
¿Algoritmo o creatividad en tiempos de IA? He ahí la cuestión del momento en la moda
Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en que los diseñadores tenían que responder unas preguntas ineludibles cada vez que debían pagar el peaje de la prensa. Qué te inspira. Para quién diseñas. Cuál es tu tipo de mujer. Cuestiones para llenar espacios y salir del paso que todavía se formulan. Aunque ahora suenan a trampa: en tiempos de dominio digital, el trabajo creativo ya no es necesariamente el resultado de una expresión imaginativa propia y la autoría se siente bajo sospecha. Con el algoritmo hemos topado.
La mano invisible que mece la cuna de los actuales comportamientos, costumbres y relaciones no solo controla/decide el contenido consumido vía plataformas y redes sociales, sino también ejerce de musa electrónica. Códigos informáticos programados para predecir y priorizar todo aquello que pueda mantener el interés de los usuarios, los algoritmos analizan cantidades ingentes de datos —las webs más visitadas, los enlaces más pinchados, los elementos más compartidos…— para asegurar el mayor disfrute de la experiencia en línea. Ejercen de comisarios de nuestros gustos y preferencias, filtrando el ruido y organizando lo que de otra forma sería un caos de sobreinformación. Lo que, en principio, suena a sistema lógico de ayuda, ha comenzado a plantear paradojas de complicada resolución. ¿Somos libres de expresarnos o estamos moldeando nuestra creatividad para que el trabajo se ajuste a lo que pensamos que favorecerá el algoritmo? ¿Esta entrega casi incondicional a su poder fomenta la innovación o refuerza la homogeneidad creativa?
El asunto se complica desde que la inteligencia artificial ha irrumpido en la sociedad en modo generativo. La llamada IA generativa tiene revolucionado el patio porque crea contenido original, ya sea texto, imágenes, vídeo, audio e incluso software, en respuesta a una instrucción o un mensaje de cualquier usuario (lo que en jerga informática se denomina prompt). El horizonte artístico que se abre con ella se otea infinito. Y productiva y económicamente muy rentable.
La historia es reciente, pero va sobrada de hitos. Fascinado por las posibilidades que prometía el metaverso (experiencia de juego inmersiva accesible desde cualquier dispositivo) y los NFT (Non-fungible Tonkens, archivos digitales en formato jpg, gif o incluso audio de características únicas con los que mercadear en red), Tommy Hilfiger fue, en 2018, uno de los pioneros en incorporar la IAGen a su proceso creativo con el proyecto piloto Reimagine Retail, en colaboración con IBM y el Infor Design & Tech Lab del Fashion Institute of Technology (FIT) de Nueva York: el algoritmo se entrenó para que rastreara el archivo de la marca, tanto colecciones de pasarela como imágenes de producto, y a partir de ahí generó (esto es, creó) patrones, colores y estilos a lo Hilfiger que se utilizaron para componer una cápsula con alumnos del FIT.
“Se especula sobre el impacto de la IA, pero nos hemos comprometido a impulsar su papel no solo para ayudar a la industria en términos de productividad, sino de creatividad”, dice Bhaskar Pant, director ejecutivo del programa de Educación Profesional del MIT, campus al que acudió la diseñadora Norma Kamali hace un par de años. Hizo el curso online de la universidad y, a partir de ahí, comenzó a darle vueltas a la idea de expandir su legado, 57 años de carrera. Maison Meta, startup de diseño de moda, se lo puso en bandeja: juntos desarrollaron un programa de IA, que se entrenó para generar categorías (vestidos, trajes de baño, camisetas…) a partir de los comandos escritos que se le dieron —no imágenes o bocetos—, por eso Maison Meta tuvo que dotarlo de un extenso vocabulario de moda. El resultado, Hallucinations, se presentó en la pasada Semana de la Moda de Nueva York. “La IA no tiene pulso, no va a reemplazar la pasión humana. Pero puede potenciar la creatividad de formas que aún estamos empezando a comprender”, concedía Kamali.
Maison Meta está precisamente detrás de la AI Fashion Week, lanzada en 2023, un concurso para jóvenes diseñadores del que han salido ya Rachel Koukal, Dmitrii Rykunov, Matilde Mariano o los españoles Magno Montero y Esther Souto Prego (con una colección a partir de la cerámica de Sargadelos), talentos emergentes que utilizan programas gratuitos como Midjourney, Pika Labs, CapCut e incluso Chat GPT o Dall E-3. Existen infinidad de programas de estas características, algunos de código abierto, que generan estilos, proponen colores y realizan patrones (el patronaje informatizado es viejo, pero la IA aumenta la rapidez en la realización y calcula y optimiza el tejido a usar). El sistema que lo ha revolucionado todo es AiDA, creado en 2013 por el analista experto en moda Calvin Wong, profesor de la Politécnica de Hong Kong. Su algoritmo generativo coge bocetos e ideas en crudo y los transforma en diseños minuciosos.
Por supuesto, los grandes conglomerados del lujo han desarrollado sus propios sistemas, que utilizan como asistentes de producción o de compras. Kering tiene Madeline, que optimiza la experiencia de compra del consumidor. LVMH ha invertido alrededor de 300 millones de euros en el último año en cinco startups que desarrollan sistemas de IA generativa (Borderless Ai, Proxima, Lamini, Photoroom, H Company) a través de su filial tecnológica, Aglaé Ventures. Se trata de sistemas orientados a mejorar la productividad, el marketing digital o la edición gráfica; si en sus firmas se utiliza alguno como herramienta de diseño no está claro, sobre todo después de la declaración oficial del grupo tras las jornadas Data Ai Summit del pasado año en París: “Aunque estas tecnologías presentan un potencial creativo excepcional, con su capacidad para generar diseños a la carta y experiencias personalizadas, plantean una serie de cuestiones a propósito de la autenticidad y la responsabilidad autoral a considerar”. Una encuesta de la consultora Deloitte asegura que un 20% de las marcas consultadas planea usar IA generativa en sus procesos de diseño, cifra que McKinsey eleva al 25% en el informe The State of Fashion 2025. Los rumores de que algunas marcas exploran la idea de utilizar la IAGen como directora creativa añaden más leña al este fuego. H&M y Levi’s han comenzado a tirar de ella para visuales y campañas con modelos virtuales, y G-Star comercializa sus primeras creaciones con IAGen en la cápsula Denim Design Reimagined. “Solo el trabajo humano garantiza la calidad del producto y el trabajo manual, no hay máquina que sustituya esa pasión”, escribía Guram Gvasalia, vía ChatGPT, al presentar la colección p-v 2024 de Vetements, un ejercicio descrito como antiinteligencia artificial. Con unas ganancias extra para el sector cifradas entre 150 y 270 millones de euros en los próximos cinco años (según McKinsey), habrá que estar pendientes de semejante juego de tronos algorítmico.