repertorio! El público se convirtió en esos momentos en espontáneo coro que acompañó el canto del ensamble.
El concierto cerró con un clásico de las grandes bandas, In the Mood, entre la euforia de una concurrencia que no deseaba ver terminada la velada y pedía una pieza más. Exigencia a la que el sexteto accedió en dos ocasiones.