Proteger las turberas de Chile para rescatar uno de los grandes sumideros de carbono del mundo
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Hace quince años, cuando la bióloga chilena Carolina León comenzó a estudiar las turberas, un tipo de humedal que abarca aproximadamente 2,86 millones de hectáreas en el sur de Chile, estos ecosistemas aún eran un misterio para muchos. “Eran consideradas áreas pantanosas sin un valor ecológico”, dice León desde Santiago, donde lidera el Centro de Investigación en Recursos Naturales y Sustentabilidad de la Universidad Bernardo O’Higgins. En un laboratorio dominado por estanterías con frascos de muestras de suelo y vegetación, una pizarra blanca con registros de temperaturas y microscopios, balanzas y estufas, León explora la manera de conservarlas, con fondos de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo. Hoy el panorama en su país es distinto. Chile acaba de aprobar una ley para protegerlas, reconociendo su valor para la mitigación y adaptación al cambio climático.
Las turberas son ecosistemas húmedos donde se acumulan grandes cantidades de materia orgánica en descomposición. Se forman en condiciones de saturación constante de agua, lo que limita la descomposición completa de la vegetación. Esta condición da lugar a la formación de la turba, una capa de suelo orgánico, y sobre ella, una cubierta vegetal de musgo sphagnum magellanicum conocido localmente como pompón, por su nombre en mapudungún, la lengua mapuche, que es poñ-poñ, y significa esponja. El pompón puede absorber hasta veinte veces su peso en agua.
Si los bosques capturan dióxido de carbono a través de la fotosíntesis y lo almacenan en la biomasa de árboles y plantas, las turberas tienen la capacidad de retenerlo bajo el pompón. De hecho, a pesar de solo cubrir el 3% de la superficie terrestre, almacenan aproximadamente el 30% del carbono del suelo mundial, más que todos los bosques del planeta juntos.
En mayo de 2023, la revista científica Austral Ecology publicó un estudio dirigido por Jorge Pérez, profesor de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, que reveló que las turberas son uno de los ecosistemas más eficientes en la retención de carbono, con una capacidad de almacenamiento que puede llegar hasta 1.700 toneladas por hectárea. Según Pérez, esto indica que los bosques y turberas de la Patagonia chilena contienen casi el doble de carbono por hectárea que los bosques de la Amazonia.
Sin embargo, malas prácticas en la extracción del pompón, comercializado como sustrato para plantas, se convirtieron en la principal amenaza para estos ecosistemas. “Las turberas son esenciales en la lucha contra el cambio climático”, explica León. “Si las destruimos, liberamos grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera”.
Para estudiar las turberas, León se trasladó a la región de Los Lagos, a casi mil kilómetros al sur de Santiago, porque hace veinte años allí comenzó la recolección del pompón y es el principal punto donde se extrae, según el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile (SAG). En terreno vio el deterioro. Conoció a extractores que drenaban estos ecosistemas y sacaban el pompón con motosierras, usando tractores, retroexcavadoras y bueyes para trasladarlo. Pero también descubrió casos como el de Tomás Ovando, un extractor de 68 años, que intercambiaba información con científicos de su técnica de recolección. En vez de depredar, según León, “entendía que había condiciones en el ecosistema que facilitaban el crecimiento”.
En 2018, comenzó la discusión del proyecto de ley para proteger a las turberas —la conocida como Ley Pompón— que buscó, al principio, prohibir su extracción. Esta propuesta generó un enfrentamiento entre ambientalistas, que defendían la prohibición total, y extractores, que temían perder su trabajo.
Tras cinco años de modificaciones a la ley en el parlamento chileno, en 2023, la intervención de la ministra del Medio Ambiente, Maisa Rojas, marcó un punto de inflexión al proponer la creación de un comité científico para asesorar la discusión. Este inédito grupo, compuesto por León, Pérez y otros tres científicos, además de la abogada Verónica Delgado, concluyó que la extracción sustentable del pompón era posible bajo condiciones específicas, buscando hacer compatibles la protección de las turberas y las actividades económicas. Este diagnóstico destrabó la discusión y permitió el consenso para que la ley se aprobara.
Hoy la norma establece que el plan de cosecha del pompón que se exigía antes ahora sea reemplazado por un plan de manejo sustentable que abarque al ecosistema. En palabras de Pérez, “no solo tienes que especificar cuánto musgo vas a extraer, sino también cómo lo harás, seguir ciertas indicaciones de acuerdo al entorno y monitorear el estado de esa turbera para asegurarte de que se regenere”. Delgado explica que hoy hay poca fiscalización, y cuando se descubre extracción ilegal, se decomisa el pompón, pero no se castiga a quienes cometen el delito. “Cuando se implemente la ley, estos comportamientos serán sancionados”, dice la abogada.
Formando a los guardianes de las turberas
En el sur de Chile, a pesar de la aprobación de la ley, los conflictos entre ambientalistas y extractores no han cesado. La redacción del reglamento para implementar la norma depende del Ministerio de Medio Ambiente y podría extenderse dos años. Los ambientalistas insisten en la urgencia de prohibir la extracción. El geógrafo Álvaro Montaña, integrante de Defendamos Chiloé, la agrupación ambientalista más activa de esta isla en la región de Los Lagos, dice que un plan de manejo no es suficiente “porque las capacidades de fiscalización no están y porque las características sociales, económicas y culturales de todos los recursos que se han manejado o se han intentado manejar terminan cayendo en la explotación. Si no somos capaces de detener la explotación del bosque nativo, menos podremos manejar un recurso que crece milimétricamente al año”, agrega.
Por otro lado, los extractores argumentan que una prohibición pondría en peligro su subsistencia. “Sin este trabajo, vamos a tener que migrar y dejar nuestros hijos a cargo de un familiar”, dice Natalie Uribe, presidenta de la Asociación de Podadores de Musgo de la Provincia de Llanquihue. “Hay una cadena que da mucho trabajo a la región”, dice.
En sus visitas a terreno, la ministra Maisa Rojas ha conocido a extractores que “han desarrollado aprendizajes colectivos respecto del crecimiento y manejo de este musgo, lo que permitirá generar e institucionalizar estos conocimientos en el reglamento y guías técnicas”, dice. Estas buenas prácticas, añade Rojas, serán reconocidas con certificados que serán exigibles a toda la cadena de producción y eventual exportación, “asegurando que el musgo chileno que se compra en el extranjero cumple con estándares de buen manejo”.
A la espera de la puesta en marcha de la ley, el científico Pérez lidera en la Estación Biológica Senda Darwin de Chiloé un monitoreo de diez años del ciclo del carbono y el agua de una turbera y también el de un bosque. Allí, en “un sitio abierto para recibir gente”, ha concluido que cualquier manejo de estos ecosistemas “debe ser sustentable y seguir las recomendaciones adecuadas para asegurar su recuperación”.
Esta mirada es también la de León
Días atrás, en el quincho municipal de Quemchi, en Chiloé, León lanzó un manual de extracción sustentable además de cápsulas en video sobre materias críticas en el reglamento como los niveles de agua y el monitoreo del crecimiento del musgo. Una de ellas destacaba la labor de Ovando, a quien el científico considera “un referente”. En el evento, entregó certificados a los participantes de su programa de formación sobre regeneración del musgo que empezó en febrero de 2022. Y también llamó a extractores a compartir sus experiencias.
Estas herramientas, explica León, están destinadas a preparar a extractores para el futuro reglamento. Tras su lanzamiento, León invitó a ver un experimento que comenzó hace 22 meses sobre una turbera degradada por malas prácticas. Ahí, en un predio entre praderas patagónicas, desarrolló un modelo de manejo regenerativo para la recuperación de la cobertura vegetal donde creció musgo. Con esto mostró a la comunidad que la regeneración es posible y efectiva, en contextos específicos.
León y su equipo creen que la educación en terreno es clave. Para ella, sería ideal que la extracción se hiciera en turberas recuperadas, mientras que las que no están dañadas se dejen así. Pero para aquello primero debe capacitar a los extractores en su manejo. “Queremos empoderarlos para que sean ellos los que se conviertan en guardianes de las turberas”, dice.