Hermann Bellinghausen: El affaire Margo y la opinión responsable
L
a discusión sobre la desgracia de Gaza (2023-2025) tuvo aquí un ruidoso episodio en redes y medios que ilustra a qué grado el debate huye por la tangente a la hora de defender-justificar-explicar racionalmente las acciones genocidas de Israel en los territorios palestinos, hoy obliterados por la brutal invasión. La escritora y decana universitaria de origen judío Margo Glantz, muy querida y admirada, enfrentó una protesta estudiantil mientras dictaba una conferencia el 8 de abril en Ciudad Universitaria.
La anécdota ya fue contada. Y despertó la reacción de un grupo de académicos e intelectuales defendiendo a Glantz como víctima de un ataque a la libertad de expresión y al carácter emérito de la escritora, abiertamente sionista. Dijeron defender su derecho a decir lo que piensa (vamos, la libertad de cátedra), sin considerar la cantidad de ocasiones en que por decir lo que piensa
, Glantz ofendió la decencia humanista y difundió mentiras en redes sociales, donde ejerce no poco impacto, tanto con opiniones propias como en retuiteos (o como se llame la compartición por X).
Ya anteriormente, muchos de esos firmantes habían protestado por la ruptura de El Colegio de México con la Universidad Judía de Jerusalén en respuesta a una abrumadora exigencia estudiantil. Los términos de aquella inconformidad son similares a su defensa de Glantz, sin profundizar en los motivos de las protestas estudiantiles, para ellos odiosas. Olvidando, entre otras cosas, que al menos algunos de ellos en sus años mozos realizaron protestas similares en la misma casa de estudios. Del 68 a los setentas sindicalistas y los 80 de izquierda partidaria, acciones así y hasta más contundentes
formaron parte de su desarrollo político.
En un artículo sobre Augusto Monterroso para Casa del Tiempo (UAM, noviembre-diciembre de 2021), Michelle Monter Arauz escribía: En una época en la que parece imprescindible que los y las escritoras desplieguen una personalidad atractiva en las redes sociales, me atrevo a decir que Monterroso ostentaría el primer lugar del podio de Twitter, de la mano de Margo Glantz
. O sea, la presencia de la nonagenaria Glantz en el debate público ya distaba de ser menor hace un lustro. ¿Qué esperaba ahora, en un asunto tan candente como la invasión de Gaza? Quien se lleva se aguanta, es una regla polémica elemental, incluso ahora que las sensibilidades son de cristal
en la despiadada y superficial arena de las redes sociales.
Mucho se opinó sobre el affaire Margo. De lo dicho (más sensato y elaborado en el bando crítico que en el alegato en favor de la escritora) me llamó la atención un comentario del actor y escritor Gabino Rodríguez, del colectivo Lagartijas Tiradas al Sol. Recuerda que Glantz dictaba una conferencia sobre viajes y migración; a los 40 minutos, cuando hablaba sobre masacres, guerras y campos de exterminio en Vietnam y Colombia, fue interrumpida por manifestantes que condenan el genocidio que Israel comete contra la población en Gaza. La escritora fue escrachada porque lleva muchos meses propagando mentiras desde su cuenta de X sobre los palestinos y justificando la violencia de la que han sido objeto
.
Enseguida deplora la carta de los intelectuales que acusan a los estudiantes de fundamentalistas e intolerantes
. Rodríguez confiesa: Me entristeció. Me enojó. Me sonrojó
. Se explica: “Muchxs de lxs abajofirmantes han sido cercanos a mi vida, con varixs tengo una deuda inmensa como lector, como artista y como persona”. Sin embargo, “ponen el foco en el lugar equivocado… una cosa es interrumpir una conferencia de una persona que hace apología de un genocidio y otra el genocidio en sí”. Añade: Escriben que el asunto de la protesta es insoslayable, pero lo que hacen con su texto es justamente eso, soslayarlo
. Considera erróneo condenar una protesta de manera tan categórica eludiendo tomar una postura clara frente a lo que la originó. El hecho de no entrar a esa conversación vacía de sentido la defensa que pretenden realizar
.
La carta construye una víctima donde no la hay
, opina Rodríguez. (¿No es eso lo que ha venido haciendo la propaganda sionista?) “En el fondo pienso que a lxs abajofirmantes no les importa Margo Glantz. Porque si les importara, la habrían aconsejado para que dejara de compartir noticias falsas. Si les importara, hubieran dialogado con ella en su extravío apologista del genocidio, si les importara estarían con ella más allá del desplegado. Pero no fue así y no será. Lo que parece es que su interés está en otro lado, en mantener un estado de cosas, en que cierta gente pueda decir lo que quiera sin enfrentar consecuencias. En que nunca nadie se atreva a interrumpirles”.
En México, la simpatía por Palestina, con un contenido de clase si se quiere, es mayoritaria a pesar de las televisoras y la academia reaccionaria.
En Estados Unidos los abajofirmantes cabrían en el discurso intolerante de Trump y las universidades contra los antisemitas
que abogan por la paz en Palestina. Pero estamos acá, no allá.