Esperpento de Valle-Inclán en exposición en el Reina Sofía
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 8 de noviembre de 2024, p. 6
Madrid. El esperpento, esa corriente estética que desfiguraba la realidad como si se reflejara en un espejo cóncavo para ridiculizarla y criticarla con mordacidad e ironía, fue una de las grandes aportaciones creativas del escritor e intelectual español Ramón María del Valle-Inclán, un gallego iconoclasta que marcó la literatura y el pensamiento español del siglo XX. Esa figura retórica, en la que se inspiró una buena parte de su obra literaria, se convirtió ahora en el punto de partida de una magna exposición en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que con el título Esperpento. Arte popular y revolución estética, se sumerge en esas expresiones artísticas de diversos géneros y autores que se mofaron desde el esperpento tanto de la cursilería de la burguesía más liviana como de la siniestra iconografía de los escuadrones de la muerte del nazismo y el fascismo en la Europa de la primera mitad del siglo pasado.
El esperpento ya estaba ahí cuando lo descubrió o lo redefinió Valle-Inclán, pues esa forma de reírse del poder y la barbarie, del abuso y la opulencia, estaba muy vivo en la cultura popular. Pero no sólo la del siglo XX, sino que forma parte de la propia idiosincracia del país. De hecho el propio Valle-Inclán, en una de sus obras cumbre, Luces de Bohemia, que es además uno de los textos fundamentales para entender el esperpento
como corriente estética, afirmó: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato
.
Con esa idea como eje, la del esperpento como herramienta popular para la crítica y el humor, el museo Reina Sofía exhibe una de las grandes exposiciones del año para este centro de arte, sobre todo por la profunda investigación y la recuperación de piezas y objetos de arte popular –como máscaras, viñetas, carteles, títeres o ilustraciones– que permiten entender la dimensión retórica de la figura estética del esperpento, más allá de las dos o tres referencias literarias más socorridas.
La muestra comienza con un espejo con la cabeza de dos burros pintados y la leyenda ¡Ya somos tres!
, una obra de 1900 de Joaquín Xaudaró y Echau. Sigue el recorrido por lo que se podrían llamar los antecedentes
del esperpento a través de caricaturas satíricas que animalizaban a políticos y a la monarquía, cuadros en la tradición de Goya o dispositivos ópticos previos al cinematógrafo. Ordenada a través de ocho secciones, el itinerario de la muestra parte del primer tercio del siglo XX, desde la Galicia natal del autor, hasta su muerte y los primeros del meses de la Guerra Civil (1936-1939).
El curador de la exposición, Germán Labrador, explicó durante la presentación a los medios de comunicación que la idea es sacar al esperpento del rincón de la curiosidad literaria, el cachivache extraño o la tradición casticista dónde pretendió arrinconarlo el franquismo y situarlo como lo que es, una categoría crítica, estética, profunda
.
Una de las herramientas que además le servían de inspiración a Valle-Inclán para escribir y ver la realidad desde ese espejo cóncavo del esperpento fueron las marionetas. Él mismo lo reconoció: “Estoy haciendo algo nuevo, distinto a mis obras anteriores. Ahora escribo para muñecos. Es algo que he creado y que yo titulo Esperpentos. Este teatro no es representable para actores, sino para muñecos, a la manera del Teatro dei Piccoli en Italia”.
La exhibición ahonda en la idea de que el disparate, lo deforme y todo el imaginario que subyace en el imaginario popular transciende lo que es un género literario para convertirse en una forma de entender la realidad mediante el distanciamiento crítico. Para ilustrar la visión del mundo de Valle-Inclán, se rescatan cuadros de pintores contemporáneos del escritor como José Gutiérrez-Solana, María Blanchard, Eugenio Lucas Velázquez, Rosario de Velasco o Alfonso Rodríguez Castelao, además de artistas internacionales como Umberto Boccioni, André Masson o Caspar Neher. José Clemente Orozco, con su obra Tirano, es una de las piezas más importantes de la exposición.
La muestra permanece abierta al público en Madrid hasta el 10 de marzo del próximo año.