
Recorridos revive procesos del viejo siglo fotográfico arrasado por la marea digital
Recorridos revive procesos del viejo siglo fotográfico arrasado por la marea digital
▲ El cañón de Santa Elena, en el Parque Nacional Big Bend en Texas, Estados Unidos.Foto Imagen cortesía del fotógrafo
Hermann Bellinghausen
Periódico La Jornada
Martes 10 de junio de 2025, p. 3
A pesar de los delirios imperiales de Donald Trump, incluso contra ellos, existe un vasto territorio, mal conocido, pero excesivamente mitificado: la frontera entre México y Estados Unidos. Es mucho más que una línea en los mapas, más que los ríos Colorado y Bravo (llamado Grande por los texanos), más que las ciudades del miedo y la violencia, más que los enjambres de migrantes varados en campamentos que chocan contra muros y vallas. Si se le mira con amplitud geográfica y social, se puede pensar en un tercer país
, como ya se ha sugerido. No le han faltado topógrafos, fotógrafos, periodistas, músicos y narradores literarios.
Del lado estadunidense vienen a la mente obsesivos testigos del país
fronterizo como Cormac McCarthy, Ry Cooder, Charles Bowden o William T. Vollmann. A esta nómina hay que agregar a Byron Brauchli, fotógrafo y artista visual establecido largo tiempo en Xalapa, Veracruz, y que entre otros proyectos ha desarrollado el registro íntimo de un paisaje grandioso al norte de la línea de destinos compartidos entre sus dos países. El libro Recorridos, y la exposición del mismo nombre en la capital veracruzana, inaugurada el 31 de mayo en la galería Ramón Alva de la Canal, se coloca lejos de los trepidantes registros arriba mencionados. De hecho, se trata de una experiencia que nos remite al sinfonista del paisaje estadunidense Ansel Adams, aunque en un tono deliberadamente menor.
No retrata gente, sino lugares. Cada sección del recorrido viene precedida de un mapa. Vamos de Colorado (norte y sur) a Nuevo México y sus límites con Texas, hasta la frontera entre Texas y Tamaulipas. Pero como escribe en su documentado prólogo la investigadora Laura González-Flores, los mapas y las fotos dicen tanto o más de quienes las produjeron que del territorio que describen
.
¿Qué es un territorio y a quienes pertenece? La realidad indígena de México, y más trágicamente aún la de Estados Unidos, enseña que pueblo y territorio son (o fueron) uno. Contra ellos han operado los colonialismos español y británico del pasado y los de ambos estados nacionales. De manera dramática, los recorridos de Brauchli suceden en territorios que fueron México hasta que, mediante una guerra injusta y desigual, fueron invadidos por el país del norte y hoy constituyen una inmensa porción de su territorio.
No tiene la maniática visión microscópica de Imperial, el formidable mamotreto de Vollmann (1344 páginas), dedicado únicamente a una región del sur de California. Tampoco, la desgarrada observación de Bowden que de tanto atestiguar la vida y la muerte en Chihuahua tronó de cuerpo y alma. Regresó a la mirada poética en sus amados desiertos de Chihuahua y Arizona, aunque su corazón terminó por estallar en 2014; nunca pudo salir de Juárez, a pesar de su final Dreamland: The Way Out of Juarez.
El camino de Brauchli es pausado, carente de presencia humana, casi lírico y sumamente personal. Como apunta González-Flores, este libro reúne a varios observadores en uno: geógrafo, científico naturalista, montañista, viajero romántico, artista, meditador, migrante. Y fotógrafo: de montañas, valles, árboles, ribera y playas (concretamente Bagdad, Tamaulipas, en el confín último con los pantanos de Las Palomas, Texas).
No es dato menor la voluntad artesanal de sus placas. Invocando a Carlos Jurado, recupera técnicas del viejo siglo fotográfico arrasado por la marea digital y ahora la inteligencia artificial. Son recorridos solitarios en la naturaleza no pocas veces desolada del sur de Estados Unidos que tanto fascina a Wim Wenders. Bajo los apacibles paisajes y escenarios de Brauchli laten las disputas por las aguas del Colorado y la soberanía humana del Bravo, ríos que él sigue desde sus fuentes en el norte. El primero hasta su chirle salida en Baja California, y el segundo trazando la extraña línea fronteriza del Bravo, tumba de migrantes, de asesinados y asesinadas.
Brauchli no busca la sangre, se queda con el suelo, la piedra, el agua, la esforzada vegetación de este tercer
país, habitado por mexicanos y estadunidenses, imbricados más allá de la nueva xenofobia trumpiana y la descomposición criminal en ambos lados. El libro reitera la presencia de puentes: ese puede ser el mensaje oculto de Recorridos tan personales.