
“Ya no quiero más drama soviético de posguerra”
▲ Sergei Nakariakov y su flugelhorn.Foto Juan Arturo Brennan
Juan Arturo Brennan
Periódico La Jornada
Sábado 26 de julio de 2025, p. 2
Hace tres décadas justas, en 1995, el notable trompetista ruso Sergei Nakariakov, entonces de 18 años de edad, vino por vez primera a México para tocar con la Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la obra más importante del repertorio, el Concierto de Franz Joseph Haydn. En junio de 2025 regresó para interpretar, con la misma orquesta, una versión para flugelhorn de las Variaciones sobre un tema rococó, de Chaikovski. Después de escuchar asombrado su ensayo en la sala Nezahualcóyotl, lo abordé en su camerino para charlar sobre trompetas y algunos temas conexos.
–Hay una reconocida escuela francesa de trompeta, digamos desde Raymond Sabarich hasta Lucienne Renaudin Vary y David Guerrier, pasando por Maurice André y muchos otros. Y una escuela rusa: Tabakov, Dokschitzer, Savelyevich, usted mismo. ¿Hay otros trompetistas que en la actualidad pudieran continuar una posible escuela rusa de trompeta?
–En mi opinión, no hay tal cosa como escuela francesa o escuela rusa, porque no se puede decir que todos los maestros, franceses o rusos, enseñan de la misma manera. Quizá los trompetistas orquestales, pero aún entre ellos hay diferencias de enfoque y de sonido. El mismo Dokschitzer, quien fue excepcional, tenía su propia forma de enseñar, distinta a la de otros profesores. Así que, en mi opinión, podríamos hablar de las escuelas de ciertos profesores, y nada más. En Francia, en el siglo XX, encontramos dos escuelas principales: la de Maurice André y la de Pierre Thibaud, que eran como competidores, así como también sus alumnos competían entre sí.
–¿Alumnos notables de Timofei Dokschitzer?
–El más importante, Ilya Shkolnik. Tocó en la Orquesta del Teatro Bolshoi, abandonó la Unión Soviética y se estableció en Suiza; no sé si aún está activo. Lo oí tocar, y su sonido era muy similar al de su maestro Dokschitzer. Tuvo otros alumnos, pero ninguno hizo una gran carrera.
–Desde que dejó la Unión Soviética, ¿ha regresado a tocar con frecuencia en alguna de las repúblicas?
–Sí, de hecho toqué muchas veces en Rusia, pero desde el inicio de la invasión a Ucrania no he regresado. También toqué en Ucrania, adonde tampoco he vuelto, y en Bielorrusia, Kazajistán, Armenia, Georgia, Estonia, Letonia, Lituania, Moldova.
–Hay un repertorio básico de conciertos para trompeta de compositores de las repúblicas: Arutiunian, Weinberg, Kryukov, Pakhmutova, Geodicke, Vasilenko, Shakhov, Peskin…
–Nunca he tocado Goedicke, Peskin, Pakhmutova, Shakhov o Vasilenko. Muchas de estas obras son famosas, incluso en Occidente, es repertorio muy romántico y dramático escrito en buena medida para Dokschitzer, pero yo no lo he tocado porque toda esa música tiene la impronta de la Segunda Guerra Mundial; es música compuesta en los años siguientes al fin de la guerra, y tiene ese aire excesivamente dramático que yo mismo he respirado. Mi familia dejó la Unión Soviética a mis 14 años de edad; ya tuve suficiente de todo este drama soviético de posguerra, y no quiero más.
Un dato interesante es que esta etapa de su carrera, Sergei Nakariakov se ha orientado particularmente a tocar el flugelhorn, sin olvidar las trompetas tradicionales. A la vez, se ha mantenido lejos de las trompetas naturales y otros instrumentos antiguos porque, como él mismo lo dice, la música barroca no es un lenguaje que me sea natural, pero lo escucho con gusto. En la década de 1990 grabé un cedé barroco, pero lo hice presionado por mi disquera
.
Entre sus proyectos importantes del momento está un Concierto para trompeta del destacado pianista, director y compositor ruso Mikhail Pletnev, dedicado a Nakariakov, sobre el que el trompetista comenta:
–Estrené hace poco el Concierto de Pletnev, y lo grabamos en Bratislava con la Orquesta Internacional Rachmaninoff bajo su dirección. Puedo decir que su Concierto es tonal, dramático, sarcástico y también nostálgico. Y creo que tiene cierta conexión con la música de Weinberg y Shostakovich. En agosto lo tocaremos en Singapur.
El amplio repertorio de Nakariakov contiene una buena proporción de piezas y conciertos concebidos originalmente para otros medios, y esto se refleja puntualmente en su discografía. ¿Qué hay detrás de ello?
–Esta abundancia de transcripciones se debe, a partes iguales, a mi amor profundo por esa música, que quiero tocar en mi trompeta, y al hecho de que la trompeta no tiene un repertorio original tan vasto como el de otros instrumentos. Además, hay mucha música original para trompeta que no sobrevivió la prueba del tiempo y fue olvidada.
Dato: el propio Nakariakov ha realizado algunas de esas transcripciones; en particular, las que escribió para un próximo proyecto de grabación: Mozart y Beethoven para flugelhorn y piano. Dejo para el final de este diálogo los asuntos de familia de Sergei Nakariakov; su padre ha realizado un buen número de esas transcripciones, y su hermana, Vera Nakariakova, pianista, es su colaboradora frecuente. He aquí su visión al respecto:
–Crecí rodeado de música clásica, y con frecuencia escuchaba a mi hermana mayor practicar el piano, así que absorbí mucha música clásica de ella, de los conciertos sinfónicos, de la ópera y el ballet. Y yo mismo comencé a tocar el piano, pero no era tan bueno como mi hermana Vera, y la verdad es que eso no lo disfruté. Mi padre se dio cuenta de mi mortificación y me sugirió que probara la trompeta, que es mucho más divertida. Me contaba que en su infancia quiso tocar la trompeta, pero mi abuela no se lo permitió debido al gran escándalo que hacía. Así que, muchos años después, él realizó su sueño a través mío. Sobre todo cuando empezamos a tocar juntos, Vera fue mi guía musical, porque yo todavía era inmaduro, y de ella aprendí muchas cosas. Grabamos juntos un cedé, titulado Elegía.
Para cerrar, una inesperada conexión tropical: Sergei Nakariakov, trompetista extraordinario, fundó su propio sello discográfico, al que puso por nombre Luiza Records, en honor a la canción homónima del gran Tom Jobim.