
La inseguridad alimentaria en México- Grupo Milenio
Ciudad de México /
La inseguridad alimentaria se refiere a la falta de acceso adecuado a alimentos suficientes y nutritivos para llevar una vida saludable y activa. Se clasifica generalmente en varios niveles: severa, moderada y ligera. La Inseguridad Alimentaria Moderada implica que los individuos o las familias han experimentado ansiedad por la falta de alimentos y pueden haber reducido la calidad y la variedad de su dieta. No necesariamente significa que hayan pasado hambre, pero sí que han tomado decisiones alimentarias que podrían comprometer su bienestar nutricional. La Inseguridad Alimentaria Severa representa una situación más crítica en la que las personas han experimentado restricciones más intensas, que pueden incluir la reducción de la cantidad de alimentos consumidos, llevando a episodios de hambre y mala nutrición. Las familias pueden encontrarse en la necesidad de sacrificar otras necesidades básicas para asegurar alimentos.
México ha enfrentado desafíos significativos en términos de seguridad alimentaria, especialmente en las últimas décadas. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) y reportes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en México la inseguridad alimentaria ha ido en aumento, afectando a diversos sectores de la población. Estos reportes observan que una proporción notable de la población mexicana vive en inseguridad alimentaria moderada o severa. Durante la pandemia de COVID-19, se registró un incremento en estos niveles, exacerbado por factores socioeconómicos y desigualdades preexistentes. Los reportes indican que aproximadamente el 25% de los hogares en México experimentan inseguridad alimentaria en alguna de sus formas, con un porcentaje considerable en el rango moderado y severo. Esto resalta los desafíos que enfrenta el país en términos de accesibilidad a alimentos saludables y suficientes.
Al comparar a México con otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se presentan contrastes significativos en los niveles de inseguridad alimentaria. Países, como Suecia, Dinamarca y Noruega, reportan niveles muy bajos de inseguridad alimentaria. Otros países de la OCDE, como Grecia y Turquía, también enfrentan desafíos relacionados con la inseguridad alimentaria, aunque México ocupa un lugar más destacado en la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada y severa.
El aumento de la inseguridad alimentaria en México se puede atribuir a una variedad de factores interrelacionados que afectan tanto la disponibilidad como el acceso a alimentos suficientes y nutritivos. Destaca singularmente la Pandemia de Covid, que significó desempleo, reducción de ingresos y alteraciones en las cadenas de suministro, lo cual se ha venido normalizando recientemente.
La dependencia de cultivos de alto valor y las importaciones de alimentos también crean vulnerabilidades. Las políticas agrícolas a menudo no apoyaron suficiente la producción local, lo que puede afectar la disponibilidad de alimentos a precios accesibles. La variabilidad climática, incluyendo sequías, inundaciones y otros fenómenos, puede afectar la producción agrícola, limitando la disponibilidad de alimentos y aumentando el riesgo de inseguridad alimentaria. Esto también ha hecho que México sea más vulnerable a desastres naturales que pueden destruir cosechas y afectar el acceso a alimentos de manera inmediata. Otro factor importantísimo ha sido la transición hacia dietas menos nutritivas y más procesadas, a menudo impulsadas por la disponibilidad y el marketing, que ha llevado a una mayor inseguridad alimentaria en términos de calidad nutricional.
Parecería ser, pues, que las políticas de autosuficiencia alimentaria contribuirían a mejorar la insuficiencia alimentaria; pero también hay que reforzar esfuerzos que disminuyan nuestra vulnerabilidad al cambio climático, y políticas impositivas agresivas que des-estimulen el consumo de alimentos chatarra. El control del comercio informal de fritangas en la calle también ayudaría mucho, acompañado de estímulos fiscales a proveedores de comida rápida saludable. El cambio de cultura y orientación nutricional también son necesarios: Es más barato y saludable comerse un taco de frijol y una limonada, que una bolsa de papas fritas y refrescos endulzados.