Festival de pesca, a la orilla del río Bravo – El Mañana de Nuevo Laredo
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Qué bonito y nostálgico sería que al menos en cada aniversario de la fundación de Nuevo Laredo se llevara a cabo un evento que en verdad reuniera y con mucho entusiasmo a la ciudadanía de esta frontera, ¿por qué no?, algo así como el Festival de La Pesca a la orilla del río Bravo.
Pues toda persona que haya nacido o por muchos años residido aquí, sabrá que el río Bravo es un caudal de mucho valor emblemático para Nuevo Laredo, del que todos en alguna etapa de su vida lo han admirado, disfrutado.
Con don Lucas Vela Franco era el lugar en donde ahí mismo y por unos pesos se podría adquirir el sedal y los anzuelos, esos señuelos de todos tamaños, formas y colores, pero para esos tiempos eso era casi un lujo, al ser su compra una inversión onerosa para al jefe de familia.
Entonces, se escarbaba ahí bajo ese chorro de agua de esa llave que se encontraba en el patio, de donde se extraían y con mucho cuidado las lombrices que servirían para carnada, las que se resguardaban en un cartón vacío de leche “Mitras” con algo de tierra para su conservación y trayecto hacia el río.
El ingenio entre los padres de familia era espectacular, ya que otros y ante la falta de dinero cortaban una cuchara de la cocina y a ésta le agregaban un anzuelo para usarlo como señuelo, en verdad cómo les daba resultado ese truco ya que el pez era atraído y de inmediato por sobre esa carnada de pan blanco hecho bolita o la misma lombriz.
Así y a las orillas del río Bravo, esa variedad de peces como el robalo, la espinosa carpa, la mojarra se agregaban a ese espectacular salto del agua de los impresionantes y enormes catanes, que sólo se le veían emerger casi al otro lado y en lo más profundo del Bravo.
Todo esto por supuesto en los años setenta cuando en las orillas del río Bravo aún se presentaban grandes hectáreas de sembradíos prevaleciendo el maíz, y en donde ahí se siguen manteniendo y para muchos, los recuerdos de esos tiempos de cuando fueron niños, de esa época del disfrute de familias enteras.
Esto debería dar pie a fomentar esa fiesta para recordar esos pasajes vividos por muchos residentes de Nuevo Laredo, en donde no sólo se disfrutaba ahí de ese monte, de esos frondosos árboles, de esas piedras brillosas para coleccionarlas.
Sino por igual de esa pesca rudimentaria e ingeniosa elaborada con un bote de lámina, con sedal y anzuelos comprados con don Lucas Vela Franco, una cuchara brillosa sin el mango y perforada para agregarle ese anzuelo, o sólo al anzuelo insertándole una bolita de pan blanco, esa lombriz, y enterrando esa varita ligera, pero resistente, que indicara con su intenso movimiento y sacudida a todos, esa gran emoción, ¡que aquel pez ya “picó”!