
Un satélite muerto transmite señal décadas después: «Una voz desde el más allá»
Un fogonazo breve pero intensísimo de radiofrecuencia desconcertó recientemente a un equipo de astrónomos australianos. La señal, captada por el conjunto de radiotelescopios ASKAP (Australian Square Kilometre Array Pathfinder), pareció al principio provenir de algún rincón lejano de nuestra galaxia. Sin embargo, el hallazgo pronto dio un giro aún más sorprendente: su origen estaba a menos de 20.000 kilómetros de la Tierra.
Clancy James, investigador de la Universidad de Curtin (Australia), y su equipo estaban realizando observaciones rutinarias del cielo cuando detectaron el fenómeno. Durante apenas 30 nanosegundos, el pulso fue más potente que cualquier otra señal jamás registrada por radiotelescopios.
En un primer momento, pensaron que se trataba de un nuevo púlsar o de otro objeto astrofísico desconocido. Pero el análisis detallado reveló que la fuente estaba tan cerca que el sistema ASKAP no podía enfocar todas sus antenas sobre ella simultáneamente. Esto solo podía significar una cosa: la señal provenía de un objeto en la órbita terrestre.
Al comparar la ubicación exacta del destello con los registros de satélites conocidos, los investigadores llegaron a una conclusión insólita: el responsable era el Relé 2, un satélite lanzado por la NASA en 1964. Diseñado como parte de un experimento en comunicaciones, el Relé 2 dejó de funcionar en 1967 y desde entonces había permanecido en el espacio como un trozo de metal inerte.
Lo inquietante es que, según los expertos, sus sistemas electrónicos llevan inactivos casi 60 años. Entonces, ¿cómo es posible que haya emitido una señal?
El equipo de Clancy James baraja dos hipótesis principales. La primera apunta a una descarga electrostática causada por la acumulación de carga en la superficie del satélite. La segunda contempla el impacto de un micrometeorito, que podría haber generado una nube de plasma al colisionar con el metal envejecido del satélite. Ambas situaciones podrían provocar una ráfaga de ondas de radio similar a la observada.
Distinguir entre las dos opciones no es sencillo, y los científicos señalan que una investigación más profunda requeriría recursos específicos y motivación. “La señal fue tan fugaz y poderosa que se necesitaría mucho trabajo para confirmar exactamente lo que la originó”, señaló James.