
Luca de Meo, el gurú del motor que deja los coches para salvar Gucci
El anuncio de que Luca de Meo (58), CEO de Renault durante los últimos cinco años y considerado el ejecutivo más brillante y carismático del sector del automóvil, abandona la industria para pasarse a la moda de lujo ha supuesto un nuevo golpe al prestigio de la automoción europea, ya de por sí acosada por el empuje de las marcas chinas. De Meo asumirá, el próximo 15 de junio, el cargo de director general del grupo Kering, propiedad del magnate francés François-Henri Pinault, casado desde 2009 con la actriz mexicana Salma Hayek.
Kering, fundado en 1962 bajo el nombre de Pinault (y más tarde PPR), controla un potente portafolio de marcas de lujo entre las que destacan Gucci, Saint Laurent, Balenciaga, Alexander McQueen, Bottega Veneta y Pomellato. Rival directo del grupo LVMH, ambos conglomerados libraron una encarnizada batalla por el control de Gucci a comienzos de los 2000, con el diseñador Tom Ford y el empresario Domenico De Sole en medio del fuego cruzado.
Pinault llevaba meses tratando de seducir al «más francés de los directivos italianos». Lo quiere por su olfato comercial, su enfoque en el márketing y su historial de reanimar empresas en crisis. Para facilitar su fichaje, el empresario ha decidido separar los cargos de presidente y CEO, dejando a De Meo plena libertad de acción, especialmente para relanzar Gucci, que representa el 40% de los ingresos de Kering y el 60% de su beneficio operativo.
No es una tarea menor: en 2024, Renault registró un beneficio de 752 millones de euros sobre una facturación de 56.230 millones, con una rentabilidad récord. En contraste, Kering ingresó 17.194 millones pero su beneficio cayó un 62% respecto a 2023, hasta los 1.100 millones, lastrado principalmente por el retroceso de Gucci. El margen de mejora es evidente.
Luca De Meo, que el pasado 13 de junio cumplió 58 años, lleva 33 vinculado a la industria del automóvil desde que se graduó en la Universidad Bocconi de Milán y el prestigioso Insead francés. En este tiempo ha lanzado más de 150 modelos. Comenzó en Renault, pasó por Toyota Europa y en 2002, con solo 35 años, regresó a Italia para asumir la dirección de Lancia, dentro de una Fiat convulsa que acababa de poner al frente al financiero Sergio Marchionne (1952-2018).
El propio De Meo recuerda cómo Marchionne irrumpió en su diminuto despacho en Lancia, le detectó «un punto de locura» y dos semanas después lo puso al frente de Fiat, entonces responsable del 80% de las pérdidas del grupo. Lejos de intimidarse, De Meo rescató el icónico Fiat 500 de 1957, lo reinventó como coche urbano, deportivo y aspiracional bajo la marca Abarth y lo convirtió en un éxito inesperado. El 4 de julio de 2007, tras la presentación del nuevo 500, él y Marchionne recorrieron las calles de Turín entre los aplausos de los trabajadores.
Luca de Meo presentando un coche
Pero en 2009, cansado del temperamento volcánico de Marchionne –«a veces ángel, a veces demonio; brutal pero brillante, con una irritante tendencia a exprimir a sus colaboradores como limones»-, De Meo se marchó a Volkswagen como responsable de márketing y ventas. Marchionne estalló por la pérdida de su mejor hombre, aunque antes de morir reconocería que no había sido justo con él.
Tras una etapa estable en Audi, De Meo dio un nuevo giro en 2015 para asumir el desafío de reflotar Seat, donde además creó desde cero la marca deportiva Cupra, hoy una de las que más crecen en el mundo. «Seat llevaba 30 años sin ganar dinero. En 16 meses fuimos rentables», recuerda. Tras una década en la firma española, su nombre empezó a sonar para la dirección de Renault tras la caída en desgracia de Carlos Ghosn.
En enero de 2020 dejó Seat, y cinco meses después, en plena pandemia, se instaló en París para ponerse al frente de Renault. «Cuando llegué, en junio, la empresa perdía 40 millones de euros al día, también los festivos», recuerda. No se arredró: armó un nuevo equipo, con muchos antiguos colaboradores de Seat, y resucitó la marca deportiva Alpine, como ya había hecho con Abarth en Italia. «Todo el mundo me decía que estaba loco, pero cuatro años después somos el grupo más rentable de Europa», afirma.
A diferencia de su mentor, De Meo basa su liderazgo en la exigencia, sí, pero también en la empatía y la escucha. Sabe extraer lo mejor de sus equipos sin agotarlos. Él mismo lo resume así: «Hay que trabajar mucho, con emoción y sentido común, que hoy es una mercancía rara».
El próximo 15 de junio abandonará oficialmente Renault y, tras dos meses de descanso con su esposa Silvia Goracci -a quien conoció en la universidad-, sus hijos gemelos y su perro, se incorporará a Kering el 15 de septiembre. Un cambio de sector, pero no de ambición.