Cuentos de invierno: la hipótesis “no es para tanto” gana tracción en la IA y en la longevidad extrema
Una forma de saber que un fenómeno está cerca del pico de la burbuja es cuando muchos expertos afirman que “esta vez es diferente”. La reflexión es del físico y tecnólogo ruso Andrei Vazhnov y me la dijo hace tres semanas, luego de un artículo en esta sección que repasaba las expectativas (en promedio de mucho entusiasmo y temor a la vez) ante el anuncio –se supone que para nuestro invierno– de GPT5, el nuevo escalón en la carrera de la inteligencia artificial generativa (IAG).
“Me da mucha curiosidad lo que va a suceder este año. Aunque hay aplicaciones superútiles en campos específicos, no me da la sensación de que veamos los cambios abruptos en el mundo laboral de los que se habla frecuentemente –continuó Vazhnov, que trabaja en varios proyectos de IAG–; vamos a notar impactos significativos, pero paulatinos, como pasó con los celulares, con internet, etcétera; o sea, ‘esta vez es diferente’ de la misma manera que lo fue antes”.
Hay cuatro postales de los últimos días que refuerzan la hipótesis de exageración en materia de las expectativas con el boom tecnológico del último año y medio.
1) Se habla (algo) menos del tema. Las referencias a la IAG en los reportes de empresas a inversores en los Estados Unidos llegaron a su pico a fines de 2023 y bajaron un 30% en el primer semestre, según se consignó en Exponential View. Igualmente, sigue siendo por lejos la tecnología más nombrada en el ámbito corporativo.
2) Un escéptico de peso. Gary Marcus, profesor de la Universidad de Nueva York, autor de varios libros y uno de los expertos más citados en el campo de la IA, viene sosteniendo en redes que las grandes empresas de tecnología están “sobrecompradas” en IAG, y que los LLM (grandes modelos de lenguaje) están mostrando limitaciones claras, por lo menos para el nivel de expectativas que venían generando. Lo hizo en un posteo que ilustró con la escena de Juego de Tronos de “El invierno se aproxima”. Días atrás citó en X un estudio de la BBC que consignaba que, mientras muchos ingleses “hablan” de IAG, menos del 2% usa estas herramientas.
3) Reacción ciudadana. Comenzó a difundirse la consigna “NotByAI” (no hecho por IA). “La inteligencia artificial (IA) se entrena a partir de contenido creado por humanos. Si los humanos dejan de producir contenido y dependen únicamente de la IA, los contenidos de internet podrían volverse repetitivos y estancarse. Si tu contenido está libre de IA, añade la insignia a tu trabajo”, se promueve en redes. Un edificio en construcción en los Estados Unidos puso un cartel gigante que lo cubre con la leyenda: “Ey, ChatGPT, termina esta construcción”, con la bajada de mensaje a los trabajadores: “Tus habilidades son irreemplazables”. Y hay un mensaje que se viralizó en redes de la autora Joanna Maciejewska: “Quiero una IA que me haga la limpieza y los mandados para que yo pueda hacer mi arte y escribir, no una IA que haga arte y escriba para que yo pueda hacer la limpieza y lavar los platos”.
4) Cautela desde la economía. Esta es supuestamente una columna de economía, así que el panorama se completa con un comentario sobre los ensayos que está publicando el economista Daron Acemoglu. El académico estimó que las ganancias para la próxima década en productividad asociadas a la IA serán de un modesto 0,66%, y sugiere que aun este número podría ser exagerado, porque lo que estamos viendo hoy es reemplazo de tareas fáciles de realizar, con lo cual el número final de ganancia de productividad estaría más cerca del 0,52%. Acemoglu especula con que muchas de las nuevas funciones de la IA pueden tener una utilidad social negativa (manipulaciones, noticias falsas, fomento de adicciones, etcétera).
Acemoglu tomó la posta como “eEconomista tecnoescéptico” de Robert Gordon, un economista que da clases en la Universidad de Northwestern, quien destaca el carácter único en términos de ganancias de productividad del período 1920-1970: una persona de 1940 se sorprendería al ver cómo vivía un par suyo en 1870 (sin redes cloacales, por ejemplo), pero alguien que hoy “viajara en el tiempo” a un departamento bien equipado de la década del 40 no tendría la misma sensación de extrañeza. Probablemente se sentiría ofuscado porque no hay conexión a internet ni tanta oferta de TV, pero el shock no sería tan fuerte como en el primer caso. Para el economista, la revolución de internet tiene un valor agregado mínimo (en términos relativos) comparado con la difusión de las redes de electricidad.
La posibilidad de que en el futuro se puedan hacer “trasplantes de cabeza” es un clásico de las películas de terror y de ciencia ficción, y también de alguna tapa de la revista Muy Interesante en la década del 80.
Un video publicado hace dos martes publicitaba a la empresa BrainBridge con una especie de robot-pulpo que trasplantaba la cabeza de un hombre moribundo a un cuerpo saludable y más joven. Tuvo millones de visitas y medios de prestigio dieron a BrainBridge como una startup existente, pero lo cierto es que se trató de una noticia falsa, aunque muy bien producida.
En un reporte para el MIT Review, Antonio Regalado, periodista de ciencia, contó esta historia y cómo el tema “trasplante de cabeza” ganó peso entre los partidarios de las terapias de “longevidad extrema”, en buena medida por la falta de progresos de 2024 en este terreno a nivel molecular. Aquí también hay “crónicas de invierno” e hipótesis de “no es para tanto”.
“Muchos entusiastas de la extensión de vida admiten que las cosas no vienen tan bien en este territorio. De hecho, a medida que hay más avances de nivel molecular, el ‘problema’ de la muerte se vuelve más y más complicado”, escribió Regalado.
En diálogo con la nacion, el tecnólogo y experto argentino en longevidad extrema Marcelo Rinesi sostuvo que “el “Anti-aging winter” (por analogía con AI winter) es cierto, pero tiene más que ver con estrategias de investigación más basadas en dinámicas moleculares (y ahí estoy de acuerdo en que estamos lejos) que con ver si quedan ‘frutos al alcance de la mano’ en ramas que ya están más que vaciadas (si el experto en antiaging de los ricos dice que la mejor estrategia es la comida…) en vez de búsquedas centralizadas en aumentar efectos marginales”.
Para Rinesi, hay más similitudes entre ambos inviernos (el de IA y el de terapias antienvejecimiento): “[En ambos casos] la visibilidad y la inversión saltaron exponencialmente, pero en direcciones que creo que son callejones sin salida. Es frustrante, pero tal vez necesario para después avanzar en serio”.