
Eduard Müller, investigador: “La forma de producir alimentos y fibras para textiles provoca el …
Mirar al suelo en lugar de al cielo para garantizar agua, comida, ropa o fármacos. Bajo los pies brilla discreta la tierra de la que brotan los bienes esenciales para la vida, pero en innumerables cosechas se queda desprotegida a la intemperie o se destruye con fertilizantes, pesticidas, contaminación o sobreexplotación. Para el rector de la Universidad para la Cooperación Internacional (UCI) de Costa Rica, Eduard Müller (San José, Costa Rica, 67 años), regenerar los ecosistemas sin daños ambientales es la clave para recuperar los suelos degradados, que se extienden por un 75% del mundo, según el Atlas Mundial de la Desertificación del Joint Research Centre de la Comisión Europea. “En cada cucharada de suelo sano puede haber ocho mil millones de microorganismos, equivalente a la población humana mundial. Más de la mitad de la diversidad biológica planetaria está bajo nuestros pies”, ilustra.
Müller prioriza dejar los suelos cubiertos con hojas o ramajes para sanearlos y muestra entusiasmado en un bosque de la localidad costarricense de Río Seco cómo la tierra se mantiene vigorosa y protegida bajo una ramita de apenas un centímetro de ancho. “¡Se ve clarísimo! La cobertura vegetal evita que el suelo se pierda con las escorrentías. Las hojas amortiguan las gotas de lluvia cuando caen con fuerza, crean un clima de humedad que favorece la vida de otros organismos y evitan que el sol esterilice los primeros cinco centímetros de superficie”, detalla mientras sortea decenas de mariposas en el rancho Kosmos, donde abandera la iniciativa Costa Rica Regenerativa, un proyecto de la UCI. En definitiva, un suelo sano permite una mejor producción agrícola para el alimento humano y animal, y para fabricar medicamentos y tejidos. A través de un suelo rico, además, se filtra mejor el agua hacia acuíferos y ríos, por lo que su calidad es determinante para evitar catástrofes ambientales.
“Eso de ver campos agrícolas despejados es el peor error que se puede cometer. Se transforma el suelo vivo en muerto. Y ahí es donde aparece la agricultura química que mata el ciclo ecológico de regeneración de la tierra y provoca dependencia de las empresas de fertilizantes y pesticidas”, explica en un huerto asentado sobre una capa de ramas que aparta para coger un puñado de suelo, palpar su temperatura fresca y disfrutar del olor a tierra mojada que desprende. “La cobertura vegetal es clave para regenerar el suelo en una década”, estima convencido, y señala en ese puñado de tierra los filamentos blancos del micelio, la fascinante red con la que se interconectan los hongos, absorben los nutrientes y enriquecen el entorno.
Pero su afán por buscar un suelo vivo no se limita a reparar la producción agrícola o a promover los bosques, Müller trufa permanentemente en su discurso la función vital que cumple como sumidero de CO₂. Cuanto más sano esté el suelo, más alivia en la atmósfera este gas de efecto invernadero que tanto influye en el cambio climático y que queda secuestrado de forma masiva bajo la superficie. “Si avanzamos en la regeneración, en menos de una década podríamos estar con los niveles de CO₂ mucho más bajos”, asegura. “Según un estudio del Instituto Rodale de 2020, la economía mundial libera 37,5 gigatoneladas (Gt) de CO₂ al año. Si convertimos la ganadería en regenerativa, podríamos capturar 43 Gt. Si le agregamos la agricultura regenerativa, se adicionan 12 Gt. Ambas podrían enterrar en el suelo casi el 150% de las emisiones. ¿Cómo esto no se toma en consideración?”, se pregunta.
Y prosigue: “La forma de producir alimentos y fibras para textiles provoca el 80% del daño planetario, entonces, obviamente, es el 80% de la solución”. Por eso, su apuesta y su evidencia pasan por emular y acelerar los ritmos de la naturaleza. Además de priorizar la cobertura vegetal, propone que en lugar de reforestar sin pensar en la presión sobre la tierra o en los peligros del monocultivo para la propagación de plagas, se optimicen las bondades de cada especie sobre el suelo y se retomen las nativas. Lo primero que sugiere es crear una capa baja de hierbas que sostengan la superficie, después sembrar plantas intermedias de rápido crecimiento que den sombra, y luego lanzarse a las variedades mayores que terminen de consolidar el territorio. “La regeneración es aplicable a cualquier lugar del mundo estudiando las características de cada región”, concluye después de haber visitado un centenar de países.
“Copiamos lo que la naturaleza hace de forma orgánica, pero de manera acelerada. Los indígenas lacandones de México organizan así su bosque desde hace siglos, me lo enseñó un líder de allí”, explica Müller. En su caso, demuestra con fotos el antes y el después de un pastizal convertido en un prado en seis meses en una región costarricense que alterna temporadas secas y lluviosas. “Durante la covid logramos que 500 familias produjeran sus alimentos sin químicos. Empezamos con la capa vegetal y en seis semanas ya cosecharon. Tuvimos además dos huracanes que inundaron todo y llegamos a producir 10 toneladas de vegetales al mes en menos de una hectárea de 35 cultivos con alimentos que, al ser de agricultura regenerativa, tienen más nutrientes. Es una falacia decir que requerimos químicos para alimentar el planeta”, defiende frente a las amenazas sobre su propuesta.
Después de un periodo de transición de una agricultura más dañina a otra regenerativa, con las pérdidas económicas que pueda generar ese periodo, comparte que instaurarla no requiere de grandes inversiones y se ahorra en la compra de productos químicos. El verdadero desafío para él está en cambiar la mentalidad de la población. “Precisamos de montones de sitios demostrativos a escala mundial donde la gente pueda aprender cómo funciona”, reclama. Cuenta que cuando reorganizó la ganadería de la finca Kosmos con métodos de rotación por parcelas para fomentar la regeneración tuvo que enfrentarse a los ganaderos hasta convencerles de que sus animales iban a estar bien alimentados en un espacio más limitado. “Aquí estoy liberando 100 hectáreas, y eso permite aumentar muy rápido la producción de biomasa a una escala gigantesca”, comenta.
Müller se centra además reiteradamente en un aspecto clave de la regeneración: la creación de empleo. “Este ámbito es un nicho absoluto de vacantes. Este tipo de trabajos no los puede hacer la inteligencia artificial”, justifica Müller, que coordina proyectos de la iniciativa rePlanet, que gestiona la restauración a través de los bonos de carbono que las empresas privadas compran para compensar sus emisiones. De ahí surgen puestos para la creación de bosques, y también hay países que incentivan con pagos por servicios ambientales. “Los bosques son fundamentales porque promueven el ciclo pequeño del agua, que consiste en que el agua que se evapora vuelva a caer en la misma zona y no se pierde”, recuerda sobre principios científicos ya conocidos pero, según considera, olvidados por la ciencia.
Para profundizar en esas demostraciones, Müller prevé levantar en Kosmos un complejo formativo vinculado a la UCI, que acumula 5.500 graduados de 54 países. “Basta de teorías, basta de estudios, basta de diagnósticos, ahora hay que actuar. Nos hemos olvidado de transformar el conocimiento en sabiduría, en ponerle sentido común”, alega junto a un río sobre el que han colocado atravesados troncos caídos de los árboles para desacelerar el caudal y evitar desbordamientos. “También procuramos que los cauces tengan más curvas para ralentizar el ritmo de caída del agua y la erosión”, añade.
Respecto a la forma agilizar la regeneración, organizaría el territorio por biorregiones: “En vez de seguir lo que dicta la ONU o los Gobiernos centrales, me enfocaría en la política local, donde se identifican las prioridades de esa biorregión”. A los empresarios les alerta de que, o lideran la transformación, o se quedan fuera del negocio: “yo no sé quién de esos billonarios cree que va a poder comer dólares”, ironiza. Y a la sociedad civil le reclama la demanda de alimentos nutritivos y locales: “El consumidor puede influir con las compras, y obligar a las empresas a cambiar. Estamos a tiempo de revertir el daño si nos ocupamos, si asumimos la responsabilidad y no esperamos que alguien venga a resolverlo por nosotros”.