Martín Briceño salva en un libro los sabores yucatecos de su niñez
Reyes Martínez Torrijos
Periódico La Jornada
Viernes 5 de julio de 2024, p. 3
El libro Cocina yucateca: Crónicas de infancia y recetas de mi madre es una autobiografía del escritor Carlos Martín Briceño (Mérida, 1966) narrada a través de la comida y un homenaje a la mujer que lo introdujo en esa gastronomía que mezcla las tradiciones española y maya, algunos de cuyos platillos, a pesar de ser famosos en el mundo, se están perdiendo.
En entrevista con La Jornada, el narrador habló de ese título y del cuentario que se editó de forma simultánea este año: El reino de la desesperanza (Lectorum).
Comentó que ambos textos “son totalmente divergentes. Parecen escritos por dos personas diferentes. El de cocina yucateca es nostálgico, emotivo, hasta cierto punto disfrutable por cualquier persona. El reino… es muchísimo más duro, más cercano a lo que he escrito siempre: sobre la posibilidad de que la vida no es feliz”, relató Martín Briceño.
El editor dijo que concibió Cocina yucateca…, coeditado por Ficticia y la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, “porque mi mamá tiene 84 años y muchas de las recetas que reúne son mis preferidas y en los restaurantes no sabían igual a como ella las hacía, y, sobre todo, porque algunas se están perdiendo.
“Es irónico, porque la cocina yucateca está de moda. Llegan chefs de todos lados, famosas plataformas internacionales de streaming han ido a Yucatán a ver cómo se hace la comida pibil. Sólo siguen los platos básicos: la cochinita pibil, el queso relleno, el relleno negro, pero hay muchos que yo comía de niño, como el mondongo ministro o el alcaparrado, que tienen la mezcla española y maya, y han ido desapareciendo.
Es un libro que asocia infancia con nostalgia y comida, porque ésta nos remite irremediablemente a la infancia, o sea, tu pruebas un plato y te vas a lo antiguo. Es totalmente real que uno asocia su infancia con los sabores y los olores. De repente, la música es igual, un regreso al pasado, pero la comida lo es mucho más.
Martín Briceño destacó que se incluyen los platillos de tal forma que cualquiera con un poco de conocimiento sobre cocina puede hacerlos, porque mi mamá los elaboró no desde la pasión de una chef profesional, sino de alguien que lo hace en casa con los elementos que puede comprar en el mercado. Eso es lo más fabuloso de este libro
.
▲ La obra culinaria es una autobiografía de Carlos Martín Briceño y un tributo a su madre.Foto Víctor Camacho
Por otro lado, reseñó que El reino de la desesperanza aborda el que la gente insiste en vivir en pareja sabiendo que esto les va a traer desgracia, que la infancia tiene escenas también durísimas que tratamos de olvidar. Aquí hablo por primera vez de la vejez; todos decimos que respetamos a la gente mayor, cuando en realidad a veces nos harta, y los hijos solemos ser muy ingratos con los que nos crearon
.
En el volumen, “los primeros cuentos tienen que ver con la preadolescencia, la pérdida de la virginidad, el deseo de no pertenecer a ningún grupo y el acoso escolar, que entre niños es muy fuerte.
“Luego está la madurez: cuentos de pareja, de situaciones difíciles, de mujeres insatisfechas, de hombres que continúan la estructura patriarcal de la pareja y que hacen mucho daño.
“Al final, está la historia de pura gente grande y de cómo los hijos lidian con la vejez de los padres, y que en un momento dado también esto provoca conflictos internos, el deseo de que mueran, pero, al mismo tiempo dicen; ‘son mis papás, ¿por qué deseo su muerte?’, porque la vejez no siempre es agradable.”
Los cuentos fueron creados con apoyo de una beca del Sistema Nacional de Creadores y “funcionan como una historia personal. Cada quien va a verse reflejado en alguno. Mis relatos no son felices. La felicidad no proporciona buenos elementos para los escritores; sin embargo, Cocina yucateca… tiene mucha felicidad”, expuso el ensayista.
La escritura de estos títulos le produjo sensaciones diferentes. El de relatos, angustia, mientras que las crónicas las hacía yo con mucha ligereza y mucha alegría
, concluyó Carlos Martín Briceño.