
Encuentran el indicio más prometedor de presencia de vida fuera de la Tierra
Un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge ha anunciado el descubrimiento, en la atmósfera de un exoplaneta llamado K2-18b, de dos gases que, en la Tierra, son generados por la actividad biológica de bacterias y fitoplancton marino. Se trata del sulfuro y del disulfuro de dimetilo (DMS y DMDS respectivamente), y en caso de confirmarse este hallazgo constituiría la evidencia más clara de presencia de vida fuera de nuestro mundo.
El estudio se ha realizado a partir de observaciones del telescopio espacial James Webb, que han permitido analizar la luz que refleja K2-18b de su estrella para identificar los componentes de su atmósfera. Se da la circunstancia que este planeta, descubierto en 2015, podría ser lo que los astrónomos denominan un mundo hicéano, un lugar totalmente cubierto por océanos.
Sin embargo, no todos los astrónomos están convencidos sobre la certeza de la detección y se muestran prudentes. Además, los propios autores del estudio advierten que se necesitarán más observaciones para poder alcanzar el nivel de confianza que se exige, en ciencia, para poder confirmar un hallazgo tan extraordinario.
Aroma de mar
En la Tierra, el DMS y el DMDS son los principales compuestos químicos que generan el típico olor que percibimos cuando nos acercamos al mar. Ambos gases son fabricados, exclusivamente, por bacterias y fitoplancton (el conjunto de microorganismos fotosintéticos que forman parte del plancton marino), y es por ello por lo que estas moléculas son consideradas, por los astrobiólogos, como potenciales biomarcadores. Es decir, substancias que pueden apuntar a la existencia de vida en un planeta.
El típico aroma marino es producto de diferentes moléculas gaseosas, entre las cuales se encuentran el sulfuro y el disulfuro de dimetilo
El primer indicio acerca de la presencia de DMS en K2-18b se halló en 2023, aunque en aquel momento se consideró que la detección no era suficientemente sólida. Al mismo tiempo, el mismo grupo de científicos de la Universidad de Cambridge confirmó la existencia de hidrógeno, metano y dióxido de carbono en la atmosfera del exoplaneta, estos dos últimos potentes gases de efecto invernadero.
Mundo oceánico
Los análisis que se han realizado de K2-18b desde su descubrimiento indican que se trata de un planeta ubicado a 124 años luz de distancia de la Tierra, que orbita una estrella enana roja y que posee una masa ocho veces mayor que la terrestre y un radio 2,6 veces superior.

Los estudios realizados de K2-18b sugieren que podría tratarse de un planeta oceánico
Se cree que los gases de su atmosfera, conjuntamente con la distancia a la que K2-18b se encuentra de su estrella, podrían dar lugar a temperaturas idóneas para que el agua estuviese en fase líquida en superficie. Esta sospecha, juntamente con el tamaño del planeta, sugerirían que este mundo se halla totalmente cubierto por océanos (lo que, en astronomía, se conoce como planeta hicéano).
Existe, además, otro indicio que apoyaría esta hipótesis: no se han hallado algunos de los gases más típicos en las atmósferas exoplanetarias, como por ejemplo el amoníaco o el cianuro de hidrógeno, lo cual podría indicar que estos compuestos se han disuelto totalmente en los mares de K2-18b.
Así se ha detectado
La detección de los componentes gaseosos de K2-18b ha sido posible gracias al hecho que este mundo transita por delante de su estrella según nuestra perspectiva de visión. Ello provoca que una diminuta parte de la luz del astro interaccione con los gases de la atmósfera del planeta antes de alcanzar el telescopio Webb, y es esta interacción la que aporta las pistas para reconocer los compuestos químicos existentes.

Los datos obtenidos con el instrumento MIRI del telescopio espacial James Webb que apuntan a la existencia de sulfuro y disulfuro de dimetilo en K2-18b
Cuando se realizó el primer estudio, en 2023, se emplearon dos detectores (NIRISS y NIRSpec) del James Webb, especializados en el análisis de luz infrarroja, para intuir la presencia de DMS y de DMDS. Pero ahora la nueva detección se ha realizado con un tercer equipo del telescopio espacial (MIRI) independiente de los anteriores, lo cual, según los científicos de la Universidad de Cambridge, refuerza el posible descubrimiento.
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Prudencia
A partir de los datos obtenidos por el telescopio Webb, los autores del nuevo estudio estiman que la abundancia de DMS y de DMDS en K2-18b podría ser miles de veces más elevada de la que se encuentra en la Tierra (en nuestro planeta, estos gases están presentes en concentraciones inferiores a una parte entre mil millones).
Sin embargo, tal como reconocen estos científicos, actualmente el nivel de confianza de la detección es del 99,7%, alta pero aun lejos del 99,99999% que, en ciencia, se exige para los hallazgos más relevantes.
“Esta es la evidencia más sólida hasta la fecha de que posiblemente exista vida ahí fuera” (Nikku Madhusudhan, líder del estudio)
Pero a pesar que se pueda alcanzar el máximo nivel de fiabilidad, la presencia de estos gases en una atmósfera no puede ser considerada como prueba irrefutable de vida. En este sentido se ha pronunciado Catherine Heymans, profesora de la Universidad de Edimburgo, en declaraciones a la BBC, cuando ha señalado que, a pesar que, en la Tierra, estos gases los fabriquen microorganismos del océano “no podemos afirmar con certeza que tengan un origen biológico en un mundo alienígena, ya que ocurren muchísimas cosas extrañas en el universo y desconocemos qué otra actividad geológica podría estar ocurriendo en este planeta que produzca estas moléculas”.
Por otro lado, la naturaleza exacta de K2-18b tampoco está confirmada, y hay científicos que apuntan a la posibilidad que no se encuentre, en realidad, cubierto por agua. Así, algunas de las hipótesis que se han planteado sugieren un mundo de roca fundida o también totalmente gaseoso y sin superficie.
Y esperanza
Aunque Nikku Madhusudhan, líder del nuevo estudio, admite las dificultades existentes para poder despejar las múltiples incógnitas que rodean K2-18b, se muestra confiado de estar siguiendo el camino correcto.
Según el investigador, quizás estemos ante el punto de inflexión para, algún día, ser capaces de responder la cuestión de la existencia de vida fuera de la Tierra. Y añade: “Dentro de décadas, podríamos mirar atrás y reconocer que (este momento) fue cuando el universo viviente estuvo a nuestro alcance”.