La ola de 110 metros de altura que nadie vio pero vibró por toda la corteza terrestre
Viernes, 13 de septiembre 2024, 01:06
El resumen del estudio parece la premisa de una película de catástrofes, del estilo de ‘El día de mañana’ y ‘2012’. El asunto es que en septiembre del año pasado una enigmática señal sísmica fue detectada simultáneamente en sismógrafos de todo el mundo. El origen resultó ser un corrimiento de tierras causado por el cambio climático en una remota zona de Groenlandia que provocó un megatsunami que se desplazó de un lado a otro de un fiordo durante nueve días. Esto generó una vibración que se transmitió por toda la corteza terrestre, según expone una investigación realizada por un equipo internacional y que se publica en la revista ‘Science’.
El 16 de septiembre de 2023, una ola gigantesca azotó el fiordo Dickson, un golfo deshabitado de la costa oriental de Groenlandia. El suceso que desencadenó esta ola descomunal no fue visto por nadie, pero tuvo que ser digno de ver: fue el desplome de un pico montañoso de 1,2 kilómetros de altura sobre el fiordo. El brusco desplazamiento del agua generó una ola de hasta 110 metros de altura que se extendió a lo largo de 10 kilómetros por todo el golfo. Según calcularon los científicos, se redujo a siete metros en pocos minutos y habría descendido a unos pocos centímetros en los días posteriores, pero estuvo ‘rebotando’ de un lado a otro del fiordo durante nueve días.
Este movimiento causó una vibración que se transmitió a través de la corteza terrestre y fue detectada por sismógrafos de todo el mundo. La masa de agua se habría movido de un lado a otro del fiordo cada 90 segundos, coincidiendo con los registros de unas vibraciones obtenidos durante los días que duró el incidente y que en aquel momento sorprendieron a los sismólogos.
«Cuando vi por primera vez la señal sísmica, me quedé completamente desconcertado. Aunque sabemos que los sismómetros pueden registrar diversas fuentes que se producen en la superficie de la Tierra, nunca antes se había registrado una onda sísmica de tan larga duración, que se desplaza por todo el planeta y que contiene una sola frecuencia de oscilación», explica Stephen Hicks, investigador del Departamento de Ciencias de la Tierra de University College London y coautor del estudio.
‘Objeto sísmico no identificado’
«Es la primera vez que el movimiento del agua se registra en forma de vibraciones a través de la corteza terrestre, recorriendo el mundo y durando varios días». El registro fue tan novedoso que cuando los científicos detectaron la señal por primera vez la calificaron como «USO»: siglas en inglés de ‘objeto sísmico no identificado’.
La misteriosa señal sísmica fue detectada por sismómetros distribuidos desde el Ártico hasta la Antártida. Su aspecto era completamente distinto al de los «estruendos» y «pitidos» ricos en frecuencias de los registros de terremotos, ya que contenía una sola frecuencia de vibración, como un zumbido monótono.
El primer firmante del estudio que publica ‘Science’, Kristian Svennevig, del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia (GEUS), destaca que cuando «nos embarcamos en esta aventura científica, todo el mundo estaba desconcertado y nadie tenía la menor idea de la causa de esta señal. Lo único que sabíamos era que estaba relacionada de algún modo con el corrimiento de tierras. Sólo conseguimos resolver este enigma gracias a un enorme esfuerzo interdisciplinar e internacional».
Mientras la señal desconcertaba a los expertos, estos recibían por otro lado la noticia del tsunami del fiordo Dickson. Ataron cabos y se pusieron manos a la obra para demostrar la relación entre ambos fenómenos. De ello se ha encargado un grupo multidisciplinar del que formaron parte 68 científicos de 40 instituciones de 15 países, que ha trabajado combinando datos de sismómetros e infrasonidos, mediciones sobre el terreno, imágenes sobre el terreno y por satélite, y simulaciones de olas de tsunami.
El equipo también usó imágenes captadas por militares daneses que navegaron por el fiordo pocos días después del desprendimiento para inspeccionar la cara de la montaña y el frente glaciar derrumbados, junto con las huellas dejadas por el tsunami. Esta combinación de datos locales sobre el terreno y observaciones remotas a escala mundial permitió al equipo resolver el rompecabezas.
A juicio de Hicks, la clave de esta investigación es que «pone de relieve las intrincadas interconexiones entre el cambio climático en la atmósfera, la desestabilización del hielo de los glaciares en la criosfera, los movimientos de las masas de agua en la hidrosfera y la corteza sólida de la Tierra en la litosfera». El desprendimiento se debió a la disminución del grosor del glaciar situado al pie de la montaña, que dejó de sostener la pared rocosa. La causa, en última instancia, fue el cambio climático, dicen los científicos.
Los investigadores calcularon que en el desprendimiento cayeron sobre el fiordo 25 millones de metros cúbicos de roca y hielo. Además confirmaron que el tsunami provocado por el derrumbe es uno de los mayores registrados en la historia reciente. A 70 kilómetros del punto de partida, las olas, que ya ‘solo’ tenían cuatro metros de altura, dañaron una base de investigación y destruyeron varios yacimientos arqueológicos. «Como científico especializado, otro aspecto interesante de este estudio es que se trata del primer deslizamiento de tierra y tsunami observados desde el este de Groenlandia, lo que demuestra que el cambio climático ya tiene importantes repercusiones allí», concluye Svennevig.