
Ni barata, ni fomenta la soberanía energética, ni aporta flexibilidad al sistema: los bulos sobre la nuclear
Tras el cero absoluto que apagó semáforos, ordenadores o lavadoras el pasado 28 de abril, el debate sobre el sistema eléctrico español está que arde. Opinadores con más o menos experiencia en temas energéticos especulan sobre las causas del apagón o proponen recetas orientadas a paliar las vulnerabilidades de la red eléctrica peninsular, y algunos de ellos aprovechan para fomentar un sentimiento pronuclear. Este momento de incertidumbre y preocupación tras el apagón supone un caldo de cultivo perfecto para quienes, por ignorancia o interés, tratan de acercar el sentir general hacia su postura a base de bulos.
Influencers, periodistas o el líder de la oposición han estado haciendo de menos a la energía renovable y poniendo en valor la nuclear casi desde que se supo que la causa del apagón está posiblemente relacionada con la solar fotovoltaica. Para ello, se han servido de un cúmulo de mentiras y, en la mayoría de los casos, medias verdades o afirmaciones que necesitan matices importantes. Estas sirven para que personas o grupos “aprovechen el río revuelto para intentar arrimar el ascua a su sardina”, según Pedro Fresco, químico y autor de varios libros sobre energía, entre ellos Energy Fakes. Mitos y bulos sobre la transición energética (Barlin, 2024). Este tipo de maniobras, explica el especialista, ocurren “siempre que hay un evento que produce inquietud y desasosiego”: “En el apagón de Texas de 2021 también se intentó culpar a las renovables y luego no habían tenido nada que ver”, ejemplifica.
Javier Andaluz (Ecologistas en Acción): “Estamos viendo muchas frases donde, lejos de abordar de forma sincera lo que está pasando, están intentando promover [la nuclear] y pedir subvenciones”
La desinformación se ha centrado, sobre todo, en calificar a la nuclear de energía barata y verde. Se ha dicho que aporta robustez al sistema eléctrico y fomenta la independencia energética. Hay más: se han señalado las reservas de uranio con las que cuenta España como una oportunidad para continuar con la operación de las centrales y se ha dejado caer que el calendario de cierre es una imposición del Gobierno a Endesa, Iberdrola y Naturgy, las tres empresas propietarias de los siete reactores operativos.
Todas estas afirmaciones son o bien falsas o bien necesitan matices importantes que hacen que decaigan como argumento a favor de las nucleares en este debate en el que, según Javier Andaluz, coordinador del área de Energía de Ecologistas en Acción, “estamos viendo muchas frases donde, lejos de abordar de forma sincera lo que está pasando, están intentando promover [la nuclear] y pedir subvenciones”.
El combustible es barato, pero los costes globales de operación son muy altos
El mantra más repetido de la energía nuclear, junto con el hecho de que es verde, es que es muy barata. Este tipo de afirmaciones se suele basar en el precio de la materia prima, el uranio, que sí sale mucho más rentable que el petróleo en términos de euros por megavatio conseguido en el proceso de generación de energía. Sin embargo, el aumento de la infraestructura de producción renovable y la mejora de su eficiencia está dejando fuera de juego (en términos de competitividad) a la nuclear. Cada vez es más común que una central nuclear pare sus reactores porque la penetración renovable en el mercado es muy alta y tan barata que la planta atómica debería estar generando energía a pérdidas para poder enchufar su electricidad a la red.
Pero la del mercado es una foto fija. Si ampliamos la imagen más allá de un momento concreto de la generación de energía, encontramos que las centrales nucleares tienen costes de construcción “enormes”, además de costes de operación —sobre todo encender y apagar el reactor; no tanto que esté en funcionamiento— y mantenimiento “muy altos”, explica Fresco. Adicionalmente y conforme las plantas van cumpliendo años, las inversiones en elementos de seguridad se van haciendo más costosas, apunta Andaluz: “Hablamos de miles de millones de euros”.
Al coste de operación de las nucleares hay que sumarle la construcción y desmantelamiento de las centrales, la incorporación de medidas de seguridad conforme envejecen y la gestión de residuos
Si avanzamos en el tiempo, encontramos que hay que hacer frente a los costes de gestión de residuos y el propio desmantelamiento de la central. El Ministerio para la Transición Ecológica estima que la gestión de los residuos nucleares supondrá, en términos totales, 28.155 millones de euros en el periodo 1985-2100. Dos tercios de este monto se destinaría a la gestión de residuos propiamente dicha, pero también hay cálculos para los gastos de “clausura” (5.767 millones de euros) o de “estructura” (2.806 millones).
Es reseñable que la desintegración de la materia prima radioactiva va mucho más allá del periodo ya planeado por el Miteco. Los residuos nucleares de alta actividad (RAA), para los que el Ministerio reserva la mitad del presupuesto de gestión de deshechos, se definen como aquellos que tienen un periodo de semidesintegración (el punto en que dejan de ser tan peligrosos) superior a 30 años. El rango va desde las tres décadas hasta los millones de años y los datos del departamento que comanda Sara Aagesen no detalla cuán duraderos son los residuos que utilizan las centrales españolas.
Los RAA no se almacenan en España. El Estado solo cuenta con un cementerio nuclear: la instalación de El Cabril, en la linde del Parque Natural Sierra de Hornachuelos (Córdoba), donde se guardan residuos de hasta media actividad, que podrán ser desclasificados en 30 años.
Fueron las propietarias de las centrales quienes propusieron al Gobierno un plan de cierre escalonado ante la falta de viabilidad económica de las plantas
La nuclear es tan costosa, de hecho, que las propietarias pactaron entre ellas el cierre escalonado de las centrales entre 2027 y 2035. Un pacto que el Gobierno luego refrendó e incluyó en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (la hoja de ruta energética). Es decir, el calendario de cierre fue un acuerdo empresarial al que luego dio su aprobación el Gobierno, y no imposición del Ejecutivo sobre el triunvirato atómico de Iberdrola, Endesa y Naturgy.
Energía “verde” es un significante sin significado que se otorga por motivos políticos
El 6 de julio de 2022, el Parlamento Europeo permitió que la energía nuclear fuera considerada “verde” por la Unión. Lo hizo menos de cuatro meses después de que la invasión rusa de Ucrania forzara a las instituciones comunitarias a replantearse su dependencia del gas proveniente de más allá de los Urales.
En este punto hay que hilar muy fino. La taxonomía “verde” solo se le aplicaría a la nuclear en ciertas circunstancias. Fresco enumera algunos requisitos: “permiso de construcción antes de 2045, que ayuden a la neutralidad climática, estrictos controles de seguridad y gestión de residuos adecuada”.
Pedro Fresco: “La calificación responde a los intereses de los grandes países, Alemania y Francia, para que sus políticas energéticas fueran coherentes con la taxonomía”
Ahora bien, tanto el autor de Energy fakes como el coordinador de Energía de Ecologistas en Acción coinciden en un punto: “verde” es un significante sin significado claro. “La calificación verde la han girado tanto que ha perdido cierta realidad. El título de ‘verde’ es mucho más político que técnico”, incide Andaluz. “La calificación responde a los intereses de los grandes países, Alemania y Francia, para que sus políticas energéticas fueran coherentes con la taxonomía”, apostilla Fresco.
España depende de Rusia y Níger para importar uranio porque la minería en la península no sería rentable
La consideración de la energía nuclear como “verde” por parte de la UE facilita que los Estados miembros inviertan fondos para la transición energética en este modelo de producción. La aprobación de esta calificación tan polémica vino pocos meses después de que la invasión a Ucrania pusiera de manifiesto la dependencia europea del gas ruso. La solución europea de apostar por la nuclear obviaba que solo dos países en el mundo proveen la mayor parte del uranio y en uno de ellos (Kazajistán) las explotaciones están operadas por la rusa Rosatom.
A pesar de que la compra de uranio pueda seguir beneficiando al país exsoviético, sí hay una diferencia importante con respecto al gas y Fresco la detalla: “En combustibles fósiles, necesitas un flujo constante, casi diario, mientras que puedes comprar y almacenar uranio durante años. Ante problemas de suministros, los combustibles fósiles te generarían problemas a los pocos días, pero el uranio aún duraría dos o tres años”. Es por esto por lo que la generación nuclear suele considerarse “no dependencia energética”, explica el experto, aunque, al final, “la fuente es externa y por tanto hay una dependencia —menos problemática por el flujo—, pero dependencia al fin y al cabo”.
Pedro Fresco: “Todas las minas cerraron porque su explotación no era competitiva. No hay ninguna evidencia de que esa extracción abandonada hace décadas fuese viable hoy”
Ante esta situación, algunas voces han apostado por fomentar la minería de uranio en España. Una vía que, si ahora mismo no se está explotando, es “por una razón económica y de porcentaje de mineral de uranio fisible que tienen nuestras reservas”, dice Andaluz. “En los 90 ya se cerró Sealices el Chico en Salamanca, que era la última mina y la que tenía vetas con mayor concentración, pero se explotaron y empezaron a ser poco económicas porque había otras explotaciones más baratas fuera [de España]”, añade. “Todas las minas cerraron porque su explotación no era competitiva. No hay ninguna evidencia de que esa extracción abandonada hace décadas fuese viable hoy”, finiquita Fresco.
Los voceros de la nuclear hablan estas semanas de resucitar el proyecto de Retortillo, también en Salamanca, donde se ideó una mina de uranio que nunca llegó a operar. El proyecto se vino abajo en 2021 tras la valoración del Consejo de Seguridad Nuclear de que la iniciativa tenía “escasa fiabilidad” en la seguridad de almacenamiento. Sin embargo, el tema no está muerto: una serie de condenas judiciales y un litigio internacional millonario acorralan a Berkeley, la empresa que aspiraba a dirigir las operaciones.
La nuclear aporta inercia al sistema, pero no es nada flexible ante cambios en la demanda
Aun sin saber las causas exactas del apagón, muchas personas han acusado a la falta de inercia de la fotovoltaica y la eólica del apagón. Como contrapunto: una nuclear con inercia y capaz de suministrar lo que la red requiera de ella. Solo que no es así.
La nuclear sí aporta inercia al sistema, como lo hace el gas o la hidroeléctrica, porque funciona mediante turbinas. Sin embargo, la atómica es mala energía en caso de que haya que regular la generación rápidamente. “Una central nuclear tarda más o menos dos días completos en pasar de estar parada a generar al 100%”, explica Fresco, mientras que otras energías pueden variar su producción “en minutos”. “La nuclear es la fuente más inflexible que existe”, llega a decir el especialista, que subraya que flexibilidad es precisamente lo que necesitan como complemento las energías eólica y solar fotovoltaica.
La nuclear sí aporta inercia, pero es muy inflexible cuando flexibilidad es precisamente lo que necesitan la eólica y la fotovoltaica como complemento
Andaluz va un poco más allá: “¿Las nucleares pueden aportar inercia? Sí. ¿Es necesaria? Nosotros [Ecologistas en Acción] creemos que no”, asevera. “El sistema eléctrico ya ha operado sin nuclear sin que haya habido ningún problema y hay soluciones técnicas y tecnológicas que hacen innecesaria la continuidad del parque nuclear”, termina Andaluz.