“Nosotros no hemos causado el problema climático, ¿por qué tenemos que pedir préstamos …
Saber Hossain Chowdhury (62 años) asumió el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático de Bangladés el pasado enero, una cartera crítica en uno de los países más vulnerables del planeta a los desastres naturales. La tierra del tigre de Bengala y el mayor manglar del planeta, entre otras riquezas naturales, está asediada por la subida del nivel del mar en el sur, las sequías en el norte, las inundaciones por toda su geografía atravesada por ríos y afluentes, ciclones cada vez más frecuentes y patrones de lluvias desbaratados que amenazan la vida y subsistencia de sus más de 170 millones de habitantes. El último episodio extremo se registró el pasado abril cuando una ola de calor obligó a cerrar las escuelas durante dos semanas, dejando sin clase a 33 millones de alumnos. Pero hacer frente a estas amenazas no es tarea exclusiva de su gabinete ni de su país, apunta el ministro. “Se necesita solidaridad global. Pero esta se ve socavada una y otra vez por el incumplimiento de las promesas”. No ahorra críticas para el mundo desarrollado.
Formado en Estudios Orientales y Africanos por la Universidad de Londres, se dedica a tiempo completo a la política desde 1996, aunque los primeros años compaginaba sus funciones como viceministro de Transporte Marítimo con la presidencia de la Junta de Cricket de Bangladés, el deporte nacional y una de sus grandes pasiones. Hossain Chowdhury ha destacado en su trayectoria por ser un firme defensor de los derechos de las mujeres y la biodiversidad. Una taza con una foto suya junto a un león rugiendo, de la que bebe durante esta entrevista en su vivienda en Dacca, es una pequeña muestra de su amor por la vida salvaje.
Pregunta. ¿Cuáles son los principales desafíos relacionados con el cambio climático que enfrenta Bangladés?
Respuesta. Ya sea la seguridad alimentaria, la salud o el suministro de agua dulce, todo se ve afectado por el cambio climático. Incluso las infraestructuras. No lo vemos como una amenaza, sino como un reto existencial porque no es algo que vaya a ocurrir en el futuro, está sucediendo ahora mismo. En el norte, los glaciares se están derritiendo más rápido que en cualquier otro lugar del mundo. Eso significa inundaciones a corto plazo y escasez de agua en largo plazo. Hay 12 grandes ríos que fluyen desde el Himalaya, incluyendo el Indo, el Ganges y el Mekong; casi mil millones de personas dependen de estas fuentes de agua dulce. Imagínense cómo será la vida cuando no queden glaciares. En el sur, estamos expuestos a la subida del nivel del mar, lo que significa desplazamiento de personas e intrusión de la salinidad. La producción de alimentos está en peligro. Ahora sufrimos sequías y el arroz, que es nuestro principal cultivo, depende de la cantidad adecuada de agua en un momento determinado del año. Y, por supuesto, tenemos los ciclones.
P. ¿No es lo que siempre ha ocurrido en Bangladés?
R. Sempre hemos luchado contra las amenazas naturales, pero los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más intensos y frecuentes. Y los impactos son mucho mayores que en cualquier otro momento del pasado. Así que no es lo de siempre, es mucho peor de lo habitual. Y la adaptación y la resiliencia tienen límites, no podemos seguir adaptándonos para siempre.
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P. ¿Cómo afecta el cambio climático al desarrollo del país?
R. En términos económicos, perderemos el 2% de nuestro PIB de aquí a 2050, según el Banco Mundial. A finales de este siglo, perderemos el 9%. Actualmente estamos creciendo al 6,5%. Así que, si el impacto del cambio climático nos quita el 9% del PIB, se convierte en un crecimiento negativo. Cada año, las inundaciones nos cuestan mil millones de dólares. Y la intensidad de las inundaciones es cada vez mayor. Las repercusiones económicas son enormes y ponen en riesgo el notable crecimiento que Bangladés ha logrado bajo el liderazgo de la primera ministra Sheikh Hasina.
La adaptación y la resiliencia tienen límites, no podemos seguir adaptándonos para siempre
P. ¿Y en términos sociales?
R. El desarraigo por el desplazamiento de personas es un coste social que ni siquiera se tiene en cuenta. Ya somos uno de los países más densamente poblados del mundo. Si se pierde el 17% de la superficie terrestre debido a la subida del nivel del mar, el problema no es únicamente que se produzca un desplazamiento de la población, de pérdida de terreno agrícola o medios de subsistencia, sino que se aumenta la densidad del país.
P. ¿Cómo funcionan los sistemas de alerta temprana?
R. Todos sabemos lo que va a ocurrir. Se trata de garantizar que la gente se traslade a los refugios anticiclones que hemos construido por todo el país. Uno de los problemas que teníamos es que las personas no acudían porque no querían abandonar su ganado, su medio de vida. Por eso, hemos rediseñado los refugios para que el ganado también pueda desplazarse. Además, las mujeres tienen necesidades especiales y ahora hay instalaciones separadas para ellas. Creo que ha sido un gran éxito. Si nos remontamos a principios de los setenta, cuando se producían catástrofes naturales, la cifra de muertes era de seis y siete cifras. Hoy, el número es de un solo dígito. Hemos sido capaces de salvar vidas.
P. ¿Cómo se avisa a la población?
R. Radios comunitarias, SMS, señales físicas como banderas, mediante voluntarios en cada una de las zonas, que se movilizan y transmiten el mensaje. Ahora los pescadores saben que, si la bandera roja está izada, no deben salir a faenar en el océano.
Bangladés es el canario en la mina de carbón. Si nosotros no sobrevivimos, los demás países tampoco lo harán
P. Los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) reconocen la vulnerabilidad de Bangladés. ¿Cree que esto se traduce en un apoyo suficiente de la comunidad internacional?
R. En absoluto. El sexto informe de evaluación del IPCC se basa en datos de 2018 y estamos en 2024. Está desfasado y el cambio climático avanza mucho más rápido de lo que anticipamos. Así que el IPCC subestima la realidad actual. Suponiendo que el aumento de la temperatura se mantenga en 1,5°C, necesitaremos 9.000 millones de dólares al año solo para adaptarnos. Si sube dos grados, esa cifra será mucho mayor. ¿Y cuánto apoyo estamos recibiendo? Si nos fijamos en las necesidades y en lo que se entrega para afrontarlas, la respuesta es que no, no se está haciendo lo suficiente. Cada vez que se publica un informe, se habla del déficit en la financiación. Pero la brecha más importante es la de la confianza. Cada vez que se hace una promesa y no se cumple, esa brecha aumenta. Se necesita una respuesta global a un problema global. Y la única manera de conseguirlo es con solidaridad. Pero esta solidaridad se ve socavada una y otra vez por el incumplimiento de las promesas.
P. ¿Los países ricos no están a la altura del desafío?
R. Lo fundamental es que lo que ocurre en Bangladés no se queda en Bangladés. Los países no pueden verlo como un problema ajeno, sino propio. Por ejemplo, cuando hablamos de la subida del nivel del mar, no es un problema exclusivo de este país. Partes de EE UU o Europa quedarán también bajo el agua. No se trata de si los demás países se verán afectados, sino de cuándo. Bangladés es el canario en la mina de carbón. Si nosotros no sobrevivimos, los demás países tampoco lo harán.
P. El año pasado finalmente se movilizaron los 100.000 millones de dólares anuales contra el cambio climático a los que se habían comprometido los países desarrollados.
R. Los 100.000 millones son en realidad cacahuetes cuando se necesitan billones. Y estamos hablando de billones sin cumplir ni de lejos con los 100.000 millones, que serían un 50% para adaptación y un 50% para mitigación. Se suponía que la financiación sería en condiciones favorables, pero en muchos casos son comerciales. Nosotros no hemos causado el problema climático, ¿por qué tenemos que pedir préstamos para solucionarlo? Esto aumenta la deuda de muchos países. Nos vemos obligados a elegir entre luchar contra la pobreza o contra el cambio climático. ¿Por qué tenemos que hacer esa elección? En el último ejercicio, el gobierno de Bangladés destinó 3.000 millones de dólares de recursos propios a la adaptación. Si no existiera el cambio climático, ese dinero podría haberse gastado en sanidad, educación, empoderamiento de la mujer, desarrollo de las tecnologías de la información, en un Bangladés digitalmente inteligente. Esta es una elección que ningún país debería tener que hacer.
P. La COP29 en Azerbaiyán el próximo noviembre se plantea como la cumbre de la financiación contra el cambio climático, ¿cuál es su petición para esta cita?
R. ¿Por qué tendríamos que pedir? Es un derecho. Esto no es caridad. No estamos pidiendo favores especiales. Si todos los países están de acuerdo con la ciencia, ¿por qué no actúan en consecuencia?
P. ¿Cree que los fondos están bien distribuidos?
R. No nos fijamos solo en la cantidad de financiación, sino en la calidad. Tiene que ser en condiciones favorables, fácilmente accesible. Ahora se tarda ocho o nueve años en recibir los fondos, es una locura. Hay que simplificar el procedimiento, no hacerlo excesivamente burocrático, que sea transparente. Hay además dos tipos de financiación. Una para la adaptación y otra para pérdidas y daños. Fue muy inspirador que en el primer día de la COP en Dubái, se llegase a un acuerdo sobre pérdidas y daños, pero el fondo no se ha incrementado desde entonces. Sigue estancado en torno a los 800 millones [de dólares]. Así que la COP de Azerbaiyán se considera una cumbre financiera, pero la financiación no llega.
Esto no es un negocio, se está jugando con la vida y el sustento de las personas
P. Algunos expertos afirman que se están destinando más fondos a la mitigación, pero no a la adaptación. ¿Está de acuerdo?
R. Sí, es lo que muestran los datos. La razón es muy sencilla. Muchos países del mundo desarrollado ven el cambio climático como una oportunidad de negocio: prestas dinero y ganas intereses. De la financiación que se destina a la mitigación, se obtiene un retorno. La adaptación, sin embargo, no se puede expresar en términos financieros. Pero esto no es un negocio. Se está jugando con la vida y el sustento de las personas.
P. ¿Cuáles son sus planes para la transición hacia energías renovables?
R. La primera ministra nos ha fijado un objetivo. Para 2041, el 40% de nuestra combinación energética debe proceder de renovables. Apostamos por la descarbonización, pero no por los motivos de los países europeos de reducción de emisiones. No lo necesitamos porque nuestros niveles son muy bajos. ¿Por qué lo hacemos? Si reducimos los combustibles fósiles, la calidad del aire mejora. Además de los beneficios en términos de salud, creamos nuevas oportunidades de empleo, obtenemos inversiones y adoptamos lo último en tecnología.
P. Ese es el por qué, pero ¿cómo lo lograrán?
R. Tenemos el Plan de Prosperidad Climática. Es muy ambicioso. Una primera medida es fomentar la energía solar flotante porque tenemos muchas masas de agua y se necesita mucha superficie. Otra fuente que estamos estudiando es la eólica marina. Tenemos unos 570 kilómetros de costa en el golfo de Bengala, el potencial es enorme. Es cuestión de atraer inversiones privadas.
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