
'Vamos al tajo', 'es una ganga'… ¿Qué pasa con las metáforas mineras al desaparecer la minería?
En los últimos años, la presión social para reducir la huella de carbono en el consumo energético, debido a su impacto medioambiental, ha supuesto un cambio total en la actividad minera en España. La consecuencia más visible ha sido el cierre progresivo de las minas.
Con estas, ha desaparecido también el ecosistema social que generó la minería: ha habido una fortísima caída demográfica en distintos territorios del país y se ha perdido, en buena parte, una cultura que podríamos llamar “minera”.
Los tiempos del carbón
La minería del carbón fue una de las grandes impulsoras del desarrollo económico y social de España. Lo fue aún más en las zonas rurales de montaña, ya que permitió a muchas personas abandonar sus durísimos modos de vida, inalterables durante siglos, con una economía de subsistencia basada fundamentalmente en la agricultura y la ganadería. Como dijo el escritor leonés Luis Mateo Díez, “pasamos del prado a la mina”.
Fue un cambio radical. Muchas regiones se volcaron por completo en el monocultivo de un carbón que sirvió entonces para calentar los hogares, electrificar las ciudades y endurecer el acero. Pero, en solo unas décadas, otro cambio radical ha arrinconado al carbón y con ello ha llevado a estas cuencas mineras y a sus habitantes a la reconversión o al desamparo.
Javier Fernández Lozano y Enrique Ferrari Nieto.
Metáforas mineras
Las narraciones populares que explicaban la minería como forma de vida se han ido perdiendo con el cierre definitivo de muchas minas en las cuencas de Asturias, León, Palencia, Córdoba, Teruel y Ciudad Real.
Pero el español, como otras lenguas, se sigue nutriendo de esos términos mineros convertidos en metáforas; de hecho, en metáforas fosilizadas, porque ya las hemos interiorizado tanto que han perdido su capacidad para sorprendernos con su fusión de dos significados distintos. Estas expresiones han sabido adaptarse, evolucionando para expresar nuevas realidades con un sentido renovado. Son parte del legado cultural de la minería, vinculado a valores humanos universalmente apreciados como el esfuerzo, la solidaridad, la fraternidad o el coraje.
Es un patrimonio que se conserva en nuestra lengua: un repertorio de palabras mineras que, convertidas en “tropos”, en figuras retóricas, se organizan en torno a campos semánticos asociados a esos valores.
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Sustantivos como “filón”, “veta”, “tajo”, “mina”, “cantera” o “ganga”, o verbos como “picar”, “cavar”, “cribar” o “minar” se utilizan en numerosos contextos de la vida cotidiana, con significados diversos, que contribuyen a enriquecer nuestra lengua. Vamos al tajo aunque trabajemos en una oficina, decimos que es una mina o un filón una buena idea, o que lo que hemos comprado es una ganga porque nos ha salido muy barato. Los equipos deportivos tienen canteras para formar a sus jugadores más jóvenes.

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Contruir a través del lenguaje
Podemos explicarlo mejor desde el constructivismo, que entiende que el conocimiento no supone un acceso directo a la realidad, sino que lo construye activamente el individuo.
Según esta filosofía, nuestra realidad (social o científica) se construye a través del lenguaje. La metáfora funciona como marco de pensamiento: nos da las coordenadas desde las que pensar. En el pasado, por ejemplo, le funcionaron muy bien a la ciencia las metáforas del organismo para la sociedad o del ordenador para el cerebro.

Javier Fernández Lozano y Enrique Ferrari Nieto
Creamos la metáfora para percibir de otra forma una realidad, pero cuando se consolida entre los hablantes, pasa a ser la vía principal para comprender ese aspecto de la realidad, sin que caigamos en su carácter metafórico. Es la tensión inevitable de la que nos advierte Paul Ricoeur cuando esta redescubre o reinterpreta la realidad.
Cambiar las metáforas para cambiar la realidad
El lingüista estadounidense George Lakoff considera que esos marcos de pensamiento, las estructuras mentales que moldean nuestra visión del mundo, solo pueden redefinirse con un nuevo lenguaje. Con metáforas, sobre todo. Así cambia nuestro modo de ver el mundo, construyendo con nuevas metáforas una narrativa cultural nueva, que le da otro sentido.
Los testimonios de esa vida minera ya desaparecida, recogidos en excelentes libros, películas y fotografías, nos permiten reconocer en ese mismo lenguaje de los protagonistas, ya sin su sentido figurado, las palabras que enmarcan las mejores cualidades con las que podemos enfrentarnos a los retos del futuro.
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Palabras como “resiliencia”, “dignidad” o “solidaridad”, fundamentales en la experiencia minera, siguen siendo útiles para afrontar desafíos del futuro como la transición energética, el reciclado de minerales (por ejemplo, actualmente, el 35 % de la demanda de cobre se satisface con el reciclado), o la búsqueda de materias primas sostenibles y explotadas de una manera justa.
Puentes con el pasado o brechas de significado
Aunque el ecosistema social que propició la industria minera ha desaparecido, los términos y expresiones que surgieron de ese entorno aún nos sirven para comprender el mundo actual. Si no construimos (o reconstruimos) puentes entre el pasado minero y el presente sin minas, dejaremos que se abra una brecha de significado, en la que lo metafórico perviva sin el suelo del referente.
Ante los relatos mayoritarios que ponen el foco en los efectos negativos para el medio ambiente de las explotaciones mineras, se puede también –sin negar ni minusvalorar estos primeros– recuperar las cosas buenas de la minería con los últimos testimonios en primera persona de la gente que la vivió, reconocer en esas narrativas los valores positivos que desarrollaron esas personas.
La mina, precisamente por ser un contexto tan difícil, sacó lo mejor de mucha gente (solidaridad, tenacidad). Y eso forma parte de los términos mineros que usamos ahora en otros contextos como metáforas. Somos capaces de extraerlo de las palabras como si fuera el mineral de las minas. Si no se lo explicamos a las nuevas generaciones de hablantes, usarán esas palabras de un modo más pobre, sin percibir las mismas capas, sin ese sentido original, sin la huella de quienes con su ejemplo las cargaron de significado.