
¿Cómo prevenir el impacto ambiental del biometano y vencer el rechazo social que produce?
La llegada del biometano a España no sólo está desatando una fuerte controversia, sino que ha generado oposición social. Los habitantes de las zonas afectadas se muestran preocupados por el impacto que las nuevas plantas de este tipo de combustible tendrán sobre su salud y calidad de vida.
Es una inquietud comprensible: se trata de una tecnología poco conocida y una de las que mayor rechazo genera entre la población. Aunque es algo nuevo en España, se utiliza desde hace tiempo en muchos países de Europa. La experiencia de nuestros vecinos puede ser de gran ayuda para identificar los retos asociados a su implantación y proponer medidas que reduzcan su impacto ambiental, así como mejorar su aceptación social.
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¿Qué es el biometano?
El biometano es un gas que se genera en un proceso de tratamiento de residuos orgánicos conocido como digestión anaeróbica. Dicho proceso consiste en la descomposición biológica de la materia orgánica en ausencia de oxígeno, dando lugar a la generación de biogás, es decir, una mezcla de gases formada mayoritariamente por metano y dióxido de carbono.
El biogás es un combustible muy interesante porque puede ser empleado directamente para generar electricidad y calor. Además, puede ser purificado para obtener biometano, cuyo contenido de metano es similar al de la red de gas natural, sistema de suministro donde puede ser inyectado de forma segura.
Como apuntábamos más arriba, esta tecnología se usa desde hace varias décadas en Europa, donde existen más de 18 000 plantas de biogás. Las instalaciones suelen ser de pequeño tamaño y tienen el objetivo de ayudar a que las explotaciones agrícolas y ganaderas puedan autoabastecerse de energía a partir de los residuos ganaderos. Este modelo tradicional se está complementado en Europa con la instalación de más de 1 500 plantas de biometano en los últimos años, aprovechando no sólo residuos ganaderos, sino cultivos energéticos y residuos alimentarios y urbanos.
Los beneficios de un gas renovable
El principal beneficio de esta tecnología es que el biometano puede ser usado como fuente de energía y, al mismo tiempo, ayuda a gestionar de manera sostenible una gran variedad de residuos orgánicos. Éstos son transformados en un material llamado digestato, que puede ser empleado como fertilizante. La utilización agrícola del digestato permite reciclar recursos muy valiosos como materia orgánica, nutrientes y agua.
Además, al ser una fuente de energía renovable, el biometano se ha convertido en una pieza clave en la estrategia de la Unión Europea de alcanzar la neutralidad climática para 2050.
Impacto ambiental
Como cualquier proceso industrial, la actividad de las plantas de biogás puede tener ciertos riesgos y causar impacto ambiental en su entorno.
El principal riesgo está asociado a la generación de grandes cantidades de metano, sobre todo en aquellas plantas donde la concentración del gas es muy alta. Hablamos de un gas muy inflamable que puede provocar accidentes tales como explosiones, casos de asfixia e, incluso, la liberación de otros gases tóxicos presentes en el biogás, como el sulfuro de hidrógeno.
Por lo tanto, la liberación accidental de metano puede suponer un peligro para los operarios de la planta y de zonas aledañas. Alemania, al ser el país con mayor número de plantas de biogás en Europa, es el que ha registrado un mayor número de accidentes. Por este motivo ha desarrollado una normativa estricta para minimizar los riesgos, convirtiéndose en un referente para toda Europa.
El impacto ambiental se debe a la liberación de sustancias contaminantes como el amoniaco, el sulfuro de hidrógeno, compuestos orgánicos volátiles, partículas en suspensión y bioaerosoles, partículas de origen biológico que se encuentran suspendidas en el aire. Todos ellos son generados por el tráfico de vehículos pesados de entrada y salida, durante el manejo de los residuos orgánicos que entran en la planta, en el proceso de digestión anaeróbica y en el almacenamiento y gestión del digestato.
Los compuestos citados tienen un olor intenso y desagradable que pueden causar molestias y malestar en la población. En concentraciones elevadas también pueden suponer un riesgo para la salud, especialmente en grupos más sensibles como niños, personas mayores o personas con afecciones respiratorias. Aunque hay tecnologías muy eficaces para reducir estos impactos, no siempre son completamente efectivas.
Algunos estudios científicos han mostrado que al menos el 30 % de las plantas de biogás en Eslovaquia causan olores de manera frecuente, pudiendo percibirse a más de 1 000 metros de distancia.
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Posibles medidas de mitigación
Las plantas de biometano constituyen una industria que requiere de una atención especial derivada de su potencial para generar impactos ambientales. Por eso, la instalación de nuevas plantas debe considerar los siguientes aspectos clave:
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Ubicación coherente con su carácter de industria especial, es decir, alejada de núcleos poblacionales y próxima a las zonas de generación de residuos y de uso de los digestatos.
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Desarrollo de un plan de movilidad específico para reducir el impacto causado por el aumento del tráfico de vehículos pesados, especialmente importante en el traslado de estiércol, debido a sus posibles implicaciones de bioseguridad y para la salud pública.
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Uso de las mejores técnicas disponibles en el diseño y operación de la planta, tales como el cerramiento de las áreas de proceso y el tratamiento de los gases generados. Esta medida debe ir acompañada de un plan de vigilancia ambiental que verifique su efectividad a lo largo del tiempo, asegurando que se mantenga conforme al diseño y las especificaciones técnicas originales.
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Creación de un plan de gestión que contemple tanto los procesos de tratamiento y estabilización como las estrategias de valorización que garantice su uso seguro como fertilizante.
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La implantación del biometano se enfrenta a un gran reto: conseguir la aceptación social. Para lograrlo es fundamental una gestión adecuada de los riesgos y de los impactos ambientales que garantice condiciones adecuadas de seguridad, salud pública y protección del medio ambiente.
Un modo de afrontar el desafío es involucrando a las comunidades afectadas desde la fase de concepción del proyecto. Ya se sabe que la instalación de plantas sin la participación ciudadana genera desconfianza y rechazo social. Sólo una gestión transparente y respetuosa con las comunidades y el medio ambiente evitará el rechazo social que dificulta su implantación, permitiendo aprovechar las oportunidades que estas plantas pueden ofrecer.