
Transparencia Internacional distorsiona la realidad de la corrupción en España
Transparencia Internacional acaba de publicar su informe anual para el año 2024: Índice de Percepción de la Corrupción. Son veintiuna páginas repletas de datos comparativos sobre 180 países —cubre casi todos los del mundo—, que muestran cómo la corrupción global parece estar aumentando. Eso tiene consecuencias múltiples en el debilitamiento de los derechos humanos; incrementa las crisis globales; bloquea la acción política; aumenta las desigualdades de la población; reduce la libertad de expresión; debilita las instituciones democráticas; obstaculiza la acción climática; afecta más a las personas más vulnerables, e incluso genera intimidación y violencia. El hecho de que la corrupción del sector público esté aumentando es, pues, un problema global.
«Nuestro país está en el grupo de las mejores democracias del mundo, económicamente exitosas, y además con un Gobierno progresista»
Las y los comentaristas llaman la atención sobre que España baja cuatro puntos en el informe. Aprovechan para expresar comentarios ácidos sobre la evolución de la democracia en España. Pero los informes sobre democracia hasta ahora no detectan una bajada de la democracia en España. Nuestro país está en el grupo de las mejores democracias del mundo, económicamente exitosas, y además con un Gobierno progresista. Pero sí notan un reducido incremento de la corrupción del sector público percibida por las élites económicas del país. No parece un deterioro excesivo. Pero el nivel comparativo de España en corrupción percibida del sector público es mejorable: el país ocupa el puesto 46.º de la lista de 180 países en el mundo. La corrupción va en aumento leve —pero sistemáticamente— desde el año 2019. Se requiere alguna acción y análisis.
En los últimos meses, la discusión pública sobre casos de corrupción de los partidos políticos, y del Gobierno, en España, es un tema obsesivo de discusión. Se crean casos artificialmente, y otros que existen no se señalan. Las denuncias —a menudo falsas— son el deporte favorito de la extrema derecha. Toda la discusión sobre bulos, y fake news, se ha centrado sobre casos de esa corrupción del sector público (tanto de la política establecida como de la oposición).
No obstante, el informe de Transparencia Internacional calcula la corrupción a través de mediciones de percepción experta, basándose en trece informes de doce instituciones internacionales como la Fundación Bertelsmann, el Economist Intelligence Unit, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Estos estudios evalúan periódicamente el clima político, institucional, el funcionamiento de la democracia y la relación entre el sector público y empresarial. Esta metodología refleja cómo los expertos perciben la solidez de las instituciones públicas, los marcos normativos y el funcionamiento del Estado de derecho, no necesariamente la corrupción objetiva ni la percepción ciudadana que recogen otros instrumentos como los barómetros. Esta distinción representa su principal limitación metodológica.
Primero, porque la corrupción es una actividad ilegal. A veces se llega a juzgar y penalizar. Pero por su propia condición de irregularidad, suele permanecer secreta. Por eso se utiliza la estrategia de analizar «la percepción» de algunas personas centrales en el ámbito económico sobre esa corrupción. Hay una cierta correlación entre percepción y realidad, pero puede ser una relación relativamente ambigua. Hay más conexiones entre la no-corrupción del sector público y la democracia. Pero tampoco es una relación total.
«No es un informe sobre la corrupción objetiva del sector público»
El índice, por ejemplo, no cubre la corrupción en el sector privado, que puede ser más abundante. Tampoco provee información sobre lo que piensa la población en cada país. Su fuente de información son trece bases de datos agregados, con la opinión subjetiva de empresarios, ejecutivos, y expertos. Utiliza, por ejemplo, fuentes de datos que ya hemos comentado en artículos anteriores en Agenda Pública como: el V-Dem sueco, el informe del Economist Intelligence Unit británico, el informe de Freedom House en Norteamérica, o los estudios de la fundación alemana Bertelsmann. No tiene en cuenta el excelente informe de la Fundación Alternativas: Informe sobre la democracia en España 2023: La renuncia al centro, de Amuitz Garmendia et al., de la Universidad Carlos III de Madrid.
En la clasificación mundial al principio no hay sorpresas, pero luego se observan puntuaciones extrañas. Los países menos corruptos (en percepción) son además los más democráticos del mundo: Dinamarca, Finlandia, Noruega, y Suecia. Esto es lo esperable. Son los países consistentemente más democráticos del mundo en todos los ránkings. Me llama la atención que Hong Kong aparezca en el puesto 17.º (menos corrupto), incluso por encima del Reino Unido (el 20.º), Francia (el 25.º), y Estados Unidos (28.º). Al menos España (en el puesto 46.º) aparece por delante de la vecina Italia (el 52.º).
Sin embargo, no es creíble que China sea el país 76.º del total de 180 países del mundo. La corrupción en China es realmente estructural: todo el sector público está corrupto, y es una dictadura. Compárese con Rusia, que está en el puesto 154.º, o Venezuela en el puesto 178.º. Las dictaduras pueden parecer que controlan la corrupción, cuando en el fondo son sistemas políticos totalmente corruptos. Sobre todo, la posición de China en el ranking no es creíble, e invalida parcialmente el índice de Transparencia Internacional. O al menos lo hace poco servible.
La conclusión es clara: el mundo no parece mejorar. El informe muestra que la percepción de la corrupción en el sector público aumenta en el mundo, si se compara con el año anterior. Solo un 18% de países mejoran en el índice de corrupción percibida respecto al año 2023. Un porcentaje mayor, el 26%, empeoran. El resto permanece más o menos igual. Incluso Europa declina.
Lo mismo se observa en los informes generales sobre democracia en el mundo, en que se nota un cierto deterioro, habiendo más países autocratizándose que los que se democratizan. El informe señala que «miles de millones de personas viven en países donde la corrupción [del sector público] destruye vidas y deteriora los derechos humanos». La corrupción del sector público es así una causa significativa del declive mundial de la democracia.
«No es creíble que China sea el país 76.º del total de 180 países del mundo e invalida parcialmente el índice de Transparencia Internacional»
Por supuesto, hay diferencias entre los 180 países, y sobre todo entre continentes. Lo peor ocurre en África subsahariana. La mejor situación es Europa occidental, sobre todo los países de la Unión Europea. Los veinticuatro países democráticos del mundo obtienen una puntuación del 73% (siendo 100% la calificación máxima de no-corrupción) mientras que los noventa y cinco países no democráticos del mundo obtienen una puntuación del 33% (de no-corrupción). Las diferencias son, por lo tanto, evidentes. Pero incluso en la Unión Europea hay varios países con una mala puntuación, como Rumania, Bulgaria, y Hungría. Incluso países democráticos y centrales como Alemania, Francia, y Reino Unido declinan.
Hay que tomar una acción pública sobre la corrupción del sector público, así como de los partidos políticos y de la política. Pero también hay que reducir las acusaciones falsas de corrupción, como las fake news, y los bulos. Ciertamente, la percepción es que en España aumenta levemente la percepción de la corrupción pública. Pero con referencia al cambio entre el año 2015 y el 2024, Hungría o Polonia bajan diez puntos, incluso la democrática Noruega baja siete puntos, y Suecia baja nueve puntos. Desde 2016, Bélgica baja ocho puntos. Desde 2018 Portugal baja siete puntos, y desde 2019 Austria desciende diez puntos. Es decir, esta tendencia descendente en el control de la corrupción pública se observa claramente en otros países. El tema es más global de lo que se afirma. Hay que esperar al informe de democracia del V-Dem sueco —el mejor en la actualidad—, que se publicará el próximo marzo.