
El cambio climático detiene una glaciación que debía empezar hace 11.000 años
Durante millones de años, el clima de la Tierra ha estado regulado por un delicado equilibrio entre la órbita del planeta y la inclinación de su eje, factores que determinan los ciclos glaciales.
Sin embargo, una nueva investigación publicada en New Scientist revela que este patrón ha sido alterado de manera significativa por la actividad humana.
Según el estudio, sin la intervención del calentamiento global, la Tierra podría haber estado en camino hacia una nueva era glacial dentro de aproximadamente 11.000 años.
La clave de este fenómeno reside en los ciclos de Milankovitch, variaciones en la órbita terrestre que afectan la cantidad de energía solar que llega al planeta.
Tradicionalmente, estos ciclos provocaban glaciaciones cada 41.000 años, pero desde hace 800.000 años, el intervalo entre ellas se ha extendido a 100.000 años.
Este cambio ha sido un enigma para los paleoclimatólogos, conocido como el “problema de los 100.000 años”, ya que no estaba claro cómo influían los factores orbitales en esta periodicidad más prolongada.
El equipo de Stephen Barker, de la Universidad de Cardiff, ha logrado establecer un patrón que explica la periodicidad de las glaciaciones en los últimos 900.000 años.
En lugar de centrarse en eventos específicos, los investigadores analizaron los patrones generales de avance y retroceso de los hielos a lo largo de los periodos interglaciares.
Descubrieron que cada interglaciación ha ocurrido cuando la inclinación del eje terrestre alcanzaba su punto más alejado del Sol y la órbita estaba en su fase más circular.
Esto implica que tres factores orbitales —precesión, oblicuidad y excentricidad— interactúan para generar ciclos de 100.000 años. Según esta regla, y en ausencia de emisiones humanas, el siguiente periodo interglaciar debería comenzar en 66.000 años.

Sin embargo, para que esto suceda, la Tierra primero tendría que atravesar una nueva glaciación. Los cálculos del equipo sugieren que, bajo condiciones naturales, la acumulación de hielo en los polos habría comenzado hace entre 4.300 y 11.100 años.
En otras palabras, es posible que la humanidad esté viviendo el inicio de un periodo que, en otro contexto, habría sido el preludio de la próxima glaciación.
El factor disruptivo en este patrón es la intervención humana. Desde la Revolución Industrial, se han liberado más de 1.5 billones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂), lo que ha generado un aumento significativo en la temperatura del planeta.
Este fenómeno ha sido suficiente para impedir la acumulación de hielo y alterar la trayectoria climática natural.
Según Barker, la cantidad de CO₂ emitida a la atmósfera es tan grande que su eliminación natural tardará siglos o incluso milenios.
Esto coincide con estudios previos del climatólogo Andrey Ganopolski, del Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam, quien sugiere que incluso los niveles preindustriales de CO₂ podrían haber retrasado la próxima glaciación por 50.000 años.
Este hallazgo subraya el impacto profundo y duradero de la actividad humana en el sistema climático global. No solo estamos alterando el clima en escalas de tiempo humanas, sino que nuestras acciones están afectando los procesos geológicos que han regido la historia de la Tierra durante millones de años.

El estudio plantea preguntas importantes sobre la estabilidad del clima en el futuro. Aunque los modelos sugieren que la próxima glaciación ha sido pospuesta por decenas de miles de años, las consecuencias del calentamiento global siguen siendo inciertas.
El aumento de temperaturas, la reducción del hielo polar y la alteración de los patrones climáticos podrían generar efectos colaterales impredecibles en los ecosistemas y en la civilización humana.
La investigación destaca la necesidad de seguir explorando el impacto de las emisiones de gases de efecto invernadero a largo plazo y de reforzar los esfuerzos para mitigar el cambio climático.
Más allá de las preocupaciones inmediatas sobre el calentamiento global, la humanidad ha modificado un proceso climático que ha definido la evolución del planeta por millones de años, lo que resalta la magnitud de nuestra influencia sobre la Tierra.