
Minería artesanal en Colombia: ¿trabajo digno o condena silenciosa? – El Tiempo
En Colombia, la minería artesanal es una realidad que genera cuestionamientos y que requiere acciones concretas de protección por parte del Estado. Para muchos, extraer oro, carbón y otros minerales no es solo un oficio, es su única opción de sobrevivir. Por eso, no se puede ignorar que esta actividad, marcada por la informalidad, la falta de garantías laborales y la presencia de grupos armados, se ha transformado en una trampa mortal: un espacio donde el trabajo dignifica poco y condena demasiado.
Según la Agencia Nacional de Minería, más del 60 % de la minería en el país es informal o ilegal. Esto significa que la mayoría de los mineros artesanales enfrentan una realidad brutal: trabajan sin acceso a seguridad social, con herramientas rudimentarias y en condiciones que desafían cualquier estándar de seguridad. No es casualidad que, en 2023, el Ministerio de Minas y Energía reportara un alarmante aumento del 15 % en accidentes fatales en minas informales. Y eso no es todo: a esta tragedia humana se suma la explotación infantil, la contaminación con mercurio y la violencia que generan los grupos armados, quienes ven en estas operaciones una forma de financiarse.
Ante este panorama, junto a un equipo de docentes y estudiantes del Politécnico Grancolombiano, nos propusimos analizar las garantías jurídicas frente al derecho laboral de los trabajadores en este sector y exponer las condiciones de trabajo que deben promoverse para el logro de un trabajo decente, en una investigación que nos hizo enfrentar una realidad imborrable de nuestro país.
Las leyes en Colombia han intentado responder a esta crisis. La Ley 685 de 2001, conocida como el Código de Minas, busca promover la formalización minera, y el Decreto 1666 de 2016 establece mecanismos para facilitar este proceso. Sin embargo, no se puede pasar por alto que la burocracia, la falta de títulos mineros y la persecución judicial a los pequeños mineros han hecho que este camino sea prácticamente intransitable. Mientras tanto, la criminalización de estos trabajadores solo los hunde más en la necesidad y la ilegalidad.
Mientras no se tomen medidas urgentes, miles de mineros seguirán luchando por ser reconocidos y por trabajar en condiciones dignas.
Pero la problemática no termina en lo laboral. La minería artesanal también impacta de manera devastadora el ambiente y el tejido social. La deforestación y la contaminación de ríos con mercurio están destruyendo comunidades enteras, comprometiendo su acceso a agua potable y su seguridad alimentaria. Según el Ideam, más de 100.000 hectáreas de bosque han sido arrasadas por la minería informal en la última década.
¿Qué podemos hacer ante este panorama? La respuesta no está en la represión. En la investigación, concluimos que se requiere una política pública integral que permita a los mineros artesanales acceder a títulos, capacitación y mercados formales. Experiencias en otros países han demostrado que el acompañamiento técnico y financiero, junto con regulaciones claras y aplicables, puede transformar esta actividad en una opción segura y sostenible.
Además, encontramos que es crucial implementar una normativa específica que brinde protección social y laboral, además de programas de capacitación en salud y seguridad minera. También se deben eliminar las barreras burocráticas que hoy dificultan el acceso a permisos y licencias, y facilitar el proceso de formalización con incentivos económicos y asesoría técnica. Pero hay algo más: es fundamental fortalecer el diálogo entre las comunidades mineras, el Estado y las organizaciones sociales para diseñar políticas públicas inclusivas que respondan a las necesidades reales de estas personas.
Mientras no se tomen medidas urgentes, miles de mineros seguirán luchando por ser reconocidos y por trabajar en condiciones dignas. La minería artesanal en Colombia no es solo una actividad económica, es una tradición profundamente arraigada que merece un lugar justo en la legislación y en las políticas públicas. Es momento de cambiar el rumbo, de garantizar que quienes extraen la riqueza del suelo colombiano no lo sigan haciendo a costa de su vida.
* Docente del Politécnico Grancolombiano