
Estábamos equivocados, este experimento cambia lo que sabemos sobre el origen de la vida en la Tierra
Hemos desarrollado inteligencias artificiales que nos hacen dudar sobre nuestra propia humanidad y hemos puesto sondas más allá de los confines de nuestro sistema solar, pero todavía seguimos sin saber cómo se originó la vida en nuestro planeta. De hecho, es posible que nunca lo sepamos, pero hay escenarios más plausibles que otros y, durante años, los científicos han imaginado océanos primitivos azotados por rayos que, con sus descargas eléctricas, generaban todo tipo de sustancias químicas esenciales para la vida. Sin embargo… un nuevo estudio de la Universidad de Stanford sugiere que nuestra historia pudo no haber empezado en el mar, sino en diminutas gotas de agua disparándose “microrayos” unas a otras.
En realidad, hay una infinidad de incógnitas entre el principio de esa química prebiótica y la aparición de los primeros seres vivos, así que no podemos decir que la vida se originara en gotas de agua, pero sí que nuestro epílogo empezó con ellas. Porque, lejos de ser tan solo un escenario teóricamente plausible, los investigadores de la Universidad de Stanford han logrado replicarlo a pequeña escala. Su experimento, publicado en la revista Science Advances, podría reescribir la historia de la vida en la Tierra y destronar, al fin, a una de las hipótesis más defendidas y, a la vez, controvertidas.
En 1952, Stanley Miller y Harold Urey diseñaron un experimento para probar si los compuestos esenciales para la vida podían formarse en las condiciones de la Tierra primitiva. Para ello, crearon un sistema cerrado en el que calentaron agua para simular los océanos primigenios y la conectaron a una cámara llena de gases como metano, amoníaco e hidrógeno, representativos de la atmósfera de aquel entonces. Luego, aplicaron descargas eléctricas para imitar los rayos que, según la hipótesis, habrían atravesado la atmósfera en aquellos tiempos.
Tras unos días de funcionamiento, el experimento reveló la presencia de varios compuestos orgánicos, entre ellos aminoácidos como la glicina y la alanina, esenciales para la vida. Este resultado revolucionó la biología y fortaleció la idea de que la vida pudo haber surgido a partir de reacciones químicas impulsadas por descargas eléctricas. Sin embargo, con el tiempo, algunos científicos cuestionaron la validez de la hipótesis. Una de las críticas, por ejemplo, hacía hincapié en que los rayos son relativamente infrecuentes comparado con la enorme masa de agua de los océanos y que, por lo tanto, su efecto podría haber sido insuficiente.
Así pues, un grupo de investigadores de Stanford dirigidos por Richard Zare exploraron una explicación alternativa, sustituyendo los grandes rayos de las nubes por las microdescargas eléctricas generadas entre las gotas de agua. En su experimento, rociaron agua a temperatura ambiente dentro de una cámara llena de gases que se cree estuvieron presentes en la atmósfera primitiva, como nitrógeno, metano, dióxido de carbono y amoníaco. A medida que las gotas se dispersaban en el aire, adquirían cargas eléctricas opuestas: las más grandes con carga positiva y las más pequeñas con carga negativa. Así pues, al acercarse entre sí se producían pequeñas descargas eléctricas, similares a los rayos, pero a escala microscópica, lo que permitió a los científicos observar un evento que llamaron «microrayos» que llegaron a registrar con la ayuda de cámaras de alta velocidad.
Para sorpresa de los investigadores, estos microrayos fueron suficiente aporte eléctrico para generar la química prebiótica que había producido el experimento de Miller-Urey. El análisis químico del experimento reveló que estas diminutas descargas eléctricas favorecían la formación de moléculas orgánicas fundamentales para la vida, incluyendo el aminoácido glicina, el cianuro de hidrógeno y uracilo, uno de los componentes del ARN.
Las consecuencias de este experimento son todavía especulativas, pero fascinantes. Si están en lo cierto, esto significaría que, tal vez, la vida no se coció en una sopa asaetada por rayos, sino en los aerosoles de una cascada o en las gotas de una ola rompiendo en los farallones. Y, como decíamos al principio, puede que nunca logremos saber con total seguridad si esas fueron las primeras líneas de nuestro epílogo, pero, mientras tanto, podemos disfrutar imaginándolas.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aunque pueda parecerlo, ha habido más estudios relacionando las descargas eléctricas en una atmósfera primitiva con la aparición de una química prebiótica y, de hecho, hace cuatro años una investigación de la Universidad de Leeds ha calculado que hace 4.000 millones de años (aproximadamente) nuestra atmósfera era atravesada anualmente por entre 1000 millones y 5000 mil millones de rayos, de los cuales habrían alcanzado el suelo entre 100 millones y 1000 millones. En sus modelos matemáticos, por ejemplo, esta actividad eléctrica habría sido suficiente para producir sustancias claves, como el fósforo, en cantidades relevantes.
REFERENCIAS (MLA):
- Zare, Richard, et al. «Spraying of Water Microdroplets Forms Luminescence and Causes Chemical Reactions in Surrounding Gas.» Science Advances, 14 Mar. 2025, doi:10.1126/sciadv.adt8979.