
La NASA hizo nuevos cálculos y elevó la probabilidad de impacto del asteroide YR4 contra la Luna
La amenaza del asteroide 2024 YR4 cambió de rumbo. Si bien en un momento parecía que apuntaba a la Tierra y a la destrucción de varias ciudades, nuevos cálculos de la NASA indican una elevada probabilidad de impacto en la Luna, lo cual podrían también generar problemas en nuestro planeta.
La historia de 2024 YR4 comenzó casi como una advertencia global. Este asteroide, detectado por primera vez el 27 de diciembre del año pasado, sobresalió desde el principio por su singularidad: fue una de las mayores amenazas jamás registradas para la Tierra y un objeto que acaparó la atención de científicos y astrónomos de todo el planeta.
Su nombre sobresale en los registros de la defensa planetaria porque llegó a concentrar el mayor porcentaje de riesgo para nuestro planeta en la historia, superior al 3% desde su descubrimiento.
Las estimaciones fijaron su tamaño en 67 metros, una masa similar a la de un edificio de 12 pisos. Resultó suficiente para inquietar a la comunidad científica y, por supuesto, a los organismos dedicados a prever y contener riesgos cósmicos.
Por primera vez, una roca espacial de tales dimensiones y tan próximo a la órbita terrestre llamó la atención no solo por sus características físicas, sino por las implicancias que conllevaba un posible impacto.
El riesgo aumentó en enero y febrero, alcanzó un valor máximo del 3,1% y generó debates sobre sus posibles consecuencias. Las simulaciones ubicaban la zona potencial de impacto en áreas densamente pobladas, como el Pacífico oriental, el norte de Sudamérica, África o el sur de Asia.
Los cálculos de la NASA contemplaron hipótesis que incluían explosiones aéreas sobre ciudades, con el potencial de romper ventanas y causar daños estructurales menores, aunque la caída sobre el océano no auguraba tsunamis relevantes.

Sin embargo, la ciencia mostró una vez más su capacidad de ajuste y previsión. La obtención de datos orbitales precisos mediante telescopios en Chile y Hawái permitió descartar, para beneficio planetario, un eventual desastre.
El 19 de febrero, la probabilidad de impacto descendió al 1,5% y al día siguiente se ubicó en 0,3%. Para el 24 de ese mes, la NASA comunicó que la posibilidad de colisión se redujo al 0,004%, lo que representó una garantía casi absoluta de paso seguro en 2032.
Si bien 2024 YR4 dejó de concernir a la Tierra, nunca dejó de interesar a los investigadores. Su trayectoria resultó tan particular como para abonar el ejercicio más completo de los sistemas de vigilancia y respuesta ante riesgos espaciales. “2024 YR4 es un asteroide hecho a medida para los esfuerzos de defensa planetaria”, afirmó el astrónomo Pawan Kumar, ex investigador del Instituto Indio de Astrofísica en Bengaluru. “Tiene todo lo necesario para llamar nuestra atención”.
Este ejercicio de anticipación y respuesta técnica ofreció a la comunidad científica una oportunidad excepcional para refinar protocolos y validar la capacidad global ante amenazas genuinas. Se puso en marcha el engranaje de detección inicial, análisis de riesgos, cálculos de trayectorias y transferencia de información pública eficaz, en un despliegue que toda autoridad espacial desearía poseer cuando el peligro resulta real.
Tras aquel primer susto, la roca cambió de objetivo. Las miradas viraron de la amenaza terrestre a un posible golpazo lunar. La NASA actualizó sus cálculos y encendió otro foco de estudio: ¿qué ocurriría si el asteroide impacta en la Luna en 2032? Un leve aumento de la probabilidad volvió a situar a 2024 YR4 en el centro de la escena científica global.
En mayo, el Telescopio Espacial James Webb consiguió captar fugazmente al asteroide, cuando su brillo en el espectro infrarrojo permitió obtener nuevos datos.
El equipo dirigido por Andy Rivkin, del Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins, utilizó la cámara de infrarrojo cercano del telescopio para afinar las predicciones sobre la posición exacta de 2024 YR4 el 22 de diciembre de 2032.

El resultado fue contundente: la certeza sobre la ubicación futura del asteroide mejoró casi un 20%. Ese progreso arrojó una consecuencia inmediata: “La última actualización de la NASA señala que esa trayectoria revisada ha elevado las probabilidades de un impacto contra la Luna del 3,8% al 4,3%”.
Aunque estos números pueden parecer elevados en comparación con la preocupación inicial por la Tierra, los expertos insisten en la nula peligrosidad para nuestro planeta. “A medida que se reciben los datos, es normal que la probabilidad de impacto evolucione”, expuso la NASA en su comunicado. Desde la agencia destacan la importancia de monitorear a 2024 YR4 por tratarse de un ejemplo paradigmático en materia de defensa planetaria.
¿Lo peor estaría por ocurrir? No. La posible colisión con la Luna no representaría un drama. “No alteraría la órbita de la Luna”, explicó la NASA para llevar calma. Pawan Kumar remarcó: “No sería motivo de preocupación”, incluso si se producen restos generados por el choque, porque aclaró que cualquier fragmento lunar arrojado tras el impacto “explotaría en la atmósfera terrestre si llegara al espacio cercano a la Tierra”. En esos términos, la humanidad y la vida en la Tierra permanecerían a salvo.

Para comprender el desafío técnico detrás de este cálculo conviene revisar lo que la NASA logró en tiempo récord luego de la detección. La agencia informó que “al descubrirse el asteroide 2024 YR4, existía una pequeña probabilidad de que impactara con la Tierra”.
No cualquier asteroide puede ostentar semejante récord: 2024 YR4 llegó a presentar “el porcentaje más alto de la historia” en materia de riesgo. Tales antecedentes motivaron una respuesta veloz y precisa por parte de la comunidad internacional.
El seguimiento exhaustivo incluyó una nueva oleada de datos y proyecciones. Los encuentros decisivos para la vigilancia orbital se dieron cuando el asteroide estuvo demasiado lejos para la observación convencional. Desde mediados de abril su presencia se transformó en un eco distante, pero no en un olvido.

Los registros anticipan que 2024 YR4 volverá a acercarse a la Tierra en 2028, lo cual permitirá perfeccionar el conocimiento disponible sobre su trayectoria, composición, forma y, por supuesto, sus probabilidades reales de causar algún daño. Para entonces, se espera contar tanto con el James Webb como con telescopios desde la superficie terrestre para recabar información ampliada.
Este ciclo de detección, monitoreo y modelado resulta vital porque en cada fase se ponen a prueba sistemas de alerta avanzada, colaboración entre agencias espaciales y comunicación con el público. 2024 YR4 sirvió, sin causar desastres, para verificar que el andamiaje global de defensa planetaria avanza y se fortalece.
La utilidad de ensayar todos los procesos en tiempo real, adquirir y procesar decenas de miles de datos precisos y comunicar los escenarios posibles personifica en este episodio los desafíos de futuro para la humanidad.
Adentrarse en la naturaleza de 2024 YR4 también abrió una ventana para saber más sobre la dinámica de los cuerpos menores en el Sistema Solar. Los últimos análisis apuntan que el asteroide provino del cinturón principal central, situado entre Marte y Júpiter, y migró durante siglos hacia una órbita vecina de la Tierra. Este tipo de desplazamientos no sólo son habituales, sino que representan parte del flujo permanente de rocas espaciales que transitan cerca de nosotros.
El caso adquirió especial relevancia al permitir un ejercicio global de prevención sin consecuencias catastróficas. Científicos de diversas partes del mundo aprovecharon para ensayar procedimientos, el público aprendió a seguir los reportes y las agencias pusieron en juego todos sus dispositivos.
El rol del telescopio James Webb resultó crucial para consolidar la observación y reducir la incertidumbre sobre el destino de la roca.

Además, la posibilidad de un impacto lunar colocó otra vez en la agenda la importancia de los programas de defensa planetaria. Iniciativas internacionales como la misión DART (Double Asteroid Redirection Test) de la NASA o el desarrollo de la sonda Hera por parte de la Agencia Espacial Europea –donde la participación española fue destacada– encuentran en momentos como este la justificación y el impulso necesarios. Disuadir, desviar o monitorear grandes rocas espaciales quizás defina la frontera de la seguridad planetaria a largo plazo.
Así, 2024 YR4 quedó inscripto en nuestra experiencia reciente como un aviso y un laboratorio natural. El mundo supo de su existencia, comprendió cuál fue el riesgo real, se tranquilizó con la solución técnica y quedó mejor preparado para afrontar futuros desafíos.
Mientras tanto, los científicos aguardan su regreso en 2028: una nueva oportunidad para mirar de cerca a uno de los asteroides más llamativos de la era contemporánea y, sobre todo, para seguir probando que la humanidad puede anticiparse, calcular, prevenir y compartir sin alarmismos el conocimiento sobre la naturaleza cambiante del cosmos.