
«Los meteoritos son la amenaza exterior más peligrosa para la Tierra»
Hay muchas maneras de acabar con nuestro planeta. Algunas surgen en su interior y otras proceden del resto de la galaxia. «Los meteoritos constituyen la amenaza más peligrosa procedente del exterior», advierte Santiago Pérez Hoyos, doctor en Física por la Universidad del País Vasco, y menciona el reciente ejemplo del asteroide 2024 YR4, al que se atribuyó cierta probabilidad de colisión ya descartada. En cualquier caso, esos objetos sueltos con órbitas inestables despliegan relativamente escasa energía, según explica, y los impactos de los más pequeños ocurren diariamente. El experto hablará hoy sobre esos riesgos en un nuevo encuentro del Aula de EL CORREO que tendrá lugar hoy, a partir de las 19.30, en el Salón El Carmen de Bilbao. El acto cuenta con el apoyo de Menoscuarto Ediciones y BBK.
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Ponente
Santiago Pérez Hoyos, doctor en Física por la UPV y autor de ‘Manual para la destrucción del planeta Tierra’. -
Lugar y hora
Hoy, Salón El Carmen a las 19:30 horas. -
Con la colaboración
Fundación BBK.
El hipotético cataclismo puede tener diferentes alcances. El más sencillo afectaría a la civilización, tal y como ha sucedido repetidamente a lo largo de la historia, pero también cabe que vaya más allá y afecte a las especies. «Es algo que sucede continuamente, son frágiles y, a veces, incluso cae todo un árbol de la vida, tal y como sucedió con los dinosaurios», indica. El apocalipsis superior que acabe con la biosfera no ha tenido lugar. «Desde que surgió la vida, hace 3.500 millones de años, no se ha producido un proceso que haya eliminado todas las formas de vida del planeta. Siempre ha habido una posibilidad de recuperación». En última instancia, la destrucción de la Tierra es astrofísicamente posible, sostiene, aunque, evidentemente, no ha sucedido.
No vivimos en un mundo consolidado. El autor de ‘Manual para la destrucción del planeta Tierra’ nos recuerda que las atmósferas se hallan en un permanente estado de inestabilidad. «Existen muchos mecanismos cósmicos que las pueden transformar», apunta. Venus se asemejó a nuestro hábitat, pero se ha transformado en un infierno; Marte se antojaba un paraíso y ahora es un desierto. La temperatura supone un factor esencial. «Cuando hablamos de un grado y medio de aumento en su promedio hablamos de cambios muy grandes y el ser humano depende de condiciones muy precisas».
La vigilancia resulta crucial para evitar las amenazas exteriores. «Hay que monitorizar la presencia de asteroides y evaluar su itinerario», indica y señala la existencia de una plataforma internacional de defensa planetaria liderada por la NASA y la Agencia Europea. «Podemos desviar asteroides de un kilómetro de perímetro si disponemos de tiempo suficiente», explica.
La posibilidad de evacuar nuestro planeta no se contempla. «La representación que tenemos del Universo es muy diferente de su realidad», alega y se refiere a que el cerebro bloquea la inmensa vastedad del Cosmos y lo reduce a un mapamundi mucho más manejable en el que parece que podemos llegar a Marte de una forma sencilla. «Pero las distancias son descomunalmente grandes y eso tiene implicaciones prácticas. Los viajes interestelares no son factibles y es muy difícil que la especie humana pueda colonizar ese espacio exterior».
Un destino ligado a la Tierra
La solución, por tanto, no está ahí afuera. «Nuestro destino está ligado a la Tierra», sentencia. «No podemos buscar soluciones a los problemas que hemos generado yéndonos. Muchos políticos y empresarios difunden esa teoría y está completamente equivocada. Si nuestro modelo de crecimiento indefinido colapsa porque nuestro planeta no da para más la solución no puede ser buscar otro entorno si no replantear la estrategia que nos ha llevado hasta aquí». Entonces, ¿el mayor riesgo para la vida somos nosotros mismos? «Probablemente, sí».