
“Memorias de Yasuaki Yamashita generarán conciencia sobre el infierno en la Tierra”
Memorias de Yasuaki Yamashita generarán conciencia sobre el infierno en la Tierra
▲ Parte delantera del avión apodado Bockscar, desde el cual fue arrojada la bomba atómica Fat Man, que destruyó la ciudad japonesa de Nagasaki el 9 de agosto de 1945. Imagen tomada el 26 de marzo de 1946.Foto Ap
Omar González Morales
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de agosto de 2025, p. 2
Hace 80 años estalló la bomba atómica Little Boy en Hiroshima. El 9 de agosto de 1945 arrojaron otra, Fat Man, en Nagasaki. Los ataques perpetrados por el gobierno de Estados Unidos tenían la intención de erradicar a la población civil nipona, explicó Sergio Hernández Galindo, historiador experto en Japón e integrante de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En entrevista con La Jornada, el especialista habló sobre las historias de los dos sobrevivientes de esa tragedia que viven en México, reflexionó sobre la importancia de que los jóvenes entiendan la amenaza global que persiste y el papel de México como detractor del armamentismo nuclear.
Es un tema fundamental por el contexto actual; el público tiene que darse cuenta de que hay declaraciones de gobiernos, como el de Estados Unidos, que manda submarinos atómicos a Rusia, con el riesgo de la destrucción nuclear. Y, por supuesto, la tragedia de un genocidio del gobierno de Israel contra el pueblo palestino. Tampoco olvidemos que India y Pakistán tienen esas armas y están en conflicto. Hoy el entorno es mucho más complicado que hace 80 años
, comentó Hernández Galindo.
Para el experto, el riesgo de una guerra nuclear está vigente: No es una cosa del pasado, es el presente. Es una crisis de la humanidad. Hablamos de que ahora hay bombas mil veces más potentes que las que cayeron en Japón. Incluso, el uso de esas armas de destrucción masiva demuestra que la guerra se iba a dar en otro marco, uno que deseaba ver al pueblo nipón desaparecer. A partir de esa tragedia surgió la necesidad de reflexionar no sólo sobre la guerra, sino acerca de la importancia de la paz
.
Dos historias son el testigo vivo de esta lucha. La primera es el caso de Yasuaki Yamashita, quien sobrevivió a la bomba de Nagasaki gracias a que su madre lo cubrió. Ella fue su escudo. Además de las lesiones del estallido, tuvo repercusiones por la radiación, posteriormente fue discriminado por la sociedad japonesa. Su refugio, como el de muchas otras víctimas de otras tragedias, fue México.
Yasuaki Yamashita descubrió en este país, más allá de un hogar, un refugio. No tuvo hijos por el riesgo de la radiación, pues le preocupaba el daño que hubiera tenido a nivel genético. Aquí siempre fue parte de la comunidad. Nunca más quiso regresar a Japón. La madre de Yamashita murió 10 años después de la explosión, víctima de cáncer
, explicó el experto.
Desde 1995, Yamashita da conferencias sobre su experiencia: “hay que hablar con los jóvenes para que sepan los horrores que padecieron los supervivientes. Afortunadamente, las personas nos escuchan y hay materiales como charlas y el libro de Hibakusha: Testimonio de Yasuaki Yamashita (editado por el Fondo de Cultura Económica), que ayudan a entender a las víctimas, a comprender que quedaron marcados”, aseguró Sergio Hernández.
Otro testimonio es el de la familia de Conchita Hiramuro, hija de un inmigrante japonés que radicaba en Guadalajara y que en 1940 se trasladó a Hiroshima. Cercada por la guerra, el escape fue imposible; sin embargo, tuvo la fortuna de sobrevivir al estallido de la bomba, que mató inmediatamente a 70 mil personas. La pesadilla continuó con la hambruna y la miseria: falta de alimentos, medicinas y ropa que llevó a que los habitantes tuvieran que comer hasta las hojas de los árboles para sobrevivir. Conchita Hiramuro retornó a México en 1950 y se asentó en Guadalajara, donde aún vive.
Tratado contra la amenaza nuclear
Nuestro país es relevante para la lucha contra la proliferación de las bombas atómicas, gracias a la firma del Tratado de Tlatelolco, en 1967, creado tras la Crisis de los Misiles entre Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética. El pacto fue un compromiso de los integrantes para nunca poseer ni utilizar armas de destrucción nuclear en América Latina y el Caribe.
Hay que señalar de manera insistente: esto no es algo que no nos afecte, no es en otro lado, sino que implica la destrucción de toda una región. La declaración de México en ese tratado fue fundamental, un paso muy importante
, enfatizó el historiador del INAH.
En 2024, el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a la organización Nihon Hidankyo, integrada por un colectivo de supervivientes de las bombas atómicas, quienes aún luchan contra la proliferación de las armas nucleares. Sergio Hernández asegura que el premio fue trascendental porque llama a reflexionar “sobre la existencia de un grupo que lucha por señalar que la humanidad puede estar en peligro de desaparecer.
El premio a esa organización nos lleva a reconocer la necesidad de la paz mundial y a que todas las naciones acepten la problemática. Hoy los tambores de guerra suenan de manera recurrente en todo el mundo. Los sobrevivientes lo señalaron, no solamente es por ellos, la lucha es que para que quienes nos escuchen puedan sobrevivir.
Yasuaki Yamashita y el historiador Sergio Hernández Galindo realizan frecuentemente conferencias para hablar con el público. Este año las realizaron en San Luis Potosí, Baja California, Guanajuato, Ciudad de México, Puebla y en Chiapas.
Hoy se presentan a las 12 horas en el Puente de Biblioteca de la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Cuajimalpa. El jueves estrenarán un programa especial en Radio INAH, y el sábado asistirán a las 13 horas a la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque a presenciar la obra de teatro Las niñas y los niños de papel, basada en las experiencias de los infantes que sobrevivieron a la barbarie nuclear y en la que Yasuaki Yamashita relatará su historia.
Tengo esperanza en la visión de Yasuaki, de que sus memorias y el dolor de sus recuerdos ayudarán a generar conciencia. Tengo fe al saber que hay personas que no quieren ver que ese infierno en la Tierra vuelva a repetirse. En mi papel de profesor tengo esa responsabilidad: enseñar a las nuevas generaciones sobre las terribles consecuencias de las armas nucleares
, concluyó el antropólogo.