Flor García Rufino: Carlos Montemayor, un poeta generoso
E
ntre todas las facetas que Carlos Montemayor desplegaba, quizá con la que más se identificaba era la de poeta. Su legado en este arte, además de muy bello, es de una calidad innegable, producto de su constante trabajo formativo y, por supuesto, su amplia sensibilidad.
Como buen poeta, Montemayor se alimentaba de la poesía del mundo, apreciaba la humanidad, la belleza y la emotividad que las palabras podían expresar en todas las lenguas y, gracias a su capacidad como políglota, compartió con nosotros su propia traducción de algunos de los poetas más admirados, como fue el caso de Walt Whitman, Fernando Pessoa y Safo, la ilustre poeta griega.
Incluso, solía dedicar comentarios muy valiosos al trabajo de poetas de distinto origen. Uno de éstos lo expresó en el programa de radio Abrapalabra, cuando su participación coincidió con la muerte del poeta chiapaneco Jaime Sabines y dio lugar a que Carlos diera una opinión, la cual no pudo ser más generosa.
Jaime Sabines fue el poeta más vital que ha tenido el México del siglo XX, y no creo que lo hayamos perdido, lo ganamos día a día desde hace muchos años y día a día enriqueció a México, enriqueció a muchas generaciones, enriqueció nuestra conciencia poética, nuestra conciencia corporal, nuestra sensualidad, nuestra sensorialidad. Fue uno de los poetas más honestos, más profundos, más directos de los que ha dado nuestro idioma. Creo que debemos celebrar la integridad poética y humana de Jaime, y también celebrar, pero echando al vuelo las campanas, el que este hombre no haya querido que se solemnizaran sus exequias llevando su féretro al Palacio de Bellas Artes. Esto es muy importante. Creo que fue fiel al vigor, a la naturalidad, a la humanidad de su poesía. Yo celebro la vida de Jaime, celebro su poesía y celebro que su despedida haya sido tan casual, tan humana, tan de la vida diaria, como lo que él cantó y descubrió a lo largo de sus imborrables versos.
Estas palabras dejan una hermosa impresión no sólo de Sabines, sino del propio Montemayor, que muestra con ellas su calidad humana y artística, su reconocimiento llano y sincero. Carlos Montemayor sabía transmitir con sencillez la riqueza que encerraban los versos de los poetas de una manera clara y concreta.
Si Walt Whitman canta desde América del Norte hacia el mundo entero, Pound desde la tribu que es la humanidad entera y Pessoa desde el universo que él mismo es y cuestiona y descubre y revela, Pablo Neruda, en cambio, canta todas nuestras luchas desde el continente
( Saludo al mundo y otros poemas, Walt Whitman, 1997).
Montemayor tuvo un interés especial por los poetas brasileños, de los cuales decía eran una de sus influencias fundamentales. En una ponencia que dedicó a Joao Cabral de Melo Neto y a Ledo Ivo, destacó el contraste de su poesía.
En las dos cumbres de la generación del 45, Joao Cabral y Ledo Ivo, se concretan las dos formas de expresión posibles de todas las épocas, no sólo brasileñas, sino universales. Por un lado, la expresión ceñida, por otro la expresión abierta, explosiva, panteísta. Uno ensimismado y centrado como la reflexión sesuda, conceptual, mental, de la palabra decantada, de la palabra ceñida, de los vocablos escasos para decir la mayor cantidad posible de significado. El otro, sin escatimar medida, sin escatimar palabra, sin escatimar ritmos, se abre al mismo tiempo que desplegando todas sus palabras y sus enormes versos pessoanianos, whitmanianos, huidobrianos, saintjohn persianos. Al mismo tiempo que abre todas sus palabras, traté de abrir al poeta desde el interior hacia la comprensión y abarcamiento de toda la mayor cantidad posible, no de concepto, sino de vida, no de idea, sino de sentimiento y de exaltación, no de una palabra, sino de un canto interminable
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Montemayor expresó una mayor admiración por la obra de Ledo Ivo. Consideraba que la vastedad de sus versos tenía una raíz común con otros autores del mundo.
El romanticismo de Ledo Ivo y de lo que es justamente aquello que lo entronca, no sólo con la tradición romántica brasileña, sino lo que es más importante, con la tradición latinoamericana, que tiene como sus principales luces en lenguas extranjeras a Pessoa en portugués, a Whitman en inglés, a Saint-John Perse en francés, que se entronca con Neruda, se entronca con Huidobro, se entronca con David Andrade, se entronca con Gilberto Owen, se entronca con toda esta enorme necesidad poética de los latinoamericanos, del gran poema largo, del gran poema extenso.
▲ El escritor Carlos Montemayor, entrevistado en su casa en 2001. Hoy se conmemora el 77 aniversario de su nacimiento.Foto La Jornada
En cuanto a los poetas de nuestro país, no podemos dejar de mencionar a los autores en lenguas indígenas que reconoció y valoró en La voz profunda: Antología de literatura mexicana en lenguas indígenas (2004), de donde tomamos sus comentarios sobre dos poetas, uno de la lengua zapoteca y otro del náhuatl.
“Víctor Terán pertenece, de manera relevante, a otra generación que está escribiendo actualmente una magnífica poesía y una estupenda prosa en zapoteco. En varias ocasiones he tenido oportunidad de conversar y trabajar con él en Juchitán y en las ciudades de Oaxaca y México. Muy reveladoras fueron para mí las sesiones en que nos dedicamos a revisar las traducciones al español de los poemas que reunió en Sica ti gudidxa cubi ( Como un sol nuevo). Quizá su rasgo distintivo sea el sentido del ritmo y de la musicalidad de la lengua, rasgo sobresaliente en un idioma que es de suyo uno de los más musicales del mundo. Respaldado por una gran tradición moderna de escritores zapotecos, inmerso en una nueva generación de escritores del Istmo, poseedor de una gran musicalidad y precisión de concepto en su lengua, Víctor Terán escribe para el mundo entero.”
El otro autor es Natalio Hernández, de quien señala que tal vez sea el poeta en lengua náhuatl más destacado de los últimos años.
Es autor de cinco libros de poemas y coautor de varias antologías. Ha sido un importante promotor de la literatura en lenguas indígenas. La palabra de Natalio Hernández ha recorrido ya un largo camino. Durante un amplio trecho su palabra se convirtió en cantos para los hombres y los pueblos de raíces milenarias. En otra parte del camino, su palabra se transformó en relatos que, como constelaciones que giran siempre a la noche, conservan en su luz la grandeza del pasado indígena. En algún recodo, en algún ascenso, su palabra se está convirtiendo en relatos de la vida de hoy, de la difícil vida de nuestros días.
Para cerrar este artículo, quiero destacar la labor tan exhaustiva que realizó para la traducción de los poemas de Safo, de la cual se conservan sólo fragmentos y que representó un gran reto integrar. La revaloración actual de la creación literaria de mujeres ha dado un mérito especial a esta obra que Carlos Montemayor ha puesto a nuestro alcance. Ahí, él expresa:
“Podríamos decir que el ‘Himno de Afrodita’, único poema de Safo que conocemos completo, ilustra las preocupaciones de ella: el amor, la tristeza, el abandono, los celos, el deseo, la ternura, la piadosa emoción por la diosa; también, que toda la obra de Safo despliega la misma sonoridad y sencillez de lenguaje, las dos irrupciones que conllevó el surgimiento de Safo en la cultura griega: primero, el amor personal como principal tema poético; segundo, su condición de mujer, razones que podrían bastar, si no hubiésemos conocido su obra, para entender la división histórica que antes y después de ella puede hacerse en la poesía griega. No siempre se aceptó con naturalidad su condición de mujer. Acaso por ello le conformaron la falsa imagen de prostitución y lascivia que durante siglos escondió sus palabras a veces bajo el fuego mismo.
Safo fue la primera mujer que comprendió el arte poético y musical de su tiempo y, también, la primera en comprender su mundo. No empleó su arte para hablar como y de lo que los hombres hablaban; lo renovó, lo dulcificó, para decir lo que ellas creían. Y su forma fragmentaria no puede ser más humana. De la misma manera que en nuestra vida el recuerdo salva una tarde de la infancia, una caricia imborrable, el instante súbito de un paisaje, de un rostro, de una casa en que una vez vivimos, y sólo por la memoria vuelven a nosotros: rotos y vivos, quebrados e íntimos, así, libros, gramáticos, historiadores, lectores, han guardado, de la luminosa voz de Safo, estos versos, estas líneas vivas y rotas, como lo son los recuerdos de nuestras vidas
( Safo. Poemas. Introducción, traducción directa y notas de Carlos Montemayor, 1986).
Palabras profundas y generosas de nuestro poeta chihuahuense, que no sólo nos dejó sus versos para experimentar la grandiosidad de la poesía, sino que nos legó también una guía para encontrar y disfrutar a los poetas de todos los rincones y de todos los tiempos.