Intervención del presidente del Gobierno en el World in Progress Barcelona
Barcelona (España)
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO
Buenos días, presidente de la Generalitat, querido Salvador. Alcalde de Barcelona, querido Jaume. Presidente del Grupo Prisa. Señoras y señores, autoridades.
Quisiera, en primer lugar, agradecer la oportunidad que nos da el Grupo Prisa de participar en este en este foro, porque creo que espacios de reflexión como este son siempre necesarios, pero en el escenario global actual no solamente son necesarios, sino que creo que son imprescindibles para poder comprender qué es lo que está sucediendo en nuestro entorno.
Hace justo una semana- hacía referencia ante el president de la Generalitat y también al alcalde de Barcelona- se cumplió un año del terrible atentado terrorista perpetrado por jamás en Israel. Muchos rehenes cuya liberación, evidentemente volvemos a reclamar una vez más, aún permanecen secuestrados. Y lo que ha ocurrido desde entonces excede con mucho cualquier cálculo imaginable por la brutal y desproporcionada respuesta del ejército israelí.
Para que nos hagamos una idea. Gaza ocupa 360 kilómetros cuadrados, 360 kilómetros cuadrados. Si lo ponemos en contexto, estamos hablando de una superficie equivalente a la mitad de la isla de Menorca, a la mitad de la isla de Menorca. En ese pequeño espacio viven más de dos millones de personas dependientes, como saben ustedes, casi por completo de la ayuda internacional para comer o para recibir atención médica. Y desde hace un año, esa pequeña extensión de tierra ha sido golpeada sin piedad con ataques aéreos. 800 bombas de media cada día. La media diaria de víctimas supera el centenar a lo largo de este último año, más de 100 muertos al día hasta superar la inimaginable cifra, la inabarcable cifra de 42.000 víctimas. Y casi el 30% de esas víctimas son menores de edad. Insisto, cada día.
Y la pregunta que nos tenemos que hacer, y creo que además este foro sirve para ello, es ¿En qué momento la comunidad internacional normalizó toda esta barbarie, la deshumanización del debate público? ¿Cuándo aceptamos como algo inevitable la muerte de más de un centenar de periodistas en Gaza?, ¿Del personal de UNRWA?, ¿De más de 200 cooperantes de ONG que sepamos?, ¿O el ataque a una instalación debidamente señalizada de fuerzas de paz de Naciones Unidas, la FINUL en Líbano, como viene ocurriendo durante estos últimos días?
Yo creo que la guerra no es el estado natural de las cosas. Lo que siempre termina siendo inevitable es la paz. Porque sin paz no hay futuro, ni en Oriente Medio ni en ningún otro lugar del mundo. Por eso debe llegar cuanto antes. Y hoy cuando la escalada ya no es una posibilidad, sino una certeza, recuerden lo que hablábamos hace meses: Evitemos la escalada. Bueno, ya es una certeza cuando la guerra ya se extiende también a Líbano y amenaza a otros frentes latentes en la región, como ha dicho antes el alcalde y el president de la Generalitat.
Creo que es imprescindible que, en un foro como este, aquí en Barcelona, una ciudad de paz, hablemos de que el mundo no aparte la mirada de este conflicto.
Compartí esta reflexión el pasado viernes con el Papa Francisco, que creo que es un luchador incansable por la paz y los derechos humanos. Ha criticado a la comunidad internacional por su parálisis en relación con esta guerra. También con los líderes del MED-9, de los países del Mediterráneo, con los que también tuve ocasión en su momento, de compartir con el ex primer ministro Matteo Renzi, que nos acompaña hoy. Y allí dije algo que me gustaría repetir aún más, con mayor convencimiento en esta ciudad de Barcelona y en este foro.
Y es que la comunidad internacional debe suspender de inmediato el envío de armas a Israel, como ha hecho España, por un motivo bien sencillo, pero también aplastante. Y es que sin armas no hay guerra. Y por el mismo motivo, creo que la Comisión Europea, el Gobierno de todos los europeos y europeas, debe responder de una vez por todas a la petición formal que hicimos dos países europeos, España e Irlanda, hace ya nueve meses, y suspender el acuerdo de asociación con el gobierno de Israel si se constata, como todo sugiere, que se están violando los derechos humanos.
Y, por la misma razón, la comunidad internacional debe blindar su apoyo a las Naciones Unidas. Ayer saben ustedes que el primer ministro israelí pidió la retirada de las fuerzas de FINUL desplegadas en Líbano, que lo que hacen es preservar la paz entre ambos países. Y nuestro país no solamente lidera FINUL con un general al mando, el general Lázaro, sino que también contribuye con 650 militares a esta misión. Hombres y mujeres que han hecho, me consta, porque les he visitado en el pasado, y siguen haciendo un trabajo extraordinario para favorecer la paz entre Israel y Líbano.
Y por eso, quiero trasladarles también desde aquí que condenamos, como no puede ser de otra manera, y vamos a seguir condenando de forma rotunda la declaración que ayer hizo el primer ministro Netanyahu. Porque no va a haber retirada de FINUL, porque nuestro compromiso con la legalidad internacional, en los términos establecidos en la Resolución 1701 tiene hoy más sentido que nunca después de ver lo que está sucediendo sobre el terreno.
Y espero, además, que el resto de países de nuestro entorno hagan lo mismo, porque creo que es hora de que la comunidad internacional despierte. Que actuemos con decisión, con enorme empatía con la población israelí por lo que ha sufrido, pero también con decisión contra un gobierno y contra un primer ministro, en este caso Netanyahu, que tiene una única pretensión y es imponer un nuevo orden regional por la fuerza. Y un nuevo orden regional por la fuerza lo único que va a traer es más desorden y más destrucción en Oriente Medio y, en consecuencia, más inestabilidad en el mundo.
Creo que todos los que estamos aquí, o una amplísima mayoría de la sociedad española y la sociedad internacional, es consciente de que el orden internacional debe asentarse en las normas que nos hemos dado todos. No en la fuerza de unos pocos. Y, por tanto, no va a haber una paz duradera y justa sin abordar las causas profundas del conflicto y apostar por la única solución posible, la de los dos estados, la de Israel y la de Palestina, que sean capaces de convivir en paz.
Yo tengo clara cuál es la hoja de ruta del primer ministro Netanyahu y es por la vía de los hechos destruir la alternativa y la solución política de los dos Estados. Por eso también España, junto con otros países, Eslovenia, Irlanda y Noruega, dimos un paso al frente y reconocimos al Estado de Palestina.
En fin, lo que ocurre en Oriente Medio, en todo caso, no es el síntoma de un problema, yo creo que es la enfermedad en sí misma, y es un orden internacional que se está viendo subvertido, una legalidad internacional que está siendo violada, no respetada por países que forman parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Rusia, por ejemplo, en el caso de Ucrania, pero también lógicamente en Oriente Medio.
La guerra de Putin en Ucrania continúa, como he dicho; Estados Unidos y China se hallan enfrascados en una suerte de dura competición por la hegemonía mundial; y Europa, como hoy ha trasladado el ex primer ministro Letta, busca su lugar en el mundo, cuyo centro de gravedad es evidente que se está desplazando hacia Asia; y el sur global demanda, con toda justicia, un mayor protagonismo en la ecuación geopolítica.
Este es el mundo multipolar que nos ha tocado vivir. Un mundo en el que la democracia, como antes señalaba el president de la Generalitat de Catalunya, cede terreno por primera vez en décadas, víctima de que la desinformación que envenena el espacio público, divide las sociedades y polariza el debate público.
Esa es la receta con la que algunos pretenden camuflar su total ausencia de proyecto político, o un proyecto político que no goza de una confianza, si se saben sus contenidos, de la mayoría social de cada uno de los países. Y cuando no se tiene nada que ofrecer, pues el ruido, la polarización, es lo único que queda.
Y al ruido, desde el Gobierno de España vamos a responder con un auténtico proyecto de país que funciona, de seis años a esta parte lo estamos demostrando, y que ha contribuido al excelente momento económico que vive nuestro país. Y nada ni nadie nos va a apartar ni un milímetro de ese camino.
Ese es mi compromiso, mi compromiso con todos los ciudadanos y ciudadanas que, en el año 2027, al final de la legislatura, España será un país mejor que cuando llegamos al gobierno en el año 2018. Un país más próspero, más avanzado y más unido en lo social y en lo territorial.
Una década de avance o de avances, mejor dicho, para España, en todos los niveles, después de una década que, a mi juicio nos hizo perder los que gestionaron desde una ideología ultraconservadora la respuesta a la crisis financiera. La misma ineficacia, por cierto, con la que ahora gestionan la frustración ante su propia falta de proyecto político.
Se atribuye al presidente Roosevelt la idea de que lo único a lo que debemos tener miedo es al miedo mismo. Y el miedo a quien se deja arrastrar por él, efectivamente, lo paraliza, especialmente ante las grandes transformaciones como las que están ahora mismo a bordo del conjunto de las sociedades no solamente europeas, sino mundiales, como es la transición ecológica y también la transformación digital.
Y ante estas transformaciones de tal entidad, yo siempre he defendido lo opuesto. No creo que sean crisis en negativo en un sentido peyorativo del término. Yo creo que la necesidad de abordarlas, la exigencia de abordarlas, pueden constituir una gran oportunidad para hacer las cosas mejor, porque no las estábamos haciendo bien hasta el momento. Si no, miremos cuáles son los efectos del cambio climático y la emisión de gases de efecto invernadero en nuestro planeta.
Por eso, frente al miedo al cambio que preconizan los de siempre, creo que el optimismo ante las oportunidades que nunca antes habíamos tenido ante nosotros es lo que tenemos que reivindicar. Y para hacerlo posible, el progreso cuenta con importantes, grandes aliados.
En primer lugar, contamos con la ciencia y con el conocimiento, que no dejan de abrir puertas a la esperanza en multitud de campos. Y Barcelona es un claro ejemplo, por ejemplo, con el Barcelona Supercomputing Center, y evidentemente, todo lo que vamos a impulsar a través de ella en inteligencia artificial.
En segundo lugar, cuenta con una sociedad, sobre todo a la gente joven comprometida con las causas como la lucha y la adaptación al cambio climático o la conquista de nuevos derechos, sobre todo la gran causa feminista.
Y cuenta, finalmente, con el valor de la experiencia, con nuestra capacidad para aprender de los errores, sobre todo en las sociedades democráticas.
En el ciclo de crisis abierto tras la pandemia del año 2020, creo que la respuesta que dio Europa, también España contribuyó a ella, supuso una auténtica enmienda a la totalidad del paradigma de la austeridad, preconizado por el neoliberalismo durante los años 2010 en adelante.
Y esta vez, creo que la prioridad fue proteger y no dejar caer empresas, empleos, rentas. Y ahí tenemos los resultados de la recuperación económica tan rápida en términos de PIB y en términos de empleo.
Y fue así porque incorporamos las lecciones de la década perdida, porque dimos una salida diametralmente opuesta a los desafíos que afrontaban nuestras sociedades.
Y los resultados, insisto, están ahí y además son incuestionables, son indiscutibles, incluso para los profetas del desastre y los agoreros, que siempre los hay, también aquí en España.
Pero no podemos negar la evidencia. Es evidente, y se ha dicho antes, que crece la percepción de que el progreso está amenazado. Y es evidente también que ante retos complejos que exigen soluciones complejas. Hay quien desdeña el conocimiento y la ciencia. Quien intenta quebrar nuestros consensos y valores más básicos con la nostalgia de un pasado inventado por bandera, que parece que fue mejor que el actual presente. Y no es verdad.
Son los negacionistas de la emergencia climática y de los resultados electorales legítimos. Son los creadores de bulos y difusores de ese odio en las redes sociales. Son quienes, señoras y señores, buscan recortar derechos en lugar de ampliarlos. Siempre se habla de recortar derechos, nunca de ampliarlos por parte de estos agoreros y de estos profetas de la catástrofe.
Yo creo que ahí radica la mayor amenaza para el progreso. No solo en una internacional ultraderechista que se expande por todas las terminales que tienen en Europa, en Estados Unidos, en América Latina y que es corrosiva para la democracia, sino también, y esto es lo que me gustaría aportar como complemento a las intervenciones tanto del alcalde, como del president de la Generalitat, también por su capacidad, y esto es lo grave, para atraer a otras fuerzas políticas cada vez más tentadas de copiar sus métodos y sus mensajes. Y pongo un ejemplo muy reciente.
Hemos estado hablando durante todos estos meses, desde el verano, de la migración. Y celebramos la semana pasada un debate en las Cortes Generales monográfico sobre la migración. La apelación a las deportaciones masivas; el uso de la Armada para detener cayucos; o la estigmatización que se hace de los menores que nos llegan a las costas de las costas de España, ya no son patrimonio exclusivo de esa internacional ultraderechista. Esa tendencia implica un riesgo cierto de involución que amenaza la idea misma del progreso.
Por eso, el único camino posible es el de la firmeza de las convicciones, nunca de la flaqueza de quienes dudan y se dejan arrastrar. Porque la pregunta es bien sencilla, la que nos tenemos que hacer como país, señoras y señores. ¿Queremos una España que sea abierta y, por tanto, próspera, o queremos una España cerrada y, por tanto, pobre? Esta es la pregunta que nos tenemos que responder, y sin duda alguna, la aportación de la inmigración es sustancial para responder afirmativamente a esta disyuntiva.
Una firmeza a la que antes hacía referencia, que quiero sintetizar en tres grandes prioridades de actuación, plenamente alineadas con los valores esenciales de la Unión Europea y por los cuales España está trabajando desde hace seis años a esta parte.
En primer lugar, debemos promover una economía que crezca dentro de los límites planetarios y evidentemente al servicio de las personas. Tenemos que crecer en sostenibilidad medioambiental. Tenemos que hacerlo en equidad y en inclusión.
Yo creo que ese es el camino que España lleva ya seis años recorriendo con grandes logros a su espalda, pero con grandes tareas pendientes por delante también.
Y antes se ha hecho referencia por parte de los intervinientes a algunas de ellas, y yo quiero entrar también, aunque sea someramente, a referirme a ellas. Por eso vamos a seguir fortaleciendo el poder adquisitivo de los trabajadores; vamos a seguir blindando la dignidad de las pensionistas; de las personas dependientes; vamos a terminar este año con 9.500 millones de euros en el Fondo de Reserva de la Seguridad Social; vamos a seguir negociando con los agentes sociales instaurar una jornada laboral más reducida y, por tanto, más compatible con la corresponsabilidad familiar y, por qué no, también personal.
Y, por supuesto, vamos a seguir peleando para que la vivienda deje de ser el negocio de unos pocos y se convierta en el derecho de todos y de todas. Desde luego, la manifestación que se produjo ayer en Madrid, el Gobierno de España la escucha con atención y comparte su demanda.
La situación es difícil porque es evidente que los precios de los pisos no han parado de subir, que la oferta es escasa, y que a menudo la calidad incluso de esa oferta es deplorable. Que hay muchas familias y muchos jóvenes que no pueden progresar, no pueden emanciparse porque la lacra del alquiler o la vivienda adecuada en su acceso se lo impide.
Y sé que, si no reaccionamos con contundencia, la sociedad española, como el resto de la sociedad occidental, particularmente la europea, acabará dividida en dos clases. Y yo no quiero una España donde haya propietarios ricos e inquilinos pobres.
Por eso mi gobierno ha fijado como prioridad absoluta la vivienda. Y en estos seis años hemos avanzado. Hemos aprobado leyes pioneras. Hemos multiplicado por ocho la inversión en vivienda hasta alcanzar nada más y nada menos que los 20.400 millones de euros.
Estamos logrando contener las subidas de los precios de alquiler durante los peores meses, lo hicimos, perdón, de la pandemia y hemos logrado también acabar con la lacra de los desahucios que tanto daño hizo en la crisis financiera anterior.
Logramos proteger la vivienda pública de la especulación. Logramos que miles de jóvenes vayan pudiendo acceder al alquiler o comprar gracias a los bonos y créditos del Instituto de Crédito Oficial.
Pero sabemos que todo esto no es suficiente, que la vivienda sigue siendo para mucha gente, sobre todo para los jóvenes, más un drama que un derecho. Y el problema sigue ahí y requiere de medidas contundentes para resolverlo. Nosotros las adoptaremos.
Y quiero también que tengan ustedes la certeza de que mi compromiso es que resolvamos el drama de la vivienda. Y, de hecho, hoy mismo, les quiero anunciar, vamos a poner en marcha el reparto de 200 millones de euros para jóvenes de alquiler en los bonos de alquiler y también un nuevo reglamento para evitar los fraudes en contratos de alojamiento turístico y de temporada.
Vamos a hacer más. Es evidente que necesitamos de todas las administraciones competentes para que arrimen el hombro y, de hecho, la Conferencia de Presidentes que tenemos convocada para el mes de diciembre va en esa línea.
Y, para empezar, lo que tenemos que hacer entre todas es aplicar la Ley de Vivienda. Porque es una buena ley que ofrece herramientas muy útiles a los ayuntamientos y particularmente a las comunidades autónomas.
Arreglar el problema de la vivienda no entiende de varitas mágicas, pero tampoco de palos en la rueda para poder implementar soluciones adaptadas a cada uno de los territorios.
La Ley de Vivienda es una buena ley que allí donde se aplica funciona. Ahí están los datos que ha planteado antes el alcalde de Barcelona.
Y creo, además, que la línea marcada en el debate de política general por el president de la Generalitat de Cataluña, de un compromiso por construir 50.000 viviendas protegidas a lo largo de los próximos años, dedicando más de 4.000 millones de euros es la senda que tenemos que continuar todas las administraciones conjuntamente.
Ojalá, en definitiva, todas las administraciones autonómicas y locales lo entiendan así, de una vez por todas.
En segundo lugar, debemos defender activamente la democracia -antes se ha hecho referencia en las intervenciones a ello-, en una era donde cada vez nos es más difícil distinguir lo que es la verdad de la mentira. Yo creo que es hora de dar un paso al frente en defensa de la democracia. Nuestra ética democrática no es negociable, no es negociable.
Y esa es la esencia del Plan de Acción por la Democracia basado en su literalidad; en el espíritu también de la normativa europea. A ningún demócrata le puede perturbar el refuerzo de la transparencia, de la pluralidad, de la responsabilidad de nuestro ecosistema informativo para garantizar el acceso a la información veraz. Solo a quienes viven de la mentira, a quienes pretenden ampararse en la opacidad puede molestar una iniciativa de este tenor.
Y, finalmente, creo que el tercer desafío que tenemos que abordar es el de reformar y adaptar nuestro multilateralismo a un orden mucho más eficaz y mucho más legítimo.
El sistema multilateral surgido tras la Segunda Guerra Mundial hoy es evidente que está cuestionado, no solamente por el Sur global, sino por miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; Rusia es el caso más paradigmático. También lo está en Derecho Internacional Humanitario -como expuse al comienzo con toda crudeza-, y hay quienes quieren que todo caiga, que la arquitectura que más paz y prosperidad ha brindado al mundo se desmorone. Y es importante que no lo permitamos. Y para eso no tenemos que quedarnos como estamos, sino que tenemos que renovar esa arquitectura multilateral, tenemos que dotarla de nuevas herramientas de mayor legitimidad.
Y España está dispuesta a jugar ese papel. Por eso estamos incrementando nuestra inversión en el sistema multilateral. Por eso vamos a acoger el próximo año una importante cumbre en todo lo que representa ese sistema multilateral que es la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, que se va a celebrar en la ciudad de Sevilla.
En definitiva, señoras y señores, el mundo, España también está en una encrucijada y es hora de elegir. Lo he dicho antes y lo vuelvo a repetir, ¿Queremos sociedades abiertas y prósperas, o sociedades cada vez más cerradas y empobrecidas? La apertura implica una renovada confianza en instituciones multilaterales; también su refuerzo, su reforma, para afrontar los retos y oportunidades que nos ofrece esta interdependencia global. Y debemos hacerlo con coherencia y sin dobles raseros, en Ucrania y en Oriente Medio, porque solo así podremos restaurar la credibilidad de instituciones esenciales para preservar la paz, el desarrollo y un orden internacional basado en reglas.
En fin, las soluciones existen y son factibles. Con voluntad política yo creo que podemos fortalecer ese estado de las cosas, ese orden multilateral. Se puede también crecer en equidad y en inclusión, reforzando el Estado del bienestar para que la prosperidad alcance cada casa y se proyecte hacia el futuro.
Yo creo que España está avanzando con esa receta; pese a la complejidad del momento, estamos avanzando con esa receta que nos permite, por cierto, sanear nuestras cuentas públicas, reducir la deuda pública y el déficit público. Por primera vez en más de una década, España ha salido del procedimiento de déficit excesivo marcado por la Comisión Europea.
Y mientras hacemos todo eso, estamos impulsando probablemente uno de los mayores esfuerzos modernizadores en décadas de nuestro tejido productivo en clave verde y digital, gracias -por cierto- a la contribución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que, evidentemente, España luchó a brazo partido por lograr.
Y por eso, entre otras razones, se nos reconoce en Europa como lo que somos, un auténtico motor de europeísmo, con un liderazgo cada vez más reconocido. Nunca antes nuestro país había contado con tanto peso en instituciones comunitarias. Dos de las seis mujeres más poderosas de la Unión Europea son españolas y, por primera vez, España cuenta con el mismo número de direcciones generales en la Comisión Europea que países como Francia o como Italia. Y esto no obedece a una casualidad. Hay hechos y hay políticas que lo avalan. Hay mucho trabajo detrás.
Crecemos con más fuerza que ninguna otra gran economía de la eurozona y lo hacemos, además, sobre bases equilibradas. Contamos con más personas trabajando y cotizando que nunca antes. Hemos reducido a la mitad la tasa de temporalidad gracias a esa reforma laboral que acordamos con los agentes sociales. Hemos impulsado la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, especialmente entre quienes perciben menos ingresos gracias al alza del salario mínimo interprofesional, y la confianza empresarial se sitúa en máximos históricos, según el Instituto Nacional de Estadística.
La creación de empresas, señoras y señores, acaba de registrar su mejor mes de agosto en 17 años, y las fuentes renovables en España, en un país que hasta hace muy poco se le ponía un impuesto al sol -parece una broma, pero es cierto- pues ya alcanzan el 60% de nuestra electricidad. Eso es lo que hemos logrado en este tiempo tan intenso y tan complejo.
Con este bagaje, yo creo que España se ha ganado el derecho, como decía antes el alcalde de Barcelona, a hablar desde el optimismo. Y, por tanto, reivindico ese valor para combatir la moral de derrota a la que nuestro país fue encadenado tantas veces en su historia, a ese pesimismo que nos invade algunas veces de forma absolutamente irracional.
Somos un país extraordinario, capaz de hacer cosas extraordinarias y que, por desgracia, está acostumbrado a hacerse de menos. Somos una democracia plena que hoy es referente en derechos y libertades en todo el mundo y, si no, pues que se lo digan a muchas mujeres del mundo.
Somos una sociedad abierta y de acogida, vacunada contra el odio, entre otras razones, por el recuerdo de un pasado aún cercano en el que muchos de los nuestros, de nuestros antepasados, emigraban. Y como dije, precisamente en esa comparecencia de la migración en el Congreso de los Diputados, somos hijos de esa migración y, por tanto, no vamos a ser padres de la xenofobia que inunda, por desgracia, el discurso de otras latitudes.
Concluyo. De las cenizas de esa devastación de la Segunda Guerra Mundial el mundo levantó una arquitectura jurídica y moral de derechos humanos que nos ha traído hasta aquí. De esas ruinas emergió también una Europa unida que va a afrontar uno de sus grandes desafíos, que es la ampliación, y toda la reforma inherente a ella que va a implicar desde el punto de vista financiero y desde el punto de vista institucional. De la amenaza de la pandemia de la COVID-19 surgió un impulso sin precedentes a la cooperación científica que ha sido reconocido con el Nobel y que nos ha permitido combatir cualquier desafío que amenace al progreso.
Por tanto, lo que quiero decir, señoras y señores, para concluir, es que el mundo avanza a pesar de los profetas del desastre. La presencia de las mujeres con escaño en parlamentos alcanza el 27%; sigue siendo insuficiente porque representan el 50% de la población mundial, pero es el doble que en el año 1990. En poco más de medio siglo la mortalidad infantil se ha reducido del 50% al 4% en el planeta, del 50 al 4%. El número de estudiantes universitarios se ha doblado en solo dos décadas. Y el mundo en su conjunto duplica la potencia solar instalada en cuatro años, mientras la energía producida por los combustibles fósiles se reduce drásticamente.
En fin, yo creo, estoy convencido, de que este foro va a aportar a la vista del elenco de intervinientes, reflexiones muy valiosas para seguir avanzando en esa dirección y, desde luego, yo voy a estar muy pendiente también de las cosas que se van a debatir y hablar aquí. Por eso, enhorabuena al grupo Prisa, al diario El País, a la Cadena SER, por hacerlo posible. Creo que los retos globales a los que nos enfrentamos son, sin duda, formidables, pero encuentros como este también nos ayudan a orientarnos y marcan el camino. Así que enhorabuena y muchas gracias.
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)