Detrás del RIGI | Un debate interrumpido del pensamiento económico heterodoxo – Página12
El Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) es, desde un punto de vista económico, el capítulo central de la «Ley Bases”, que el gobierno aspira a aprobar en el congreso. La iniciativa propone un conjunto de incentivos económicos y regulatorios orientados a promover grandes proyectos de inversión que podrían tener un fuerte impacto sobre algunas actividades productivas en las que el país cuenta con riquezas naturales pero que permanecen aún sub-explotadas. Los sectores más significativos, aunque no los únicos, son los de energía y minería.
Un primer elemento de controversia remite a la propia esencia del régimen, que consiste en construir un espacio económico de privilegio en el que puedan operar algunos de los grandes jugadores de la economía mundial pero del que quedarían excluidos la mayoría de los actores de la economía nacional. Es importante, en este punto, tener presente que esta iniciativa se da en un escenario internacional en el que los países que cuentan con una gran dotación de recursos naturales, pero no con el acceso a grandes capitales potenciados tecnológicamente, compiten entre sí, a través de estos incentivos, para la atracción de esas inversiones hacia el territorio nacional. Lo que diferencia a esos regímenes, en todo caso, es el contenido concreto de los incentivos otorgados y el enfoque estratégico de la política púbica que está por detrás.
La propuesta de régimen incluida en el proyecto de la Ley otorga una serie de incentivos fiscales, cambiarios y arancelarios por 30 años que resultan excesivos y redundantes, incluso en el marco del escenario internacional recién mencionado. A su vez, la total ausencia de una perspectiva de política industrial atenta contra el desarrollo de capacidades endógenas de los proveedores locales, acentuando el carácter de enclave productivo de las inversiones. Finalmente, y no menos importante, la institucionalidad que el régimen propone – un blindaje contra la acción de los poderes públicos nacionales y provinciales y un esquema de resolución de conflictos en tribunales extranjeros- da cuenta de la naturaleza del problema.
Por detrás del debate sobre el RIGI, sin embargo, existe un debate más de fondo que suele tener menor visibilidad, pero no menos relevancia para el desarrollo del país. Es el debate sobre los sectores estratégicos. En la visión implícita del gobierno que, en este aspecto, tiene una clara línea de continuidad respecto de los experimentos neoliberales previos de nuestra historia, lo estratégico está definido por el mercado, y la política pública consiste, en todo caso, en remover los obstáculos para que exista una eficiente asignación de los recursos hacia las actividades en la que el país cuenta con alguna ventaja comparativa. El régimen (y sus excesos) puede ser evaluado en función de ese criterio.
Una perspectiva heterodoxa, en cambio, plantea una mirada diferente. Se orienta a pensar lo estratégico como un cambio en el núcleo de la acumulación nacional hacia actividades que tengan un potencial inductor del desarrollo mayor, esto es, aquellas actividades que están atravesadas por los elementos más dinámicos de la innovación de punta mundial. Perspectiva que no excluye a las actividades de alta innovación relacionadas con la explotación de recursos naturales. Un proyecto de cambio estructural puede nombrarse, entonces, como un cambio de trayectoria que permite dominar actividades productivas de creciente complejidad. El problema del RIGI, de este modo, asume una nueva significación: al limitar el uso social del excedente que se deriva de las actividades extractivas, congela al país en una posición de meros adoptantes de esas grandes innovaciones del capitalismo mundial.
En este sentido, en torno del RIGI emerge un problema táctico y otro estratégico. El primero, es de naturaleza defensiva: cómo evitar el “corset” institucional de largo plazo que el régimen aspira a imponer sobre la economía argentina. El segundo, es consolidar una visión sobre cuáles deberían ser los sectores estratégicos que podrían funcionar como núcleo endógeno del desarrollo nacional. Hacia dónde invertir el excedente generado por los sectores que efectivamente cuentan con ventajas comparativas. Una interpretación posible de la escena de estos días es que la debilidad en el plano de la táctica revela, en alguna medida, las dificultades en el plano de la estrategia. Detrás del RIGI hay un debate interrumpido que el pensamiento económico heterodoxo debe retomar. Con urgencia.
*Economista. Investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de General Sarmiento.