
Europa corre, Meta atropella: regular la inteligencia artificial antes de comprenderla
La Unión Europea decidió convertirse en pionera normativa con el AI Act, pactado en diciembre de 2023 y sustentado en un supuesto enfoque de «riesgo proporcional»: cuanto mayor sea el daño potencial, más estrictas serán las obligaciones. Ese cronograma, que ya ha prohibido algunos usos desde febrero y que exige que los modelos de propósito general cumplan determinados requisitos específicos a partir del día 2 de agosto, avanza a una velocidad que contrasta con la inmadurez tecnológica del propio objeto que se pretende regular.
Esa prisa no es nueva: el Viejo Continente ya intentó hacer pedagogía mundial con el GDPR en su momento, y parece ahora decidido a repetir la fórmula sin esperar a que otros calibren el alcance real de la inteligencia artificial. El resultado, obviamente, es que fuera de Europa muy pocos imitan un marco que muchos consideran prematuro: no es lo mismo proponer una regulación sobre privacidad, un fenómeno cuya desgraciada evolución todos hemos vivido y de cuyo alcance y consecuencias sabemos ya mucho a estas alturas, que pretender regular una inteligencia artificial cuyas posibilidades están todavía a medio definir y se basa seguramente en modelos que ni siquiera serán los que terminaremos utilizando.
Las tres arduas rondas de negociación que parieron el texto y la cantidad de tecnicismos que todavía están por concretar en forma de estándares ilustran hasta qué punto estamos intentando regular un fenómeno que ni siquiera comprendemos del todo. La norma, más que un manual, corre el riesgo de convertirse en un experimento jurídico en público y a cielo abierto.
No sorprende, por tanto, que 46 primeras espadas corporativas, desde Airbus, ASML o Mistral hasta Lufthansa y un largo etcétera, hayan pedido «parar el reloj» durante dos años para que las reglas lleguen con unas guías claras y una vigilancia factible. Bruselas, sin embargo, ha respondido con un rotundo «no hay pausa«, y ha recordado que los plazos legales siguen intactos, aunque su propio código de buenas prácticas no llegará, en el mejor de los casos, hasta finales de 2025.
La discusión interna es áspera, y las dudas, muchas: varias capitales europeas denuncian la falta de autoridades nacionales preparadas, la carencia de estándares técnicos definitivos y el riesgo de que la primera gran ley sobre inteligencia artificial acabe siendo únicamente un símbolo de la sobre-regulación continental. El dilema es claro: mantener la fecha y gestionar el caos o aplazarla y admitir que el texto nació antes de tiempo.
En medio de ese debate, aparece Meta con su impresionante historial delictivo de atropellos múltiples. En abril anunció que entrenará sus modelos con contenidos públicos de usuarios europeos y con las propias interacciones que tengan con Meta AI, salvo que estos se opongan. Y, mientras pide comprensión regulatoria, se descuelga ahora rechazando el Código de Prácticas voluntario que pretende facilitar el cumplimiento de la ley, alegando «incertidumbres jurídicas» y un alcance «excesivo». La compañía que convirtió la extracción masiva de datos en un pernicioso modelo de negocio vuelve a recordarnos por qué la vigilancia debe formar parte del ecosistema regulatorio.
La conclusión parece inevitable: necesitamos una regulación adaptable que no hipoteque la innovación europea, pero que tampoco sea un laissez-faire que permita a gigantes irresponsables y de peligrosidad ampliamente demostrada como Meta utilizar toda nueva grieta tecnológica para erosionar derechos fundamentales. Ajustar los tiempos, quizá estableciendo fases piloto y revisiones periódicas, podría ofrecer un camino intermedio que redujese la actual tensión entre la urgencia política y la incertidumbre técnica.
Porque, mientras Europa corre, Meta atropella, y sólo entendiendo bien el terreno que pisamos podremos evitar que la tentación de regular la inteligencia artificial antes de comprenderla se transforme en un obstáculo para la innovación y la competitividad… o en un salvoconducto para que los delincuentes de siempre sigan pisoteando nuestros derechos y haciendo barbaridades.