
Muere en el exilio la expresidenta de Nicaragua Violeta Chamorro a los 95 años
El 25 de abril de 1990 la electa presidenta de Nicaragua, Violeta Barrios de Chamorro, asumía el mandato en un país desgarrado por la guerra, sembrado de cadáveres y profundamente dividido entre sandinistas y opositores. La guerra entre contras y el ejército había segado más de 50.000 vidas y la pequeña nación estaba en bancarrota. Ese día, “llena de angustia en el corazón”, Chamorro hizo historia dentro y fuera al convertirse en la primera presidenta elegida en las urnas en América Latina y por llevar la paz a una Nicaragua cansada. Ese es el mayor legado de Chamorro, quien falleció en el exilio la madrugada de este sábado en Costa Rica a los 95 años tras una larga enfermedad, según informaron sus familiares.
«Doña Violeta», como la llaman con cariño en Nicaragua, gobernó entre 1990 a 1997 y desde hace años sufría la represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La mayoría de sus hijos han sido perseguidos sin descanso. Hace justo un año el aparato sandinista confiscó la casa de verano de Chamorro e inauguró un hotel-escuela para el sector turístico. Su fallecimiento ocurre con su país en plena deriva dictatorial, con Ortega —a quien ella sacó de la Presidencia a fuerza de votos— y su esposa aferrados al poder tras desatar una brutal represión de opositores, que se aceleró tras la oleada de protestas de 2018, y aniquilar a todas las voces críticas de la política, la sociedad civil, la prensa, los sectores profesionales y la Iglesia católica.
Chamorro (Rivas, 1929) nació en el seno de una familia de terratenientes. Estudió un periodo en Estados Unidos, pero tuvo que regresar a Nicaragua tras la muerte de su padre, Carlos Barrios. Se casó muy joven con quien sería el gran opositor de la dictadura somocista, el periodista Pedro Joaquín Chamorro. Doña Violeta contaba en sus memorias que pasó su juventud bajo la angustia del asedio, el encarcelamiento de su marido y el exilio.
Desde las páginas de La Prensa —el principal diario nicaragüense, con casi un siglo de historia—, Pedro Joaquín Chamorro lanzaba feroces críticas a la dictadura de los Somoza, que machacó Nicaragua durante más de 40 años y que lo tenía como la voz más incómoda. Chamorro fue asesinado en 1978 por sicarios a sueldo del régimen somocista cuando conducía su vehículo hacia la redacción del periódico. Su asesinato sentenció a la dictadura. Los funerales del periodista y opositor fueron apoteósicos y terminaron en una manifestación que exigía la caída del dictador, quien respondió ordenando una dura represión.
Comprometida con el legado de su marido, Violeta Chamorro participó activamente en la caótica política nicaragüense. En 1979 formó parte de la denominada Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, en la que también participaba el escritor Sergio Ramírez. Chamorro, sin embargo, abandonó la Junta en abril de 1980 por estar en desacuerdo con la línea socialista que más tarde se terminó imponiendo. Pasó entonces a la redacción de La Prensa, desde donde se convirtió en una voz crítica con el régimen sandinista, que elegiría a Daniel Ortega como líder.
El alineamiento de los sandinistas con Cuba y el bloque soviético durante la década de los pasados años ochenta levantó ampollas en Washington, que inició una política de agresión. El Gobierno de Ronald Reagan financió a la Contra —la guerrilla derechista que intentaba derrocar al régimen sandinista— y comenzó una cruenta guerra civil que se cobró la vida de decenas de miles de nicaragüenses, destrozó la economía del país y envío a otras decenas de miles de sus habitantes al exilio. Sumidos en la desesperación, los nicaragüenses exigían un cambio.
En mayo de 1989 se conformó la Unión Nacional Opositora (ONU), organización política de 14 partidos que pretendía derrocar electoralmente al sandinismo. Violeta Chamorro fue nombrada candidata de la coalición y se enfrentó a Ortega en las elecciones convocadas para febrero del siguiente año. Con un discurso de paz y reconciliación, Chamorro ganó contra todo pronóstico esas elecciones supervigiladas. “Me han votado porque tienen fe en un cambio profundo después de 50 años de somocismo y 10 de sandinismo. Y yo acepto ese voto, consciente de mi responsabilidad”, dijo entonces Chamorro en una entrevista en EL PAÍS con Miguel Ángel Bastenier. Aquel triunfo quedó registrado en la portada de su diario, La Prensa, con el siguiente titular: “Voto, Violeta, Victoria”.
Para los observadores de aquella caótica Nicaragua, el país se enfrentaba a la incertidumbre. Se le señala a Chamorro su inexperiencia, su falta de preparación académica, la posibilidad de que cedería el mando real a su asesor con amplios poderes Antonio Lacayo (casado con su hija Cristiana) y, por su puesto, el hecho de ser mujer. Así respondió a esas críticas en aquella entrevista: “Ya sé que dicen que soy completamente analfabeta, pero no me importa, por un oído me entra y por el otro me sale; yo mando en la UNO, y nadie me dice lo que tengo que hacer. Todo lo que se diga sobre si manda este o el otro es una tontería. A mis ministros los nombraré yo. Solo trato de ayudar a mi patria mejor de lo que lo hicieron ellos [los sandinistas], que trataron de comprar al pueblo con una regalía. Aquí la única que manda soy yo”.
Violeta Chamorro asumió la presidencia de Nicaragua el 25 de abril de 1990. La histórica foto en la que por primera vez en un siglo una presidenta democráticamente elegida recibía la banda de la Presidencia frente a miles de sus compatriotas marcó al país centroamericano, al enseñar a sus habitantes que las diferencias se podían resolver con democracia y no con balas.
“La patria que heredé era una sociedad desgarrada por la división. Los nicaragüenses no nos reconocíamos como hijos de una misma patria. Podían más los intereses partidarios que los legítimos intereses del pueblo. Como mujer pacífica que soy alejada de partidos políticos, no puedo negarles que sentí miedo ante los enormes retos de la gran misión que me había encomendado el pueblo nicaragüense”, explicó Chamorro en sus memorias. La Nicaragua que hoy la despide está en deuda con aquel legado. Ortega y Murillo han emitido este sábado un comunicado en el que reconocen que la figura de Chamorro “representó un aporte para la necesaria paz” en el país, aunque los copresidentes se arrogan ahora los méritos de esa paz cuando la realidad es que forzaron al exilio a la exmandataria.
La familia ha comunicado que informará en las próximas horas sobre la ceremonia religiosa que se realizará en San José, a donde fue trasladada ya muy debilitada en 2023, “para celebrar su vida de amor y generosidad con su familia y su querida patria Nicaragua”. “Sus restos descansarán temporalmente en San José, Costa Rica, hasta que Nicaragua vuelva a ser República, y su legado patriótico pueda ser honrado en un país libre y democrático. Agradecemos a los nicaragüenses, en todas partes del mundo, por sus oraciones y su solidaridad, y especialmente al pueblo y al Gobierno de Costa Rica, que la acogió durante estos últimos años de su vida”, señalaron los familiares.