
Trabajadores humanitarios: “No tenemos palabras para describir qué significa hoy ser médico y ser paciente en Gaza”
La noche del 17 al 18 de marzo, el cirujano Feroze Sidhwa operó a seis pacientes en cinco horas y el hospital Nasser en Jan Yunis, en el sur de la franja de Gaza, en el que está trabajando con la ONG MedGlobal, recibió a unas 280 personas heridas. Uno de ellos era Ibrahim Barhum, un chico de 17 años que murió cinco días después, minutos antes de recibir el alta, cuando el centro médico fue bombardeado por Israel. “Si no me hubieran llamado para examinar a otro herido que estaba en cuidados intensivos con una hemorragia, habría seguido al lado de mi paciente, explicándole cómo hacerse las curas de su colostomía en casa y probablemente habría muerto con él. Al parecer, el blanco era un pariente suyo, que también falleció en el ataque”, cuenta este doctor estadounidense, en un encuentro online entre periodistas y empleados y voluntarios de ONG que trabajan en Gaza, organizado esta semana.
Todos ellos describen un panorama sanitario desolador tras la ruptura de la tregua, hace más de una semana, y un desastre humanitario que no se parece a nada de lo que hayan visto antes: hospitales sin apenas medios materiales, médicos que tienen que elegir a qué pacientes tratan y a quiénes dejan morir, bebés desnutridos sin acceso a suplementos alimenticios, cientos de miles de personas sin apenas agua potable, miles de enfermos de cáncer que no reciben tratamiento, familias que no pueden huir porque no tienen una silla de ruedas en la que transportar a su hijo al que se le amputó una pierna por las calles reventadas por las bombas o padres perturbados por pensamientos suicidas porque no saben cómo cuidar a sus pequeños.
“Nadie ha podido procesar el trauma, hacer el duelo y hablar con sus hijos o con sus padres de lo que perdieron en esta guerra. Los gazatíes, en muchos casos, ya no se ven ni como personas, han perdido la dignidad y cualquier control sobre lo que ocurre”, explica Yasser Abu Jamei, director del Programa Comunitario de Salud Mental de Gaza, (GCMHP, por sus siglas en inglés).
Los gazatíes, en muchos casos, ya no se ven ni como personas, han perdido la dignidad y cualquier control sobre lo que ocurre
Yasser Abu Jamei, psiquiatra palestino
Y la vida de los dos millones de habitantes de la Franja sigue empeorando debido a que ninguna ayuda humanitaria entra en Gaza desde principios de marzo y los bombardeos se han reanudado de forma virulenta. Desde que el frágil alto el fuego instaurado a mediados de febrero saltó por los aires el 18 de marzo, han muerto violentamente más de 800 personas y el saldo de fallecidos desde octubre de 2023 ya supera los 50.000, según cifras del ministerio de Salud local, controlado por la milicia islamista Hamás.
“Los hospitales ya no son hospitales, en el mejor de los casos suministran servicios básicos. Los doctores deciden a qué paciente tratarán primero, determinando quién vive y quién muere, lo que les hace sentir muy culpables. No pueden operar en condiciones y aunque lo logren y las intervenciones tengan éxito, los pacientes pueden morir de una infección por la falta de medicinas y cuidados posteriores”, describe Aseel Baidoun, de la ONG Medical Aid for Palestinian.
Inimaginable e irreparable
Solo 22 de los 35 hospitales de Gaza siguen trabajando, pero funcionan a medio gas, porque no tienen sitio y les falta personal, medicinas, combustible, generadores, respiradores o incubadoras, entre otros, citan estos trabajadores humanitarios, haciendo referencia a cifras de la ONU. “Además, hay más de 10.000 pacientes que necesitan ser evacuados de manera urgente e Israel no les autoriza la salida. No tenemos palabras para describir qué significa hoy ser médico y ser paciente en Gaza”, agrega Baidoun.
La responsable de Medical Aid for Palestinian resalta además el abandono de los enfermos crónicos, como por ejemplo los pacientes de cáncer, que no han podido recibir tratamiento desde hace año y medio. “Estamos hablando de unas 30.000 personas”, detalla.
Alexandra Saieh, de la ONG Save the Children, explica, por su parte, que recibieron en los dos meses que duró la tregua a 4.000 niños desnutridos en las dos clínicas de la organización en la Franja. “Bebés que ya nacieron mal de peso. Pero ahora ni esos niños ni sus madres están acudiendo a la consulta porque están aterrados y no se mueven de su casa o de su refugio. Esto puede tener consecuencias de por vida tanto para el recién nacido como para sus madres”, estima.
Entre el 18 y el 23 de marzo y según la ONU, más de 142.000 palestinos de Gaza se han desplazado por orden del ejército israelí, pero estos trabajadores humanitarios recalcan que hay familias que no se pueden mover, porque no tienen una silla de ruedas en la que transportar a su hijo o hermano. “Hay miles de menores de edad que han sufrido la amputación de una o dos piernas. Todos requieren cuidados que no están disponibles y también prótesis, que no hay”, recuerda Saieh.
Si la ayuda humanitaria no entra, no va a quedar nada en el hospital y seremos incapaces de seguir ayudando a la gente
Feroze Sidhwa, cirujano voluntario en MedGlobal
Gavin Kelleher, del Norwegian Refugee Council (NRC), subraya que los palestinos están confundidos con las órdenes de evacuación, que no son claras, se sienten exhaustos, después de haber vivido ya 14 meses de guerra desde octubre de 2023, y saben perfectamente que “no hay lugar seguro en Gaza, vayan donde vayan”. “Muchos ni siquiera pueden alquilar un burro para cargar sus pertenencias y huir. Más de un millón de personas necesitan tiendas de campaña nuevas, pero no están entrando en la Franja. Por ello se hacinan en cualquier lugar: pequeñas tiendas, pasillos de escuelas u hospitales o edificios semidestruidos que a veces terminan derrumbándose y sepultándoles”, resume.
Saieh, de Save the Children, recuerda además que un 10% de la munición arrojada por Israel en Gaza no ha explotado, lo que supone un riesgo adicional en la huida o búsqueda de refugio de los gazatíes. “Gaza está sembrada de explosivos sin detonar que provocan heridas catastróficas”, afirma.
Todos los trabajadores humanitarios resaltan el impacto emocional “inimaginable y probablemente irreparable”, que están sufriendo los gazatíes, especialmente los niños, y se preguntan si será posible reparar esas heridas y prepararles para afrontar el futuro.
“Los niños no logran dormir, tienen pesadillas y comportamientos agresivos. A su alrededor solo ven destrucción, bombardeos, órdenes de evacuación, muertos… Hay cientos de niños solos, que deben cuidar incluso a sus hermanos menores porque han perdido a sus padres en los bombardeos. Y los adultos se sienten culpables, porque les duele ver a sus hijos así y no poder cuidarlos, y les invaden los pensamientos negros y las ideas suicidas. No sé qué va a pasar con todas estas personas a partir de ahora”, detalla el psiquiatra palestino Yasser Abu Jamei, del GCMHP.

Cuestión de días
Clémence Lagouardat, de Oxfam International, explica, desde Deir el Balah, en el centro de Gaza, que la prioridad de su organización es suministrar agua limpia a las personas porque la mayoría de las estructuras y pozos han sido destruidos, están muy dañados o en áreas a las que en este momento el ejército israelí no deja acceder. “Los gazatíes tienen, en el mejor de los casos, 20 litros por agua por día y por persona, lo que les obliga a elegir entre cocinar, beber o lavarse”, explica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que se necesitan entre 50 y 100 litros por persona por día para tener una vida digna. Lagouardat subraya que la situación sanitaria es desastrosa por la total destrucción de desagües y canalizaciones, lo que hace aumentar las enfermedades.
Los gazatíes tienen, en el mejor de los casos, 20 litros por agua por día y por persona, lo que les obliga a elegir entre cocinar, beber o lavarse
Clémence Lagouardat, Oxfam International
“En Gaza no entra una gota de combustible desde el 2 de marzo. El precario sistema de higiene y saneamiento colapsará en cuestión de semanas si Israel no permite que llegue el combustible”, dice. “Queremos dejar de poner parches y brindar un apoyo más significativo y sustentable, pero para ello precisamos que entre la ayuda y que los actores humanitarios puedan trabajar de forma segura. Necesitamos esa garantía para poder aliviar el sufrimiento extremo de toda la población”, agrega.
Sidhwa, el cirujano voluntario en el hospital Nasser, explica que en el centro médico están racionando los medicamentos y que, si los bombardeos continúan y el número de heridos sigue aumentando, el hospital no podrá seguir recibiendo a pacientes. “Si la ayuda humanitaria no entra, no va a quedar nada en el hospital y seremos incapaces de seguir ayudando a la gente”, dice.
La misma situación describe Kelleher, del NRC, con respecto a las panaderías. “En este momento hay 16 panaderías trabajando en la Franja, pero les queda harina para cuatro días. Después y si no nada pasa, no se podrá seguir fabricando pan”, advierte.