
Japón: estancamiento y confusión
Mañana [20 de julio] se celebran unas elecciones clave en la economía del G7, Japón. La atención se centra en si la coalición gobernante del Partido Liberal Democrático (PLD) y su socio menor, el Komeito, que juntos sufrieron una importante derrota en las elecciones al Parlamento inferior (Dijin) del otoño pasado, podrán mantener la mayoría en el Parlamento superior (Shorin). El gobierno de coalición debe ganar 50 de los 125 escaños (la mitad de los escaños de la Cámara) que están en juego. Las últimas encuestas de opinión sugieren que varios partidos minoritarios de la oposición están obteniendo alrededor de dos tercios de los votos potenciales, mientras que los partidos gobernantes solo obtienen el 32 %.
El primer ministro Shigeru Ishiba, que encabeza el PLD, ha intensificado su retórica sobre temas que atraen a los conservadores, la base principal del PLD. Ha hecho hincapié en la necesidad de revisar la Constitución pacifista de Japón, un objetivo que el PLD persigue desde hace mucho tiempo para remilitarizar el país, y se ha mostrado firme en su oposición al arancel del 25 % propuesto por Trump sobre las exportaciones japonesas a Estados Unidos: «No nos subestimen. Aunque estemos negociando con un aliado, debemos decir lo que hay que decir sin vacilar». Ishiba está apelando a la derecha populista, al igual que hacen ahora todos los políticos mainstream de las economías del G7. En Japón, la derecha populista está representada por el partido Sanseito, que se opone a la inmigración y a las personas extranjers bajo el lema Los japoneses primero y ha ganado apoyo entre el electorado más jóven.
Pero esos no son los principales temas que preocupan a los votantes. En cambio, lo que predomina es el descontento por el aumento de la inflación, el bajo crecimiento de los salarios y los altos impuestos, lo que ha provocado una ola de apoyo a partidos anteriormente marginales que han prometido más gasto público y recortes en el impuesto sobre las ventas de todos los productos. El PLD ha prometido ayudas en efectivo y otras medidas para reducir los precios de la energía.
Pero estas ayudas prometidas solo pueden aumentar el déficit presupuestario del Gobierno y la enorme deuda pública de Japón. Como resultado, los inversores financieros han estado vendiendo bonos del Estado: el rendimiento de los bonos a diez años ha alcanzado su nivel más alto desde la crisis financiera mundial de 2008.
Los partidos de la oposición están basando sus campañas en atacar las crecientes tasas de inflación y pedir una reducción del impuesto sobre las ventas del 10 % y del impuesto sobre los productos alimenticios del 8 % para reducir el coste de la vida. Pero el impuesto sobre las ventas es la mayor fuente de ingresos del Gobierno. En el año fiscal 2025, recaudó 25 billones de yenes (160 000 millones de dólares), lo que representa el 21,6 % de los ingresos totales. Reducir a la mitad el tipo impositivo supondría un recorte de los ingresos de más de 10 billones de yenes.
Japón solía tener una tasa de inflación cercana a cero, pero en un intento por reactivar la economía, el Gobierno y el Banco de Japón trataron deliberadamente de impulsar la inflación para animar a las empresas a invertir y reducir la carga real de la deuda. Sin embargo, lo único que se ha conseguido es mermar el nivel de vida de los hogares japoneses.
Según las encuestas, el 48 % de la población considera que la lucha contra la inflación es la cuestión más importante, seguida de la seguridad social, con un 33 %, y el crecimiento económico, con un 30 %. Los votantes quieren que se reduzca el impuesto sobre las ventas, pero no quieren que la pérdida de ingresos se compense con recortes en las prestaciones sociales, como ha sugerido el Gobierno.
Fuente: Katz
Al igual que en todas las economías del G7, a lo largo de las últimas décadas, los gobiernos japoneses han adoptado políticas económicas neoliberales destinadas a reducir las pensiones y las prestaciones sociales. Richard Katz ha señalado que la coalición del PLD ha reducido las prestaciones de la seguridad social para las personas mayores de 2,9 millones de yenes (20 000 dólares al tipo de cambio actual) en 1995 a solo 2,1 millones de yenes (14 500 dólares) en la actualidad, lo que supone una disminución del 30 % en términos ajustados al precio. Además, el gasto público en asistencia sanitaria por persona mayor de 65 años se ha reducido casi una quinta parte en los últimos 30 años.
Fuente: Katz
Al mismo tiempo, el impuesto sobre los beneficios de las empresas se ha reducido del 50 % al 15 %. Los beneficios se han duplicado, pasando del 8 % del PIB al 16 %, pero los ingresos fiscales del Gobierno procedentes de las empresas han caído del 4 % del PIB al 2,5 %. Estos recortes en el impuesto sobre los beneficios de las empresas no han dado lugar a un aumento de la inversión empresarial. En cambio, las empresas han acumulado efectivo o han invertido en bonos del Estado y en el mercado de valores.
Fuente: Katz
La clave del fracaso de estas medidas neoliberales para impulsar la inversión empresarial y poner fin al estancamiento de la economía japonesa desde la década de 1990 es la disminución de la rentabilidad de la inversión de capital. La rentabilidad del capital en Japón ha caído más que en cualquier otra economía del G7.
Fuente: EWPT y series AMECO, cálculos del autor
La economía japonesa se ha estancado (en términos de PIB real), tambaleándose continuamente al borde de la recesión. Por lo tanto, la inversión y la demanda de los consumidores han sido débiles. Este es particularmente el caso de los salarios. De hecho, una de las características de los últimos 25 años ha sido el estancamiento de los salarios, mientras que los beneficios han aumentado. Esto es el resultado de las políticas neoliberales adoptadas por los sucesivos gobiernos para intentar revertir el descenso a largo plazo de la rentabilidad del capital japonés, con un éxito limitado.
Aunque la tasa de desempleo oficial se encuentra cerca de mínimos históricos, al igual que en otras grandes economías, hay más holgura en el mercado laboral de lo que indicaría la tasa de desempleo del 2,5 %. El número total de horas trabajadas sigue siendo un 2,8 % inferior al nivel anterior a la pandemia. Las empresas están cubriendo las vacantes en sus plantillas con trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial con salarios más bajos. El desempleo es bajo debido a la enorme contracción de la población en edad de trabajar, que actualmente disminuye en unos 550 000 habitantes al año.
El impacto en el mercado laboral se ha compensado con el aumento del empleo femenino, pero las mujeres trabajan en sectores con salarios más bajos y reciben salarios inferiores a los de los hombres. Esto mantiene baja la participación salarial y alta la participación en los beneficios. De hecho, la participación del trabajo en la renta nacional japonesa ha ido disminuyendo desde el final del periodo de bonanza japonesa de la década de 1980, pasando del 60 % al 55 % actual. El salario medio por hora de un trabajador a tiempo completo en Japón no es superior al de 1993. Y el salario real medio por hora de todos los trabajadores japoneses, no solo los trabajadores a tiempo completo, ha bajado un 10 % desde su máximo de 1997.
Fuente: Katz
El gran problema a largo plazo es la población japonesa. Está disminuyendo y envejeciendo. Esto permite que el crecimiento de la renta per cápita sea superior al crecimiento del PIB total; el PIB real per cápita de Japón ha aumentado un 10,8 % desde 2010, mientras que el PIB real ha aumentado un 9,6 %. Pero el crecimiento del PIB real per cápita también se está ralentizando.
Fuente: FMI
Las y los trabajadores están sobrecargados. Japón acuñó el término karoshi —muerte por exceso de trabajo— hace 50 años, tras una serie de tragedias que afectaron a varios empleados. Las grandes empresas están promoviendo la idea de la semana laboral de cuatro días para aliviar esta presión y aumentar la productividad. Sin embargo, hay pocos indicios de que esta u otras medidas estén funcionando para aumentar la productividad. El crecimiento de la productividad es inexistente.
La razón es clara. El crecimiento de la inversión empresarial es muy débil. Es posible que las empresas japonesas hayan aumentado sus beneficios a costa de los salarios, pero no están invirtiendo ese capital en nuevas tecnologías y equipos que mejoren la productividad. La inversión real no es superior a la de 2007. La inversión pública (aproximadamente una cuarta parte de la inversión empresarial) se mantiene estática. La imagen del capital japonés como innovador tecnológico parece haber desaparecido hace tiempo. La medida principal de la innovación, la productividad total de los factores (PTF), ha pasado de crecer más del 1 % anual en la década de 1990 a casi cero en la actualidad, mientras que la enorme inversión de capital de las décadas de 1980 y 1990 ha desaparecido por completo. Por lo tanto, la tasa de crecimiento real del PIB «potencial» de Japón es cercana a cero.
Los primeros ministros van y vienen: de Abe a Kishida y a Ishiba, pero nada cambia. Japón ha registrado déficits públicos permanentes, que ha destinado a proyectos de construcción y de otro tipo, y, sin embargo, su economía sigue estancada. La enorme ratio de deuda pública de Japón no provocará una crisis financiera, ya que la mayor parte de esta deuda está en manos del Banco de Japón y de los principales bancos, pero sigue siendo una muestra del fracaso del sector privado a la hora de invertir.
Fuente: FMI
Las elecciones a la Cámara Alta se celebran en un momento en que el motor de las exportaciones japonesas está fallando y justo cuando los aranceles del presidente estadounidense, Donald Trump, comenzarán a afectar a sectores clave como el automóvil y el acero a partir del 1 de agosto. Hasta ahora, Tokio no ha logrado alcanzar un acuerdo comercial con Estados Unidos, a pesar de las siete visitas a Washington del enviado comercial japonés, Ryosei Akazawa.
La economía japonesa se contrajo en el primer trimestre y las últimas cifras comerciales apuntan a que es cada vez más probable que se produzca una segunda contracción consecutiva en el segundo trimestre, lo que se ajustaría a la definición de «recesión técnica». Si la coalición liderada por el PLD pierde la mayoría en la Cámara Alta, podría verse obligada a convocar elecciones generales, con la economía estancada y el Gobierno en desorden.
19/07/2025
Traducción: viento sur
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