
El universo armónico de Veronese ilumina el Museo del Prado
▲ En la imagen, Venus y Adonis, pintado en 1580, obra de Paolo Veronese.Foto cortesía del Museo del Prado

▲ Marte y Venus unidos por el amor, fechada en 1570, obra de Paolo Veronese.Foto cortesía del Museo del Prado
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 27 de mayo de 2025, p. 3
Madrid. El universo singular y armónico de Paolo Veronese, tal vez el artista más representativo de uno de los periodos más luminosos en la historia de la humanidad, el Renacimiento, se expone por primera vez en una amplia retrospectiva en el Museo del Prado de Madrid, que logró reunir algunas de sus piezas más importantes y que estaban desperdigadas en colecciones públicas y privadas de todo el mundo, sobre todo en Italia, Estados Unidos y España.
La exposición Paolo Veronese, 1528-1588 recorre la trayectoria vital y estética de quien fue considerado pintor de pintores
, que se convirtió con el tiempo en referente de artistas como El Greco, Tiepolo y Rubens.
Paolo Veronese nació en 1528 en el seno de una familia de la Verona ubicada en la Serenísima República de Venecia
. Su virtuosismo con el dibujo lo llevó a estudiar con uno de los grandes maestros de la época en su región, el pintor Antonio Badile, quien a su vez tenía de referentes a Tiziano y Rafael; asimismo, esto fueron los primeros ejemplos que siguió Veronese.
El pintor tuvo un ascenso fulgurante gracias a que sus cuadros tuvieron un éxito inmediato en la sociedad veneciana.
Nunca renegó de sus orígenes, pese a su vida cortesana, y rindió un sutil homenaje a su padre y a su abuelo, canteros o picapedreros (spezapreda), colocando un clavo que agrieta una columna de mármol.
También fue sometido a juicio por el tribunal de la Inquisición por una composición de la última cena considerada irreverente. En la tela, el pintor incluye soldados, simios y loros. En su defensa, argumentó que los artistas se toman las mismas libertades que los poetas y los locos
, y rellenan el espacio con lo primero que se les viene a la cabeza
. Fue absuelto, pero tuvo que cambiar el título por uno que encaja mejor con el tono festivo: Cena en la casa de Leví.
Con esta exposición de 100 piezas, el Museo del Prado culmina el estudio de su colección de pintura veneciana del Renacimiento, y cierra un ciclo que arrancó con Los Bassano en la España del Siglo de Oro (2001), siguió con Tiziano (2003), Tintoretto (2007) y Lorenzo Lotto: Retratos (2018).
En el Olimpo pictórico universal
El director del recinto, Miguel Falomir, quien también ejerció de curador junto con el italiano Enrico Maria Dal Pozzolo, explicó que estamos ante una “muestra verdaderamente irrepetible por la inconmensurable elegancia y belleza de Veronese, que le ha hecho ganar un puesto en el Olimpo pictórico universal, como pintor de pintores, y su influencia en otros grandes artistas como El Greco o Rubens”.
La exposición pasa por los años de formación del pintor a su etapa crepuscular, antes de su muerte, con 60 años, que para la época era una edad longeva.
Dal Pozzolo apuntó que la exposición pone de manifiesto la inteligencia pictórica de un artista superlativo capaz de alumbrar un universo formal propio; un artista con una idea totalizadora del arte que abarcaba innumerables referencias estéticas y culturales que supo plasmar con gran libertad formal y conceptual. Lo hizo en un momento crítico para Venecia, cuando afloraban las tensiones religiosas y se evidenciaban los primeros síntomas de una decadencia económica y política que sus pinceles camuflaron con maestría, contribuyendo decisivamente a plasmar en imágenes el mito de Venecia que ha llegado a nuestros días. Y como todos los grandes artistas, Veronese trascendió su tiempo
.
Para lograr reunir estas piezas, el Museo del Prado solicitó préstamos a instituciones culturales, como el Museo del Louvre, de París; el Museo Metropolitano, de Nueva York; la Galería Nacional, de Londres; la galería de los Uffizi, y el Museo de Historia del Arte de Viena, entre otros.
Seis aristas
La exposición alterna seis secciones cronológicas y temáticas. La primera, De Verona a Venecia, atiende a la formación en su ciudad natal y de artistas centro-italianos, como Rafael y Parmigianino.
La segunda sección, Maestoso Teatro: Arquitectura y Escenografía, aborda su modo de entender el espacio y narrar historias, aunando la tradición veneciana y las nociones teatrales y arquitectónicas de Palladio y Daniele Barbaro, y lo confronta con la visión alternativa encarnada por Tintoretto y las ideas escenográficas de Serlio.
La tercera, Proceso Creativo: Invención y Repetición, ahonda en la inteligencia pictórica de Veronese y en cómo dirigió uno de los obradores más fecundos y de mayor calidad de la época.
El cuarto módulo, Alegoría y Mitología, muestra su excelencia en dos terrenos particularmente queridos por las élites: la alegoría y la fábula mitológica, donde se reveló como el único artista capaz de competir con Tiziano, lo que le permitió heredar su poderosa clientela, dentro y fuera de Venecia.
La quinta área: El Último Veronese, aborda su década final, con composiciones inestables de colorido más sombrío y un uso dirigido y a menudo simbólico de la luz.
La exposición concluye con una sección dedicada a su legado: Haeredes Pauli y los admiradores de Veronese, como El Greco, los Carracci y Pedro Pablo Rubens, pero su condición de pintor de pintores
se prolongó hasta el siglo XX, e incluye a artistas tan dispares como Velázquez, Tiepolo, Delacroix o Cezanne.
La exposición se inauguró ayer y permanecerá hasta el próximo 21 de septiembre.